Splatoon es una de las franquicias más exitosas en la actualidad gracias por su adictiva mecánica basada en pintar más zona que tu enemigo (con variantes en función del modo de juego); una mecánica que bien ha podido ser trasladada desde De Blob, la menos conocida saga de THQ Nordic que, a su vez, podría haber cogido su idea de Super Mario Sunshine. Sea como sea, pintar el territorio del juego es algo que viene de lejos, pero cada uno lo llevaba a su terreno.
Mientras Splatoon se centra más en el competitivo y en la acción, De Blob se lleva la mecánica a las plataformas más modernas. Así es: aún a día de hoy sigue gustando mucho la jugabilidad de este videojuego de THQ Nordic aunque su refinada secuela no la hemos podido analizar aún para Nintendo Switch. Este port, que llega a la plataforma en escasas horas, recupera un videojuego que en su momento vendió bastante en Wii y, quien sabe, quizás es el intento de la marca por tantear el terreno para preparar una tercera parte que llegue a la actual generación.
El color es uno de los elementos más importantes en nuestras vidas: en muchos casos los anima un día triste; en otros, llevar una camiseta colorida representa que estamos bien de ánimo. En cambio, los habitantes de Chroma ya no son los mismos: mientras que su ciudad estaba rebosante de color, ahora, por culpa de la corporación INKT, esto se ha terminado. Todo es de blanco y negro debido a una dictadura de esta empresa que quiere que todo rastro de color sea erradicado. En cambio, aquí tenemos para cambiar el rumbo de la historia a Blob, nuestro protagonista.
Esta bola no es de nuestro mundo: es un extraterrestre que tiene un objetivo, ir por las diferentes ciudades del reino de Chroma para ir devolviendo el color a las estructuras grisáceas que a impuesto la corporación INKT. La historia, fuera de esta premisa, es muy diluida y no es importante: la jugabilidad cobra todo el protagonismo en una aventura con reminiscencias a la saga Katamary, por poner un ejemplo. Solo hay una premisa argumental que nos conduce hacia un desenlace, y un protagonista que inundará toda la ciudad de colores: tanto primarios como secundarios.
Blob es una bolita que va subiendo por las diferentes plataformas y que es capaz tanto de pintar con los tres colores primarios (rojo, amarillo y azul) y con los colores secundarios resultante de la mezcla de estos. Aunque la bola protagonista va pintando todo lo que encuentra por su paso, incluyendo las carreteras y aceras (deja un rastro de pintura allá por donde pasa), lo cierto es que son las estructuras geométricas como los edificios los que deben ser pintados en las diferentes misiones que se nos va adjudicando. Misiones que suelen contar con un límite de tiempo que nos va dirigiendo en pequeños niveles más o menos abiertos.
Cuando vamos dando color a las diferentes estructuras, el juego nos ofrece puntos como recompensas. Estos puntos sirven no solo para tener la mejor puntuación en cada nivel, sino para ir desbloqueando nuevas zonas que están limitadas por una cifra. Las misiones suelen ser poco variadas, aunque no aburren en ningún momento: ve a este sitio, pinta este edificio o llena de color una zona determinada. La poca variedad de objetivos se ve ayudada de una progresión cuidada con una curva de dificultad muy bien medida: mientras que los primeros niveles son asequibles, no así ocurre con los últimos. Hay un reto por delante incluso para los jugadores más avezados.
Lo genial de la propuesta jugable, que como decimos, en el control puede parecerse a Katamari, es que crea un nivel de adicción en el jugador enorme. Siempre queremos seguir jugando puesto que todo funciona, incluyendo la cámara. Ir llenando de color ciudades que antes vivían en blanco y negro es gratificante. Es cierto que hay algunos elementos que son mejorados en su secuela, por lo que cuando llegue a Nintendo Switch los jugadores que prueben la franquicia por primera vez lo comprobarán.
De Blob era ya un videojuego que en su versión original lucía muy bien gracias a su cuidada línea artística pero es cierto que Wii no daba todo lo que tenía que dar en cuanto a potencia gráfica: es algo que se ha solucionado en esta nueva versión, con un apartado técnico cuidado y que no deja problemas de rendimiento graves (algún que otro tirón de vez en cuando, que no afecta a la jugabilidad). Tampoco encontramos un gran número de dientes de sierra, que si tenía la versión original.
En cuanto a la banda sonora, sigue permaneciendo igual. En el apartado sonora no hay mejoras destacables, aunque tampoco es que se necesite. Es funcional y cumple para avanzar fase a fase.
Este port era necesario: ya hemos disfrutado de la primera y segunda entrega en la presente generación con otra adaptación bastante cuidada, pero Nintendo Switch está ayudando a proyectos independientes o antiguas joyas con grandes resultados en ventas. Es por ello que De Blob tenía que ser lanzado en la plataforma. Sigue siendo un gran videojuego que debería tener tercera entrega y su desembarco en la plataforma es bueno, con un buen apartado gráfico y una jugabilidad que sigue siendo muy actual.