La industria del anime es una vieja amiga del crunch. Sí, ese término popularizado durante los últimos meses en el sector del videojuego no es nuevo en el ámbito laboral. Y Japón, abanderada de la cultura del esfuerzo, no es precisamente el adalid de las buenas prácticas empresariales. Durante los últimos años no pocos estudios de animación han sido denunciados por abusos hacia los trabajadores; desde el más pequeño hasta entidades como Wit Studio o Madhouse.
La polémica con esta última saltaba el pasado abril, cuando un asistente de producción se unió a un sindicato de trabajadores (equivalente en funciones a la organización obrera en Occidente), para demandar el pago de cientos de horas de trabajo extralimitadas de su contrato con la compañía. El monto ascendía hasta las 393 horas extra, y el pago equivalía a cero.
Siguiendo la idiosincrasia nipona, Madhouse no tardaba en responder a la denuncia justificándose y prometiendo cambios. Medidas que dos meses después siguen sin llegar. Y es que esta misma semana Mizue Ogawa, una animadora freelance reincidía en las mismas quejas aireando el problema en redes sociales.
"Un asistente de producción de cierto 'M' estudio me ha dicho que todavía trabaja a medianoche. Cuando le pregunté acerca de las reformas en las condiciones laborales, me dijo que el caso solo refería a las declaraciones del antiguo ayudante de producción, y añadía que el asunto aún estaba en plenas negociaciones. En otras palabras…. no ha cambiado nada en absoluto."
El 5 de abril, una asistente de producción de Madhouse se afilió a un sindicato y comenzó un proceso de negociación colectiva. La asistente anónima busca una compensación por las horas extraordinarias no pagadas, así como una disculpa por las diversas formas de acoso de poder mediante las que fue tratada.
Con esta noticia se refuerzan los prejuicios sobre una industria que responde a la cultura del trabajo que impone la tradición japonesa. El sentimiento de grupo (binomio uchi-soto) unido a los endiablados ritmos de producción a los que se atiene la industria de la animación, han servido de amparo para que decenas de estudios exploten a sus trabajadores.
Antes de caer en el karoshi (過労死, muerte por exceso de trabajo) muchos profesionales han ido abandonando el medio en busca de formas de vida menos agresivas. La situación no parece que vaya a mejorar pronto. Y es que sin consciencia no hay cambio posible, y a día de hoy este tipo de prácticas siguen estando aceptadas en todo el país.
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