Cuando hablamos de sorpresas, Original Journey se erige como una. Esta creación, que es la primera obra de Bonfire Entertainment, comienza de forma modesta y sencilla, sin mayores pretensiones e, incluso, monótona en ocasiones; sin embargo, paulatinamente, va asentando una aventura realmente atrapante, una pieza in crescendo que, llegada a su culmen, permite echar la vista atrás y afirmar lo que el propio título de la misma plantea: es un viaje singular.
Con una propuesta divertida, una historia con mucha más sustancia de la esbozada en su génesis y una buena dosis de contenido, el trabajo del novato estudio merece un entrañable reconocimiento pues, a pesar de sus limitaciones y de detalladas carencias en ciertos enfoques mecánicos, su primogénita logra alzarse con el calificativo de recomendable, especialmente por un aura distintiva que, en sus mejores momentos, irradia mimo y esfuerzo.
En una localización lejana, al borde de los confines del universo, se sitúa el Planeta Sombra: un mundo sumergido en la desolación por una fuerza desconocida que, otrora, arrasó con sus habitantes. Un poder, según narran las historias, que es emanado desde la Piedra Sombra, un extraño artefacto con propiedades más allá del entendimiento de las civilizaciones capaz de lograr las más grandes hazañas gracias a una inconmensurable energía, pero resguardada en lo más recóndito de su núcleo.
Por nuestra parte, nosotros somos un soldado raso de la raza Ato, una raza espacial milenaria que, pese a sus magnas capacidades tecnológicas y de combate, se embarca en un viaje hacia el enigmático orbe para salvar su moribunda tierra natal en un perentorio intento por adjudicarse el supuesto poder que en él yace. No obstante, de la mano de diversos personajes secundarios con una personalidad bien exteriorizada y miles de soldados, nos enfrentaremos a múltiples abominaciones a lo largo del recorrido, aunque siempre desconociendo que el verdadero mal está más allá de lo que se nos muestra.
Dejando de lado un inicio sumamente pausado, la historia va cobrando fuerza ya avanzados en la trama, exhibiendo desenlaces y situaciones que, definitivamente, sorprenden respecto a lo que, en un principio, se logra inferir de su composición. Más allá de no hallarnos ante un pináculo guionístico, y de presentar ciertos clichés ineludiblemente notorios, el resultado global determina que Original Journey ofrece un motor para su jugabilidad realmente atractivo, haciendo que las aproximadas ocho horas de juego que alberga sean bastante amenas.
De la mano de la narrativa, las mecánicas del título nos llevan a desarrollar constantes enfrentamientos contra hordas de monstruos que, poco a poco, aumentan en cantidad y variedad. La obra se maneja a través de un sistema de disparos en scroll lateral, donde suplantan la capacidad de apuntar las armas por una línea horizontal y estática que nos obligará a estar en constante movimiento, dotándolo de un sentido plataformero que, si bien al comienzo es incómodo, mejora su aplicación tras adaptarse a él.
Asimismo, el juego cuenta con una deposición procedural que hace cambiar cada zona tras cualquier iteración. Dentro de un rango de cuatro mundos distintos, cada uno con su respectivo jefe final, tendremos que hacernos paso a lo largo de diversas fracciones del mapa -desconectadas entre sí, pues nos movemos entre una y otra gracias a un dron- para lograr los objetivos que se nos encomiendan, normalmente situados en un rango que va desde la sexta hasta la décima partición para su cumplimiento.
En tal sentido, pese a que es efectivamente entretenido -de la misma manera, mejora considerablemente luego de alcanzar cierto nivel-, la organización del entorno lo dota de una homogeneidad sumamente rutinaria, especialmente cuando la misión en cuestión implica lidiar con el encuentro máximo de cada universo pues, en caso de morir, eventualidad recurrente al menos en el primer tramo, tendremos que volver a atravesar las mismas zonas hasta nuestro destino, lo cual es exponencialmente soso incluso a pesar de las modificaciones que la proceduralidad ejerce.
Aunque, como todo lo demás, es un mal que, si bien molesto, se difumina con el paso del tiempo. La curva de dificultad se sitúa en un punto alto al comenzar pero, a medida que subimos de nivel y aumentan nuestros puntos de vida, ataque y suerte -factor que aumenta el drop de Cristales, la moneda del juego y, a su vez, objeto de curación-, se estabiliza en un punto céntrico que da pie a un equilibrio agradable; no es extremadamente sencillo ni es complicado hasta la extenuación, tan sólo implica un uso adecuado de las numerosas herramientas que Bonfire otorga.
Una amplia cantidad de posibilidades que, traducidas en armas y armaduras, amplían la rejugabilidad en una importante magnitud. Respecto a las primeras, todas son fácilmente distinguibles entre sí y cuentan con sus propios pros y contras que definen nuestro estilo de juego, mientras que los blasones, además de aportar un fenomenal sentido estético al avatar, también ostentan sus beneficios y desventajas propias, incluidos chips que permiten mejorar las estadísticas, convergiendo así en un régimen muy bien creado. Tomando en consideración que, en orden para conseguir nuevo equipamiento, tendremos que buscar específicos componentes que arrojan los enemigos, se invita al usuario a continuar avanzando aun si se ha finalizado la misión preponderante, de modo que se extiende la vida útil del título sin necesidad de recurrir a movimientos más artificiales como el previamente mencionado sobre la sobreexplotación de zonas.
Otras características como el despliegue de torretas -ofensivas y defensivas, que se desbloquean conforme avanza la campaña principal-, contadas misiones secundarias con recompensas, la potestad de medir nuestro progreso -asesinatos, muertes, Cristales recogidos- y, en general, las acordes sensaciones que se generan a la historia, cuyo trasfondo y mensaje son, nuevamente, además de profundos, fieles representaciones de nuestras andanzas mecánicas, hacen de Original Journey no un producto perfecto, pues dista de serlo por razones de peso, la eventual monotonía siendo la principal, sino una obra especial, un producto que, más allá de errores, logra cautivar también por motivos de calibre.
Como bien ya habrán podido apreciar de las imágenes previamente anexadas, cuando hablamos en términos visuales, poco hay que imputar a esta producción de ciencia ficción. Con unos entornos preciosamente logrados, junto a unos enemigos con extensas cotas de peculiaridad, se nos deleita el sentido óptico a través de una puesta en escena realmente sinfónica, dibujada a mano con precisa delicadeza y con efectos, tanto de los adversarios como de nuestras armas, fácilmente diferenciables en el marco de los a veces enrevesados combates que llevaremos a cabo. Mención especial merecen los trajes disponibles para nuestro avatar, los cuales son variopintos y cumplen una función visual que nos deslinda de los demás agentes y crea la sensación de progresión que tan bien le sienta al juego, la cual se suma a la magnífica banda sonora que, juntas, pese a que se añora mayor cifra de ejemplares para evitar la repetición, crean un agradable conjunto.
Por otra parte, el ámbito tecnológico del juego se presta a ser menos sólido. Además de determinadas ralentizaciones en la estabilidad de la imagen durante los combates más poblados, el inconveniente más problemático recae en la excesiva cantidad de pantallas de carga. Aunque éstas tienen una duración ínfima, hacen acto de presencia en todos los desplazamientos de una zona a otra, seccionando progresivamente la sensación de conexión que, en todo lo demás, logra con creces. La mencionada monotonía, de forma parcial, igualmente surge a raíz del número de pantallas negras que experimentaremos en todo momento, motivo por el cual se siente más como una serie de desafíos independientes que como una epopeya construida, menester que resta al acabado global.
Al final del día, con aciertos y errores, Original Journey se lleva consigo un buen calificativo. Aún con la desgana que puede infundir dada la aproximación equívoca a los obstáculos explayados, su concepción global le adjudica adjetivos positivos, una serie de buenas ideas que, ya plasmadas, pudieron mantener la calidad de lo teórico sin requerir de mayores exacerbaciones, simple y llanamente quedándose con lo útil y exponenciándolo desde un prisma que une a su jugabilidad con la historia que narra.
Y ése es, quizá, su punto llamativo: cómo logra comenzar con sutileza y lentitud -más de la que debería, podría decirse- para, posteriormente, hacernos caer en cuenta de que nos hallamos en una embarcación sideral más profunda de lo que parece y que las mecánicas, si bien divertidas y simples, aunado a nuestro rol como avatar, son también parte de esa narrativa. Por dichos motivos, aunque en su posición de producto pueda ser más o menos, lo cierto es que Bonfire ha realizado un trabajo que cautiva, y tal característica nos es suficiente para asegurar que es una obra recomendable.