Desde joven, soy fanático del conocimiento. Cualquier medio, producto o experiencia que pueda ofrecerme entendimiento se convierte automáticamente en una memoria de inconmensurable valor, porque siempre he anhelado saber más de lo que hoy sé. Incluso, he llegado hasta el extremo de tatuarme 'sabiduría' en griego por todo lo que, para mí, representa su concepto; vivo por conocer, y conozco para vivir. Sin embargo, en el específico marco de los videojuegos, hay un sujeto que me ha ofrecido más que todos los demás: Metal Gear Solid 2: Sons of Liberty.
El 13 de noviembre de 2001, Hideo Kojima y Konami liberaron una obra que, incluso sin ser popularmente apreciada como tal, rompió con tantos estándares como había para romper. El 13 de noviembre de 2021, Ronald Goncalves y Areajugones deciden conmemorar el vigésimo aniversario de la icónica aventura de Raiden, celebrando sus 20 magníficos años de vida y de legado con un artículo en el que recordamos -solo yo, pero colocarlo en plural queda mejor y con más presencia- por qué Metal Gear Solid 2: Sons of Liberty es el mejor juego de toda la saga.
Siendo sucesor de uno de los videojuegos más aclamados y laureados de la historia del videojuego, Metal Gear Solid 2: Sons of Liberty tenía todas las de perder. "Segundas partes nunca fueron buenas", reza el famoso dicho, y Kojima decidió afrontar la presión de su hasta entonces magnum opus de la única forma que su excéntrica mente le permitía: yendo más allá de lo que podíamos imaginar. Como resultado, obtuvimos una obra que, básicamente, es una revolución en sí misma.
Aunque el imaginario colectivo siempre estima a Metal Gear Solid y a Metal Gear Solid 3: Snake Eater como los mejores de la saga, y motivos sobran para hacerlo, Metal Gear Solid 2: Sons of Liberty es, en el peor de los casos, el más único y, en el mejor de los casos, tal y como yo lo considero, el mejor. Y es que, mientras los primeramente mencionados son obras maestras en el sentido convencional de la expresión, el periplo de Raiden es una obra maestra en el sentido más atípico, inusual y singular de la expresión.
Quizá lo hasta ahora escrito sea tan solo una apreciación simplona de las magistrales aristas que componen a Metal Gear Solid 2: Sons of Liberty, y evidentemente tomaría un análisis mucho más profundo para comprender por qué es la inigualable pieza artística que es, mas mi objetivo no es justificar el valor de su existencia sino celebrarla. Sons of Liberty es la clase de videojuegos que resultan necesarios para el crecimiento de la industria, porque trasciende de todo statu quo y oblitera los cánones de lo aceptado, siendo exitoso en el proceso.
Por supuesto, la afirmación de que sea el mejor de Metal Gear Solid sigue siendo personal, pero sí considero que, incluso en instancias últimas, no hay nada como Sons of Liberty; existirán títulos mejores o peores, pero ninguno es como este. Por ello, para mí se merece tan increíble galardón y, yendo un poco más allá, se merece que sea reivindicado como una obra de arte, canonizado como patrimonio cultural del mundo y glorificado como una de las máximas herencias que la humanidad le dejará al universo. GOTY.
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