Mandragora: Whispers of the Witch Tree no te recibe con los brazos abiertos; te arrastra hacia su mundo de lamentos y belleza gótica desde el primer momento. Este híbrido de Metroidvania y Soulslike desarrollado por Primal Game Studio es una experiencia que no busca complacerte, sino desafiarte, frustrarte y, finalmente, conquistarte a través de una atmósfera tan densa que prácticamente se puede tocar.
Tras sumergirme durante más de 25 horas en los reinos malditos de Faelduum, puedo afirmar que raramente un juego logra equilibrar tan magistralmente la belleza artística con la crueldad mecánica. Es como contemplar una catedral gótica en ruinas: absolutamente hermoso, pero recordándote constantemente que la decadencia también tiene su propio esplendor.
Faelduum es un reino agonizante donde cada piedra, cada sombra y cada gota de lluvia cuenta una historia de decadencia y corrupción. Como inquisidor caído en desgracia, tu misión de cazar a la última bruja se convierte rápidamente en algo mucho más complejo cuando descubres que la Entropía se filtra a través de grietas dimensionales, amenazando con devorar la realidad misma.
La narrativa se despliega de manera críptica pero envolvente. No hay exposición gratuita ni tutoriales condescendientes; en su lugar, el juego te obliga a descifrar los misterios a través de diálogos cuidadosamente escritos, objetos dispersos y escenarios que narran historias sin palabras. La posesión parcial del protagonista, que se manifiesta através de voces susurrantes, añade una capa psicológica que mantiene la tensión narrativa constante.
Los NPCs que reclutarás para tu campamento base en el Árbol de las Brujas son genuinamente memorables. Cada uno cuenta con retratos dinámicos de calidad artística excepcional y actuaciones de voz (completamente dobladas excepto en diálogos comerciales básicos) que les otorgan personalidad distintiva. Sus historias secundarias no se sienten como relleno, sino como ventanas hacia la humanidad que persiste en este mundo condenado.
El sistema de combate de Mandragora es deliberadamente punitivo y estratégicamente profundo. La barra de resistencia no es solo una limitación mecánica; es un elemento narrativo que refuerza la vulnerabilidad del protagonista. Cada ataque, esquiva o salto consume energía preciosa, convirtiendo cada encuentro en un cálculo de riesgo versus recompensa.
Las seis clases disponibles (Asesino, Guerrero, Invocador, entre otras) ofrecen estilos de juego radicalmente diferentes. El Nightshade (asesino) se especializa en daño por veneno y movilidad, mientras que el Guerrero prioriza daño bruto y resistencia. Cada clase cuenta con árboles de habilidades extensos que permiten personalización profunda, incluyendo la capacidad de mezclar habilidades de otras clases en niveles avanzados.
Los encuentros con jefes son obras maestras de diseño de patrones. Cada bruja, vampiro o dragón presenta mecánicas únicas que requieren adaptación y paciencia. La dificultad se siente justa pero implacable; los errores se castigan severamente, pero cada victoria se siente genuinamente ganada.
Sin embargo, los enemigos comunes sufren de repetitividad hacia el final del juego. La variedad inicial se diluye cuando los mismos patrones se reciclan en diferentes biomas, y el final presenta desequilibrios de dificultad que pueden resultar frustrantes más que desafiantes.
La estructura de exploración sigue los cánones del Metroidvania clásico, pero con tintes claramente soulslikes. El backtracking no es solo esperado; es obligatorio y frecuente. Las habilidades de movimiento clave (doble salto, planeo, gancho) llegan demasiado tarde en la progresión, lo que significa que revisitarás las mismas áreas múltiples veces antes de poder explorarlas completamente.
Esta decisión de diseño es intencionalmente frustrante. Cuando finalmente obtienes el doble salto o la habilidad de planeo, ya has memorizado cada recodo del mapa, transformando la exploración en trabajo más que descubrimiento.
El daño por caída es excesivamente punitivo para un juego 2D. En títulos 3D, puedes maniobrar en múltiples direcciones para evitar caídas mortales, pero en Mandragora, un dodge roll mal calculado puede enviarte directamente a tu muerte. Esta mecánica se siente desactualizada y artificialmente punitiva.
Mandragora es visualmente deslumbrante. El estilo artístico pintoresco transforma cada pantalla en una obra de arte dinámica. Los campos bañados por el sol se transforman sin transición en alcantarillas húmedas y cuevas envueltas en sombras, creando una sensación de mundo vivo que respira con personalidad propia.
Los retratos de personajes son especialmente impresionantes, con expresiones que cambian dinámicamente durante las conversaciones. La atención al detalle en texturas, iluminación y efectos ambientales crea una inmersión que supera muchos juegos AAA.
La banda sonora acompaña perfectamente con melodías oscuras y atmosféricas que nunca se sienten intrusivas. Los efectos de sonido son impactantes y contribuyen significativamente a la immersión. Las actuaciones de voz son consistentemente sólidas, aunque ocasionalmente caen en diálogos genéricos que rompen la inmersión.
El crafting y mejora de equipo añade capas de profundidad significativas. Las runas permiten personalizar armas y armaduras con estadísticas específicas, mientras que el campamento base funciona como hub central para upgrades y gestión de recursos.
Sin embargo, algunos recursos como tela de lino y piedras de afilar sufren de problemas de disponibilidad que pueden bloquear el progreso temporalmente. Es frustrante cuando el sastre deja de restockear materiales esenciales sin explicación clara. En PC, el juego funciona mayormente sin problemas graves. Caídas ocasionales de framerate durante secuencias con múltiples enemigos y efectos son notables pero no game-breaking. La detección de colisiones presenta inconsistencias menores que pueden afectar la precisión del combate.
Mandragora: Whispers of the Witch Tree es un juego que no busca ser universal. Es deliberadamente nicho, intencionalmente difícil y orgullosamente atmosférico. Primal Game Studio ha creado una experiencia que prioriza la inmersión y la autenticidad artística sobre la accesibilidad masiva.
Para jugadores que buscan desafío genuino, narrativa críptica y mundos que recompensan la exploración meticulosa, Mandragora es prácticamente perfecto. Para aquellos que prefieren experiencias más relajadas o straightforward, este juego puede resultar frustrante.
Es una obra que respeta la inteligencia del jugador y confía en que valorará la belleza gótica por encima de la comodidad mecánica. Un juego que no te quiere feliz, sino despierto, atento y completamente inmerso en su mundo melancólico.
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