Desde que John Krasinski estrenó hace varios años Un lugar tranquilo, muchos han asegurado que esta película es una de las mejores del género de terror de las últimas décadas, y ahora que ha llegado a los cines su secuela, podemos decir sin lugar a dudas (o al menos, desde mi humilde punto de vista) que esta IP es esencial para comprender la evolución de la industria cinematográfica en lo que a infundar de miedo al público se refiere.
Ahora bien, un servidor tiene claro que lo que me mola de Un lugar tranquilo se puede resumiré en unas pocas líneas, y es que esta saga tiene toda la pinta de reventarlo poco a poco, sin hacer mucho ruido (chiste fácil, lo sé), pero llamando la atención del público que no se siente atraído por el terror más puro que sí podemos encontrar en otras marcas como Expediente Warren. Ahí van mis razones por las que esta franquicia es la mejor de las de su género a día de hoy.
Alien supo reinventarse a la hora de presentar una criatura mastodóntica y casi invencible como máximo exponente del terror en una nave espacial; lo mismo ocurre ahora con Un lugar tranauilo, ya que me darás la razón en que este tipo de cine utilizaba mucho el sonido para provocar repullos más o menos conseguidos, y John Krasinski tira de esta cuerda para jugar con todo lo contrario, con los silencios más largos que jamás hemos visto en la gran pantalla en lo que a cine comercial se refiere. Creedme, hay escenas que acojonan, y de qué forma.
El mayor problema que me he topado siempre que voy a ver una película de terror es que los actores parecen no creerse sus diálogos, y el problema realmente no es de ellos; muchos les criticamos, pero los causantes de que esto ocurra son los guionistas. En Un lugar tranquilo, al igual que en Expediente Warren, las actuaciones están a la altura gracias a un texto escrito con maestría, sin grandes agujeros que hagan caer el arco argumental hacia los infiernos, y con una trama que dentro de la fantasía que padece, resulta muy creíble por la evolución de cada rol.
Y es que Un lugar tranquilo es de esas producciones que hay que ver en la gran pantalla, y ahora que se ha estrenado su segunda parte, es una buena oportunidad para ver la primera parte en Netflix, plataforma en la que está disponible, y poder disfrutar en las salas de una secuela que mejora a la anterior entrega casi en todo. Un apartado técnico sobresaliente, un sonido a la altura y sustos muy, muy conseguidos. Terror del bueno.
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