Crítica de UglyDolls: Un alegato a favor de la diversidad

No hay que buscar tejemanejes narrativos ni historias edulcoradas disfrazadas de moralina para crear una película inspiradora. El público infantil no demanda grandes epopeyas, solo historias sinceras y coherentes. Suena fácil, pero Hollywood se ha pasado los últimos años intentando más englobar a mayores y pequeños bajo el mismo pastiche de ideas remezcladas, que apelando a la lógica. A "UglyDolls" no le importa no reinventar nada, ni sorprender a los sectores más exigentes con la animación. Sabe lo que quiere, y lo persigue mirando siempre de frente a las ideas que da forma.

Kelly Asbury recoge toda su experiencia en la animación y la deposita en un universo colorido y cálido. Aquí no hay sitio para el drama inspirador de "Spirit", o para la comedia irreverente de "Shrek 2" -ambas cintas capitaneadas por ella-, solo queda espacio para buscar la simplicidad y el efectismo. Y eso es precisamente lo que le facilitan David Horvath y Sun-min Kim con su trabajo; un guion increíblemente limpio y ordenado en el que las tramas están dirigidas hacia un mismo punto.

En la adorablemente diferente ciudad de Feolandia, lo raro es celebrado, lo extraño es especial y la belleza es abrazada como algo más que simple físico. Aquí, la enérgica Moxy y sus amigos viven todos los días en un torbellino de felicidad, dejando que sus banderas raras ondeen en una celebración a la vida y a sus infinitas posibilidades. Sin embargo, empujados por la joven muñeca, un grupo de valientes saldrá de su zona de confort para conocer el mundo exterior. Durante el camino se enfrentarán a lo que significa ser diferente, lucharán contra su deseo de ser amados y, en última instancia, descubrirán que no hay que ser perfecto para ser asombroso.

"UglyDolls" es en la forma una aventura clásica con tintes cómicos protagonizada por unos juguetes cuya particularidad principal es que son imperfectos. La sociedad -alegoría del capitalismo- les ha desechado por no cumplir con los cánones de belleza, y estos han terminado creando su propia ciudad en la que poder vivir. De esa premisa aparentemente patillera ( con paralelismos con "Toy Story" para los más despistados) nace un relato que choca frontalmente contra los estereotipos, y que persigue ante todo dibujar un mundo en el que las apariencias físicas no condicionan las metas vitales ni las relaciones sociales.

Ese cóctel naíf se puede ver pervertido fácilmente si no se establece una balanza moral maniquea. Un adjetivo que en cualquier otra situación arrastra connotaciones negativas, pero que en el caso de una cinta infantil como esta es absolutamente prioritario. Asbury no tarda ni 10 minutos de metraje en dejar bien claro qué es lo correcto y qué no lo es, configurando un esquema en el que es sencillo calificar a los personajes de buenos o malos. La cinta en ese sentido apuesta siempre por los absolutos, haciendo de Moxy una protagonista transparente y de Lou un villano de pacotilla. Los clichés cumplen su función.

"UglyDolls" echa mano de todos los reduccionismos posibles para conectar con su target. Cuanto más se parece los muñecos a los espectadores, mayores posibilidades hay de que el mensaje cale. Y es que a esta película al final poco le importa narrar una historia (poco memorable y con algún que otro problema de ritmo). Las escenas no responden a la construcción narrativa de una aventura distinguible, sino a la confección de ese espíritu pedagógico. Ahí es donde se hace fuerte; demostrando que cada uno somos diferentes, y que eso está bien. Que la perfección que nos llega desde el marketing es falsa y que nunca debe ser un ideal a alcanzar.

Se podría haber exigido un poco más de ambición por parte de los guionistas para dejar algo más de poso. Sí, pero en última instancia nos encontramos con un producto muy efectivo. No por su apartado de animación -algo pobre y poco inspirado-, sino por el carisma de sus personajes y por el peso de la música en la historia. Es habitual que las canciones tengan cierto protagonismo en películas dirigidas a público infantil, pero "UglyDolls" va un paso más allá. Se apoya en las secuencias musicales no como cápsulas insertadas de forma artificial, sino como palancas narrativas.

Los temas tienen sentido en la evolución de Moxy y sus compañeros. Dicen casi más de ellos que los propios diálogos. Con eso en mente, no resulta extraño que nos topemos con una canción cada dos escenas, y que algunos tramos de la película bastante importantes se resuelvan con notas musicales. Pero al contrario de lo que podría parecer, este planteamiento no resulta cargante. Las composiciones son amenas y están representadas con coreografías muy originales que logran escapar de esa estridencia tan molesta y habitual en el género. Quizás se echa en falta la presencia de alguna composición pegadiza que sirva como leit motiv comercial, pero en términos generales la track list es consistente.

No será la gran joya de animación del año, ni probablemente se recuerde dentro de una década, pero "UglyDolls" cumple con creces un objetivo aparentemente sencillo. Cierto es que el público más adulto puede quedar en el limbo al no conectar con la trama, pero los más pequeños tienen ante sí un mundo de posibilidades que a cualquiera le hubiera gustado visitar antes de tener que enfrentarse a la complicada realidad.