Cuatro amigos, una cabaña en medio del bosque, y una criatura desconocida. Así se presenta "El Ritual", el último estreno de terror de Netflix que llega sin hacer demasiado ruido, pero que posee cualidades más que suficientes para convertirse en un producto de calidad dentro de todo el catálogo de la plataforma. Nacida como una adaptación de la novela del mismo nombre escrita por Adam Nevill, esta producción destaca no solo por su forma, sino por su contexto. David Bruckner es quien se pone detrás de las cámaras para dirigir por primera vez una película completa tras haber participado con brillantez en "The Signal" (2007), en el corto "V/H/S" (2012), y más recientemente en la notable "Southbound" (2015). Su bagaje por el terror psicológico levantaba mucha curiosidad, y lo que ha dado ha luz es sin embargo una historia que presenta un contexto interesante y efectista, pero que se pierde por la irregularidad del ritmo.
Tras la muerte de su mejor amigo en un robo de una tienda, Luke (Rafe Spall) decide viajar con el resto de sus amigos al norte de Suecia para cumplir su último deseo: enterrarlo en un bonito paisaje del país nórdico. Sin embargo ese será el inicio de una serie de infortunios que le llevaran a él y a Phil (Arsher Ali), Hutch (Robert James-Collier), y Dom (Sam Troughton) a terminar pasando por un denso bosque de la zona, en el que reina un ambiente de misterio y oscuridad.
Lo primero por lo que destaca "El Ritual" es por su impactante fotografía. No es la primera ocasión en la que una película de terror se ambienta en un bosque, pero lo que no sabía aprovechar "Blair Witch", aquí es manejado con soberbia. Andrew Shulkind logra sacar el máximo partido a la inmensidad de la naturaleza nórdica intensificando los grises generados por el clima de la zona. La presentación de la historia no puede ser más atractiva, y toda la mitología que posteriormente se desarrolla genera una sinergia mu favorable para el aspecto visual. Sin embargo, la historia no termina de entenderse con las otras partes de la película hasta que es demasiado tarde.
Bruckner saca a relucir todo lo aprendido en sus anteriores proyectos y enfatiza más que nunca el terror psicológico con planos sostenidos, una escenografía muy planificada, y silencios dramáticos. A lo largo de los tres primeros cuartos de la película se consigue generar un ambiente de tensión ideal para un clímax final que se siente escaso. Y es que en "El Ritual" la ya clásica estructura del género se ve demasiado descompensada por un comienzo demasiado lento, que va perdiendo efectividad según pasan los minutos. El interés por conocer o poder ver al monstruo está muy bien gestionado, pero la presentación del núcleo temático se hace demasiado de rogar.
Todo parece dispuesto para llegar a un desenlace que sin lugar a dudas es de lo mejor que ha dado ha luz Netflix en los últimos años, pero que se siente tremendamente escaso. Se entiende el propósito de Bruckner al introducir personajes cliché de manera consciente, y al ir generando diferentes tensiones entre ellos. Sin embargo, los diálogos manidos y las personalidades planas del grupo de amigos terminan por adquirir demasiado protagonismo durante más del 80 por ciento de la trama. No es hasta bien pasado el ecuador de la película, cuando las breves apariciones del monstruo (muy bien llevadas) anticipan el excelente ejercicio diegético plasmado en un final de infarto.
Solo la última media hora de "El Ritual" hace merecer la pena su visualizado completo. Los acontecimientos entonces sorprenden con un giro bastante inesperado que cambia por completo la temática de la película. El entorno del grupo de amigos se abre a una problemática mucho más amplia que da consistencia a todo lo que antes no lo tenía. A todo ello contribuye los breves pero intensos acordes que introduce Ben Lovett, que van ganando en intensidad cuando todo parece venirse abajo por la ya clásica desesperación del callejón sin salida.
En conclusión, David Bruckner debuta con una película irregular que solo parece brillar cuando todo está vendido. "El Ritual" es una buena propuesta dentro de un catálogo que no ofrece demasiadas opciones para los forofos del terror psicológico. No obstante, se siente como una oportunidad perdida que podría haber llegado a ser mucho más si se hubiera planteado de una manera distinta. ¿Merece la pena pasar un rato en el bosque? Definitivamente sí, pero solo si consigues no dormirte hasta que llega lo interesante.
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