
A veces el punto de partida de una historia se encuentra desprovisto de esa epicidad tan característica en la literatura fantástica, y el mío con Dragon Quest es uno de los mejores casos que se me ocurren para ejemplificar esta contradicción. Por azares del destino, mi primer juego de la saga fue Dragon Quest: Builders y, desde ahí, di un salto con triple tirabuzón tras otro de una obra a la siguiente en un paradójico viaje hacia atrás en el tiempo: Dragon Quest XI, Dragon Quest III HD-2D Remake y Dragon Quest I&II HD-2D Remake...
Así que ese es el punto exacto del camino en el que estamos ahora: frente a Dragon Quest VII Reimagined y al borde de seguir hacia delante con esta visita a los clásicos de Square-Enix desde el más puro momento presente. No hay dudas con respecto a su calidad: ha superado mis expectativas. Pero, en cambio, también me ha dejado en la cabeza otra pregunta: ¿está la compañía japonesa haciendo demasiados remakes?
La principal novedad de Dragon Quest VII Reimagined tiene que ver con que el estilo artístico y el apartado técnico del juego original ha sido completamente renovado para seguir los estándares modernos. No obstante, Square-Enix ha optado por ejercer un importante cambio estético frente a los remakes previos que ha hecho de otras obras de la franquicia.
En este caso, el característico sistema visual HD-2D, protagonizado por esa mezcla entre pixel-art, entornos en tres dimensiones e iluminación de corte realista, se ve sustituido por un estilo empeñado en hacer que todo el juego se corresponda con una suerte diorama gigantesco. Algo necesario en cuanto a que este remake es reflejo de una época distinta a la de los anteriores y, sobre todo, a no repetir un patrón visual que caería en una reiteración excesiva de la misma idea que ofrecían los anteriores.

Tiene sentido en cuanto te paras a pensarlo: hacer que los modelados 3D de un título que salió para PS1 pasasen a tener una estética pixel-art hubiera supuesto una repetición en cuanto a filosofía estética, por lo que Square-Enix ha encontrado una solución perfecta en este recurso. Y lo mejor de todo es que esto se puede resumir en algo con lo que todos hemos soñado cuando éramos pequeños: es como si las figuritas que tienes de Dragon Quest cobrasen vida y sus aventuras tuvieran lugar sobre una maqueta a escala recreada con materiales de papelería.
¨Si algo no está roto, no lo arregles¨. Esa es la filosofía que Square-Enix habría seguido con Dragon Quest VII Reimagined en cuanto a mejorar la jugabilidad del juego original haciendo que siga el mismo camino que Dragon Quest III HD-2D Remake y Dragon Quest I&II HD-2D Remake. Por tanto, parte de las mejoras de esta reimaginación de la séptima entrega de la saga reman hacia el mismo objetivo: deshacer el componente arcaico del título original a través de modificaciones que no alteren demasiado su núcleo jugable. En este sentido, destacarían dos aspectos:
Estoy divido en dos frente a lo que he podido probar de Dragon Quest VII Reimagined. Por un lado, este remake es justo lo que podría pedir de él y, por otro, no puedo evitar pensar en ese Dragon Quest XII que Square-Enix no termina de enseñar nunca. Por un lago siento que he jugado al mismo juego hasta en tres ocasiones distintas durante el último año y medio (por sus similitudes estructurales con Dragon Quest III: Remake y Dragon Quest I&II Remake), pero por otro soy lo bastante honesto conmigo mismo como para saber que lo disfrutaré de lo lindo a principio a fin.
Y quizás es ahí donde resida la verdadera magia de este Dragon Quest VII Reimagined, en qué es justo lo que esperabas de él y, al mismo tiempo, te deja con la necesidad de algo más. No creo que haya mejor elogio para una saga tan longeva, pero me preocupa que Square-Enix esté disparando todas las balas que tenía en la recámara demasiado rápido. Supongo que saldremos de dudas el próximo 5 de febrero de 2026.
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