Captain Blood es uno de esos juegos que pasó tanto tiempo en desarrollo que su lanzamiento genera más curiosidad que expectación. Con sus primeras menciones datando de 2003 y su lanzamiento 22 años después, nos encontramos ante un caso similar al de Duke Nukem Forever: un título que estuvo tanto tiempo en el horno que terminó quemado.
El juego nos sitúa en el Caribe del siglo XVII, donde el protagonista homónimo debe rescatar a una dama llamada Lorraine, secuestrada por piratas españoles. Una premisa sencilla que sirve como excusa para desatar batallas navales y combates cuerpo a cuerpo contra hordas de enemigos.
El sistema de combate de Captain Blood es un descarado intento de copiar la fórmula de God of War con una capa de pintura pirata. Contamos con ataques rápidos y pesados, combos, un modo de furia especial y hasta ejecuciones finales similares a las del título de Santa Monica Studio.
Aunque nuestro protagonista dispone de un arsenal variado que incluye sable, pistola, granadas e incluso la posibilidad de usar temporalmente armas arrebatadas a los enemigos (espadas a dos manos, rapiers, pistolas dobles), el combate resulta repetitivo y aburrido, sin la profundidad ni la satisfacción que ofrecía su inspiración.
La cámara es uno de los grandes problemas del juego, imitando el sistema fijo de los primeros God of War pero sin su precisión. Frecuentemente nos encontraremos luchando contra enemigos que ni siquiera vemos en pantalla, o experimentando confusos cambios de dirección al transitar entre escenarios.
El combate, elemento central de cualquier hack and slash, resulta tedioso y repetitivo. Los enemigos son excesivamente resistentes, lo que convierte cada enfrentamiento en un ejercicio de paciencia mientras repetimos los mismos combos una y otra vez hasta que aparezca el indicador para ejecutar un golpe final.
Visualmente, Captain Blood parece haberse quedado atrapado en la era de PlayStation 2, con un estilo cómico que no consigue disimular sus limitaciones técnicas. Aunque las cinemáticas tienen cierta dinámica y el estilo exagerado de la física de los personajes aporta un toque de locura acorde con el tono general, es imposible ignorar que estamos ante un juego técnicamente obsoleto.
Los escenarios de las ciudades son lo más destacable visualmente, pero los frecuentes glitches y errores (personajes flotando, elementos que atraviesan otros, problemas con las colisiones) evidencian una falta de pulido que resulta imperdonable tras tantos años de desarrollo.
Captain Blood es un título que probablemente debería haberse dejado morir en paz en lugar de ser resucitado décadas después de su concepción. Su intento de replicar la fórmula de God of War carece de la identidad propia y el nivel de pulido necesarios para destacar.
Si eres un amante incondicional de los piratas o coleccionista de curiosidades del mundo de los videojuegos, quizás encuentres algún valor en este título a precio reducido. Para todos los demás, este barco hace agua por todas partes y es mejor dejarlo hundirse en las profundidades del olvido.
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