Vale, esto es algo que me he preguntado más de una vez: ¿por qué Joker, de entre todas las opciones posibles, se viste de payaso? Es uno de los villanos más icónicos, no solo en los cómics, sino también en el cine, y lo primero que piensas cuando lo ves es en su maquillaje de payaso, su risa maníaca… Todo ese rollo que ya conocemos. Pero, siendo sinceros, ¿qué tiene que ver un payaso con ser el mayor enemigo de Batman?
La cosa es que no es solo un look extravagante. Joker no elige esa apariencia por casualidad. Es el caos hecho persona, y ser un payaso es justo la representación perfecta de eso. Un payaso rompe con las normas, no sigue las reglas, y de alguna manera, su misión en la vida es subvertir todo lo que se espera de él. Joker hace lo mismo, pero a un nivel mucho más oscuro y retorcido.
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Piensa un momento en los payasos. No los payasos terroríficos de películas de miedo, sino los payasos de circo, los de verdad. Su trabajo es hacer que las cosas salgan mal, que te rías de lo absurdo. Siempre han sido personajes que están al margen de las reglas. Y ahí está la clave: Joker coge esa idea y la lleva al límite. Su idea no es solo hacerte reír, sino hacerte ver que nada importa. Las reglas, la moralidad, la justicia… todo es una gran broma para él.
Por eso tiene todo el sentido que Joker sea un payaso. Su maquillaje es su manera de decirle al mundo que no se toma nada en serio, que lo que para otros es sagrado (como la ley o el orden), para él no tiene ningún valor. Es su manera de burlarse de todo.
Esto viene de muy atrás, de las épocas en las que los bufones en las cortes decían verdades que nadie más se atrevería a decir. Eran los únicos que podían burlarse de los reyes y salirse con la suya. Joker hereda esa tradición. Lo que pasa es que, en vez de hacer bromas inofensivas, va a lo grande: se burla de la sociedad, del orden y, por supuesto, de Batman.
Y esa es una de las cosas que lo hacen tan genial como villano. No le importa romper las reglas, y lo peor (o lo mejor, según cómo lo veas) es que lo disfruta. Cada vez que se ríe en la cara de Batman, está dejando claro que, para él, la vida es un chiste, y cuanto más cruel, mejor.
Y ahora vamos a lo más profundo. Porque, aunque siempre vemos al Joker riendo, en realidad está reflejando algo mucho más oscuro. Si te fijas bien, hay un paralelismo con esa idea del “payaso triste”, el que esconde su dolor detrás de una sonrisa pintada. Pero claro, Joker no solo esconde su dolor, lo transforma en algo destructivo.
La primera película de Joker lo dejó clarísimo. Arthur Fleck, antes de convertirse en Joker, es un tipo roto, marginado por la sociedad. El maquillaje de payaso no es solo un disfraz, es su manera de liberarse de todo lo que le duele. Es su forma de decir: “Ya nada me importa”. Su transición al Joker es ese salto hacia el caos total, y el hecho de que lo haga con una sonrisa pintada en la cara es lo que lo hace tan perturbador.
Ahora, con el lanzamiento de Joker: Folie à Deux, la cosa promete ponerse aún más interesante. El título lo dice todo: Folie à Deux (locura compartida en español). Aquí es donde el concepto de payaso toma otra dimensión. Ya no es solo el Joker el que está fuera de control, sino que su locura empieza a contagiarse a otros, especialmente a Harley Quinn.
Lo que veremos en esta secuela va más allá del payaso individual que desata el caos. Ahora su locura es como un virus, capaz de transformar a cualquiera que entre en su órbita. Y eso es lo que hace que la figura del payaso en Joker sea tan potente. No solo se ríe del mundo, sino que es capaz de arrastrar a otros a su juego macabro.
La risa del Joker es su firma, pero también es su arma más poderosa. Y no me refiero a que te mate de risa (aunque en su mundo, eso tampoco es tan descabellado). La risa es su manera de desarmar psicológicamente a todos los que lo rodean. Mientras Batman se toma todo en serio, él lo ve como una gran broma, y esa diferencia es lo que lo hace tan peligroso. Para él, la vida es un chiste retorcido, y la risa es la única respuesta válida.
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