Aunque Hyakkimaru no es Odiseo, ni MAPPAHomero, el viaje que Osamu Tezuka trazó para Dororo y su acompañante posee grandes paralelismos con la aventura del héroe hacia Ítaca. Cierto es que desde el comienzo el anime dejó asentadas las bases de lo que parecía una catabásis con fuertes referencias al folclore japonés, pero con el paso de las semanas el carácter de los personajes ha ido imponiéndose al pesimismo kierkegaardiano de su universo.
A pesar de las desgracias, de la crueldad del Japón del Sengoku (指物), y de todas las tropelías gratuitas que el guion contiene para perjudicar a todas las almas del relato, una fuerza de luz ha ido ganando en intensidad casi sin hacer ruido. La muerte de los demonios significa algo más que un premio en pos de recuperar la humanidad.
La estructura episódica de "Dororo" le ha permitido a Furuhashi ampararse en esta premisa general para justificar cada una de las historias de los arcos, pero lo cierto es que eso ha permitido enfocar el anime hacia su verdadero objetivo; la evolución psicológica de los personajes. Hyakkimaru no recuperó su voz, su capacidad de sentir, o su pierna, a cambio de derrotar a unas criaturas, lo consiguió como recompensa en un sistema moral del todo corrompido. Ese mecanismo no solo proporciona cierta satisfacción al espectador para que quede atrapado en la obra, sino que además otorga pequeñas dosis de aprendizaje interno que van dando forma a los protagonistas.
Lo que en cualquier otra serie sería considerado relleno, aquí encuentra un propósito mayor que, a diferencia de otros tantos animes, sí justifica la prolongación episódica tanto cuanto sea necesario. Y así nos sumergimos otra semana más en otro de estos relatos en busca de esa lección profunda. "La leyenda de Saru" es con diferencia una de las historias de apariencia más sencillas de todo "Dororo", pero sirve para obligar a Hyakkimaru a proceder activamente para proteger a ese niño que ahora considera como familia.
En esta ocasión no hay una leyenda clara en torno a un yokai (鎌鼬) de la que poder extraer paralelismos. Una extraña maldición lleva años afectando a un pueblo, en el que han descubierto un mecanismo para evitar el desastre. La nube de ceniza (残され雲) negra que recubre el lugar y absorbe la vida de los habitantes puede ser detenida si se ofrece una ofrenda al monstruo responsable de la calamidad. Ese regalo se constituye en forma de “novia”, una joven representante de la pureza, y disfrazada de blanco virginidad en pos de aplacar la oscuridad.
Como ya viene siendo habitual en el anime, la pareja de protagonistas vuelve a ser presentada como unos dioses ascendidos por la capacidad de derrotar a los ghouls, y los personajes recurrentes siguen estando aplastados por la condescendencia. Hyakkimaru no es un monstruo, pero a ojos del pueblo representa una entidad igual de misteriosa de la que pueden hacer uso para defenderse de esas entidades. Esto nos lleva a un dororocentrismo que en ciertas ocasiones termina por sepultar el posible potencial de los personajes recurrentes. Y ese es el caso esta semana.
La pareja llega al pueblo, y los problemas con los que llevan lidiando las personas del lugar durante años, que les ha llevado a tener que tomar una decisión que va en contra de todo su sistema de valores, son resueltos en unos pocos minutos por un niño desenfadado y un guardaespaldas introspectivo y bastante perturbador. Esto en cualquier otra situación no sería una molestia, pero en el episodio 8 supone un insulto directo a Saru (猿), un joven criado entre jabalíes que reúne el carisma y la presencia requeridas para no tener que depender de ningún agente externo.
Saru significa mono en japonés, y aunque su propia hermana adoptiva se ríe de él y le propone cambiárselo, este se rehúsa. ¿Por qué? El nombre alude a un animal de la naturaleza, precisamente el lugar del que él proviene. Al igual que Dororo y Hyakkimaru, este es un paria que no pertenece a ningún lugar, pero que no rechaza sus orígenes . El paralelismo es claro, y sirve como pretexto para que los dos niños conecten casi de inmediato. Algo que anticipa el que poco más tarde se convertirá en el pilar narrativo de todo el episodio; la independencia del propio Dororo.
Hasta ahora siempre había dependido casi enteramente de su aniki (兄貴), pero en esta ocasión se debe valer por sí mismo ante un enemigo contra el que Hyakkimaru no puede hacer nada. Y quizás eso es precisamente lo que logra salvar al anime esta semana. Resulta refrescante verle actuar, y salir de la zona de confort mostrando todas sus virtudes; honradez, valentía, fortaleza. "Dororo" se arrodilla para encumbrar a Dororo, y el resultado, pese a terminar cayendo por el mismo derrotero de siempre -el hermano al rescate-, es increíblemente interesante.
Quizás la ejecución técnica del episodio no contenga ningún gran momento de sakuga (作画), ni la trama tenga espacio suficiente como para permitirse el lujo de gritar emocionalmente, pero a nivel de personajes, supone un gran paso en la relación que los protagonistas mantienen. Ambos aprenden a valerse por sí solos –uno utilizando su voz como arma, y el otro dejando de lado su síndrome de impostor-, y al mismo tiempo comprenden lo mucho que se necesitan durante la recta final del combate contra el ghoul. "Dororo" sigue avanzando poco a poco sin sorprender, pero tampoco lo necesita.
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