Análisis Fallout 4: Wasteland Workshop
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Análisis Fallout 4: Wasteland Workshop

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Fallout 4 sigue representando uno de los títulos más maduros de la compañía en muchos aspectos. Bethesda siempre ha sabido recopilar muchas facetas dentro de un mismo producto sin alterar gravemente el componente principal, siendo la supervivencia primitiva en este caso. Con un progreso muy definido en todos los juegos que componen la saga, Fallout se ha asentado debidamente en la nueva generación, con grandes nominaciones y galardones. Pero, una de las facetas más desenfadadas que entraña el juego son los asentamientos; la posibilidad de decorar a nuestro gusto diferentes localizaciones que nos pertenecen. Y potenciar esa vertiente es la tarea principal del nuevo DLC de Fallout 4, Wasteland Workshop.

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Como todo buen habitando del Yermo conoce, la inclusión de los asentamientos, característica algo tanteada en Skyrim, ha supuesto un prisma innovador dentro del espíritu solitario y decadente que representa esta saga postapocalíptica. Guste o no, Bethesda ha optado por erigir unas bases creativas donde el tiempo trascurre sin presiones ni peligros. Los asentamientos son enclaves donde se establecen colonias y fragua una comunidad, siendo nosotros los artífices del progreso y los economistas que dirijan el mercado. La compañía ha nutrido este apartado con nuevos componentes para modificar los asentamientos mediante actualizaciones, pero esta vez golpea fuerte e innova diseñando una pequeña expansión enfocada a este aspecto del juego.

Como novedades generales y más insignificantes encontramos la adición de más objetos. Las nuevas herramientas y materiales disponibles tienen un acabado más lúgubre, ya que la intención del DLC es alterar la tranquilidad idiosincrásica de los asentamientos con la intención de recrear campos de batalla (arenas) así como capturar cruentas bestias y despiadados saqueadores. Es por ello que, además de nimiedades como autobuses deteriorados y nuevos decorados, se habilitan objetos confeccionados para urdir planes de tortura como enfrentamientos entre un aliado y un sanguinario -a través de dos objetos que marcan equipo azul y rojo- ,o crear un campo de tortura con las nuevas y truculentas trampas donde experimentar con saqueadores y otros asesinos del Yermo.

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La mecánica precisa paciencia, ya que las trampas -con cebos como droga para saqueadores- requieren materiales específicos, y algunos no están a disposición inmediata. Los tipos de jaula donde atrapar saqueadores o bestias varían de tamaño y requisitos en función de la envergadura de la presa. No es lo mismo cazar a un yao guai que a una mutaracha. Una vez dispuestas las trampas, deberemos esperar un margen de unos siete días hasta que la presa caiga en nuestro cepo. Una vez conseguido, el DLC añade dos nuevos utensilios cuya función radica en domesticar a las bestias y sosegar a los paisanos. ¿Para qué? Simplemente para evitar una carnicería antes de pergeñar la arena.

Una de las peculiaridades que aportan estas inclusiones es la intranquilidad de cautivar a un saqueador o a un artillero, ya que su reclusión acarreará a más enemigos que tratarán de liberar a su aliado a toda costa. Estos descalabros pueden conllevar muertes, condición que bajará la felicidad de los asentamientos, por lo que se recomienda tener altos niveles de vigilancia y artillería antes de embarcarse en la desternillante aventura de apresar enemigos. Pero una vez obtengamos todos los requisitos, el resultado es muy satisfactorio y divertido -hablo desde el juego, no soy partidario de estas atrocidades en la vida real-.

Wasteland-Workshop Fallout 4

Pero vayamos a la pregunta seria, ¿para quién está enfocado este DLC? Principalmente debo señalar que no aporta ningún valor narrativo al juego. Lo que ofrece el contenido es meramente creativo, principalmente enfocado a ese público que, sin renunciar a la esencia del juego, encuentran fascinación en el aspecto más hogareño del juego. La duración dependerá de las genialidades que se nos ocurran, aunque una vez programadas unas pocas arenas y algunos campos de tortura, la monotonía empieza a emerger. No obstante, por el precio que vale -4,99 euros-, merece la pena distenderse de la rigidez del Yermo y saborear otra cara del juego que ha sabido aprovecharse sustanciosamente.

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