Napoleón, dirigida por Ridley Scott, ofrece una visión fascinante de la vida del emperador francés, desentrañando tanto sus triunfos militares como su compleja relación con Josefina. Sin embargo, la película deja al público con la pregunta inevitable: ¿Qué sucedió con Napoleón después de los eventos narrados en la pantalla, y cómo llegó a su fin?
La respuesta a esta incógnita se encuentra en los últimos seis años de la vida de Napoleón, marcados por un exilio en la remota isla de Santa Elena. Este destierro fue consecuencia de su derrota en la batalla de Waterloo en 1815, donde las fuerzas británicas lo capturaron después de una resistencia final. Este período de exilio fue una especie de penitencia por sus acciones, ya que el gobierno británico no permitió que permaneciera en suelo inglés. Así, Napoleón pasó sus días en una isla bajo control británico, alejado de los campos de batalla que alguna vez dominó.
En los últimos años de su exilio en la isla de Santa Elena, Napoleón experimentó una existencia marcada por la soledad y la reflexión. Alejado de los tumultuosos campos de batalla, el emperador francés encontró consuelo en la compañía de unos pocos seguidores leales y en la redacción de sus memorias. Su confinamiento, aunque tranquilo en comparación con sus años de campañas militares, no estuvo exento de dificultades. La relación con los guardianes británicos y la constante vigilancia aumentaron la sensación de confinamiento, convirtiendo la isla en una prisión.
En lo que respecta a su muerte, la película revela que Napoleón falleció a la edad de 51 años en 1821. Contrario a la imagen de un final trágico en el campo de batalla, su tiempo en Santa Elena fue mayormente pacífico. Sin embargo, la causa exacta de su muerte ha sido objeto de debate persistente entre los historiadores. Aunque algunos han sugerido que sucumbió al cáncer de estómago, otros han planteado la posibilidad de una úlcera estomacal como la principal responsable de su fallecimiento.
Así, la figura enigmática de Napoleón Bonaparte, representada magistralmente por Joaquin Phoenix, se apagó en la tranquilidad de su exilio, lejos de los estruendos de la guerra que definieron su existencia. La película de Ridley Scott, al ofrecer una visión completa de la vida del emperador, culmina no sólo con su derrota en el campo de batalla, sino con su retiro forzado y la eventual extinción de una figura que dejó una marca indeleble en la historia.
Tras el divorcio de Napoleón y Josefina en 1809 debido a la falta de un heredero, la emperatriz viuda se retiró a su residencia en el Château de Malmaison. Aunque ya no llevaba la corona imperial, Josefina mantuvo su posición en la alta sociedad y se convirtió en una figura influyente en la vida cultural de la época. Su amor por las artes y la jardinería se convirtió en una parte integral de su vida cotidiana. Josefina fallecería poco después, en el año 1814, debido a complicaciones de un resfriado, mientras Napoleón estaba desterrado en la isla de Elba.
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