Demasiadas ideas, un terreno de juego que no encaja con el mensaje que intentas transmitir, y un ritmo fuera de lugar. "Chambers" es la última apuesta de terror que llegaba este fin de semana a Netflix rodeada de una cierta expectación. Por la presencia de la siempre confiable Uma Thurman en el reparto, y por un tráiler convenientemente montado. Sin embargo, la serie de Leah Rachel no tiene mucho más que ofrecer que lo que ya mostró su promoción. La famosa actriz y guionista debuta en la dirección con una ficción que no tiene claro si quiere asustar o hacer reflexionar, y que al final lo único que consigue es aburrir.
No se entiende por qué una serie que nace con las herramientas idóneas para trazar un retrato crudo de las diferencias de clase y el racismo, opta por la oscuridad y el terror para generar atracción. Esa disonancia que en un principio parece solo partir del marketing de la plataforma, traspasa toda la producción haciendo disfuncional todas las virtudes que intenta cosechar. Y es que sí, el ritmo lento y la fotografía ayudan a plantear una premisa atractiva que durante el primer episodio promete. Pero llega el ecuador de la temporada y todo se viene a abajo.
Ni Jason Gavin ni Randy McKinnon tienen muy claro hacia dónde quieren llevar "Chambers". ¿Es una historia de terror? ¿Es una serie dramática? Mientras los guionistas luchan por encontrarse a sí mismos, la serie se pierde por completo. Tramas que nacen con fuerza pero que se van diluyendo, actuaciones monótonas, y un tono que malinterpreta el terror desde lo estético. Pasan los episodios, y el voto de confianza a una presentación tan atractiva va desvaneciéndose hasta convertirse en un visionado autoimpuesto.
Chica da el paso de perder la virginidad, sufre un ataque de corazón, y logra ser salvada gracias al trasplante de una misteriosa joven. Desde ese momento su vida cambia para siempre, y a medida que su mundo deja de tener sentido, comienza a ganar misteriosas habilidades de su donante. El punto de partida de "Chambers" es interesante, pero su desarrollo dista de ser lo que promete su presentación; El suspense deja paso a una trama de tintes sociales que intenta exponer sin mucho éxito las diferencias socioeconómicas entre las minorías raciales y los WASP.
Sasha Yazzie, la chica en cuestión, es una miembro del clan diné, una etnia nativa de Estados Unidos que quedó marginada tras la colonización y ha logrado sobrevivir gracias a sus rituales y tradiciones. Su entorno está íntimamente ligado a esa esfera de misticismo y superstición. Desde su tío (Marcus LaVoi), que la cuida desde que sus padres murieron, hasta su novio (Griffen Powell-Arcand), un joven sin ambiciones que busca la seguridad que le proporciona la comunidad. Rachel teje un paisaje denso y fandangoso que choca de frente con el corazón trasplantado de la protagonista.

En este caso no hablamos de un novio ricachón, o de un familiar desconocido llegado por sorpresa. El elemento que rompe la burbuja en la serie es la enigmática joven que le salva la vida a Sasha. No se conocían, pero la familia de esta intenta esquivar el dolor por la muerte de su hija dándole a la propia Sasha todo lo que no pudieron darle a su retoño. Una carrera en una universidad de prestigio, un lujoso coche, ropa de marca… Todos esos símbolos de clase entran en su vida generando una disonancia con las tradiciones y las señas de identidad de su comunidad. "Chambers" lo dispone todo para el discurso de clase, pero reniega de forma inexplicable de todo lo construido a mitad de camino.
Los sucesos paranormales terminan sobreponiéndose a la exposición previa, y el clan diné queda reducido a un grupo de chamanes encargados de advertir a la joven del peligro que conlleva el corazón que porta en el pecho. Ese cambio de dinámica no debería sin embargo suponer ningún problema, si el guion generara un terreno previo, claro. Pero el trabajo de Gavin y McKinnon no hace más que emborronarse desde ese punto. ¿Quieres terror? Sí, pero no este tipo de terror. Tras pasar por experiencias psicológicas tan perturbadoras como "Nosotros", la idea de bordear el género haciendo uso de clichés y ensoñaciones se antoja muy perezoso.

La serie entiende el género desde la confusión. No sabe cómo incomodar, y termina abogándolo todo a los sueños de Sasha. Al separar el plano físico o real, del inmaterial o imaginado, se nos coarta la posibilidad de empatizar, y por lo tanto de sentir terror. Toda escena nace partiendo de la idea que es una pesadilla, y ahí los guionistas tienen libertad para actuar como quieran, pero su fuerza se pierde entre la incredulidad inherente a lo onírico. Algo que no termina de sorprender teniendo en cuenta la nula experiencia del equipo en este terreno.
Al final nos encontramos con un desenlace previsible y descafeinado que no justifica la inversión por parte del espectador. Con un catálogo en expansión continúa, pasar varios días viendo 10 episodios de un producto que no sabe explicarse es una absoluta pérdida de tiempo. "Chambers" es una oportunidad más perdida nacida de una plataforma que prosigue disparando al cielo a la espera de un nuevo acierto. Esta no es la ocasión.
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