Si me pongo a pensar en tiempos pasados resulta imposible no recordar las tardes de Super Nintendo con el sándwich de Nocilla y el vaso de Nesquik a mi lado. Aún con mis manos pringosas del chocolate que emanaba dicho sándwich, recuerdo que una tarde me puse a estrenar la nueva adquisición que mi familia había hecho: Super Star Wars emanaba sensaciones con sólo leer la sinopsis de la caja y entraba por los ojos con las imágenes que ofrecía.
Recuerdo que no hacía mucho, mi padre me había plantado en el sofá y sin una palabra puso Star Wars: A New Hope para, tal vez sin él saberlo, me quedara prendido de aquel género y de aquella saga. Desde entonces, Carrie Fisher se convirtió en uno de mis primeros amores platónicos y Chewbacca se convirtió en aquel peluche viviente que nunca pude tener. El caso es que al empezar el primer videojuego que formaba la trilogía original de Super Nintendo, reconocí en él la esencia Star Wars y desde el primer momento me sentí en un estado donde sólo estábamos presentes Luke, los enemigos, la pistola bláster y un imberbe servidor de espectador. Como hay cosas que nunca cambian, he vuelto a rejugar la saga desde el principio intentando atisbar algún error que con el tiempo he podido comprobar, pero ha sido complicado sacarle si acaso algún defecto a los dos primeros.
Cuando llegó el 1 de junio de 1992, el equipo de Sculptured Software ardía en deseos por conocer la acogida en terreno americano de su nuevo y ambicioso proyecto de la franquicia Star Wars. Aunque no era la primera vez que los de Utah eran los encargados de desarrollar un juego de la saga ―recordemos Star Wars: The Empire Strikes Back para NES en la última etapa de dicha consola―, el vértigo que suponía representar una saga del tamaño mediático de Star Wars nunca se curaba totalmente. Desde su lanzamiento, se podía intuir que el equipo de Sculptured no tendría que preocuparse más por esos clichés de lanzamiento, dado que desde el primer momento su título se convirtió en un auténtico pelotazo.
En Super Star Wars ya se podían notar las claves que harían de la trilogía una auténtica oda a la diversión, el romper con los clichés de un género estancado y también a otra mecánica muy dada en aquella época: la dificultad. Es desde su fantástico menú cuando se empieza a respirar toda la esencia del universo creado por George Lucas; en dicho menú se huele el humo salido de nuestra bláster, se puede sentir ese mágico momento donde se dan la mano la ciencia ficción y la típica aventura de héroe rescata a princesa. El juego en movimiento multiplica todos esos sentimientos al infinito. Desde que nos adentramos en su primera misión ―Mar de dunas, sito en Tatooine― a manos del mismísimo Luke Skywalker ―aunque más adelante podamos manejar a Solo y Chewbacca―, sentimos que el atosigamiento de los enemigos y su énfasis por liquidarnos lo más rápidamente posible, es algo que va a perdurar con nosotros durante los catorce niveles que posee el título. En un breve período de tiempo ya tenemos calado completamente el juego: saltar, disparar, algún que otro breve juego de estrategia contra los jefes finales y fases a bordo del Landspeeder o la mítica X-Wing. En estas últimas fases mencionadas es donde el título descarta la repetición hasta la saciedad del concepto run and gun: se toma un pequeño descanso para ofrecer un nivel donde manejamos una nave en la que sólo deberemos liquidar unos cuantos objetivos ―marcados en la esquina izquierda de nuestra pantalla― y continuar nuestro camino a base del género que verdaderamente predomina en el juego. A día de hoy puede resultar ridículo el sistema de combate ofrecido en los niveles del Landspeeder, pero para la época ofreció una auténtica renovación que años más tarde otros títulos se encargarían de adaptar de una igual o mejor forma.
No deja de resultar curioso que a pesar de su magnífico gameplay, Super Star Wars acople ciertos elementos no originales de la película para hilar todo un metraje donde la acción frenética es la verdadera protagonista. El mejor ejemplo de esta acción sin momentos para respirar, lo encontramos en el octavo nivel del videojuego, sito en la taberna de Mos Eisley ―y con su música original, por supuesto―, donde tendremos que enfrentarnos a enemigos constantemente para luego sufrir las terribles amenazas de uno de los bosses más complicados que tendremos el gusto ―o la desgracia, según como se mire― de experimentar. Y es que, como comentaba anteriormente, Super Star Wars no se anda con enfrentamientos que supongan un paseo para el jugador: cabe recordar la cuarta fase del videojuego para darse cuenta de que sus situaciones pueden derivar entre juegos de habilidad, saltos calculados y enemigos un tanto complicados de derrotar.
La recepción que tuvo el título llevó a cosechar innumerables elogios, premios ―incluyendo el mejor juego de acción de 1992 en la Electronic Gaming Monthly― y el siempre agradecido aplauso de los fans de Star Wars. Uno de los parámetros que más se pueden destacar del título dirigido por Kalani Streicher, es el relativo a lo visual; Harrison Fong puso su toque mágico a los backgrounds del título, mientras que un grandísimo trabajo de Jon Knoles ayudó a que el ambiente estuviera cargado de detalles puntuales, ayudando así a crear una atmósfera con la marca de la película.
No resulta nada fácil que tras haber hecho un videojuego tan redondo como Super Star Wars, se intente repetir la fórmula del éxito cambiando algún que otro parámetro y añadiendo ciertas mejoras. No han sido pocos los experimentos de segundas partes que han perecido y caído en el olvido sin que nadie los recordara, al menos de una forma positiva. Esos proyectos caídos le daban igual a Streicher, el director del anterior juego se lanzó en volandas para intentar repetir el éxito con el juego basado en el quinto episodio de las películas. Y para aprovechar las críticas profesionales y de los jugadores, Streicher decidió implantar ciertas medidas que hicieran el juego un poco más llevadero; y gracias a esas medidas, también hacerlo un pelín más largo que su predecesor.
Super Star Wars: The Empire Strikes Back no pretendía ser el pelotazo que consiguió ser Super Star Wars. Pretendía ser un suplemento con mecánicas reforzadas y gráficos mejorados, una entrega más que hiciera a los fans disfrutar de toda la carga mágica que posee ya no solo la saga, sino la ciencia ficción en sí: querían trasladar todo a un plano más reforzado en lo visual sin olvidar, entre otras cosas, su elevada dificultad. Para cortar de raíz dicho problema, se añadió un sistema de password que funcionaba por niveles, así a cada nivel pasado te otorgaba una clave con la que podrías continuar tu partida ―sin todas las ventajas en las armas de fuego, por ejemplo― más adelante, y así no obligar al jugador a terminar el juego del tirón. En este caso, sería más complicada esa hazaña, de hecho. Los enemigos son más rudos, quitan más vida y para colmo las pantallas en sí no son un paseo precisamente corto; más bien se convierten en una maratón donde convergen disparos, sufrimiento y en muchos de los casos un boss final que no tendrá ninguna piedad en mandarnos de un golpe al maldito cosmos. Es por tanto que a pesar del añadido modo de password, el juego sigue siendo tremendamente complicado tanto para jugadores que venían de pasarlo mal con Super Star Wars, como para los nuevos que se encuentran con una experiencia dura y que requerirá de toda nuestra atención y habilidad para completarlo. Nadie dijo que el camino de la fuerza fuera fácil.
Para esta entrega, es significativo el cambio de las mecánicas en cuanto al combate. Si anteriormente en Super Star Wars era la lucha a sable láser y arma de fuego la que controlaba el run and gun del juego, ahora se le incluyen ciertos elementos que hacen del juego un ejercicio de variación. Así pues, tan pronto podemos manejar a Luke en los gélidos páramos de Hoth, como nos pondremos en modo jinete a modo de un Tauntaun; aunque eso sí, este último no termina de ser agradable de manejar y la supervivencia con él se hará tremendamente complicada. En otras ocasiones, y como ocurría anteriormente, nos toparemos con niveles donde manejaremos diferentes vehículos como el legendario Halcón Milenario o la mítica X-Wing de Skywalker. Es precisamente en los niveles de naves donde se ve una clara mejoría gráfica ―a pesar de que el juego en sí la ofrece con pequeños detalles atmosféricos o detalles en sus niveles― al mejorar detalles dentro del llamado Mode 7 como pueden ser los juegos de luces o el rango de visión: ahora los objetos y enemigos lejanos se ven más claramente de lo que nos ofrecían en Super Star Wars. Es evidente que aunque no deja de ser una sustitución de nieve por arena, Hoth luce muchísimo mejor de lo que lo hacía Tatooine en la anterior entrega: los backgrounds están recreados de tal forma que parece que te absorben y los scripts de los enemigos y su detalle indagan perfectamente en el alma de la saga y en todo su concepto. Si en Super Star Wars el epicentro era la frenética jugabilidad, en este The Empire Strikes Back el epicentro es la magia que desprende a cada paso que damos.
Esta segunda parte adapta muy bien el concepto de la primera entrega, le da una vuelta a su presentación gráfica y ofrece un lavado de cara en muchos de los aspectos. Sigue siendo complicado y no se corta en golpear una y otra vez en nuestra paciencia, ofrece grandes momentos ―maravillosa la pelea contra Boba Fett― y no desagrada en absoluto. A día de hoy, y a ojos de un servidor, sigue siendo uno de los mejores juegos del universo Star Wars.
Con Super Star Wars: Return of the Jedi llegó el cierre de la trilogía original y quedó un sabor de boca no del todo agradable. Con Sculptured de nuevo al mando, la saga volvía con una premisa bastante parecida a la de los anteriores títulos que lo precedían: una estética sublime del universo Star Wars, toda su magia y el run and gun con el que ya estábamos familiarizados.
Contando a su vez la historia de la película, el propio videojuego guarda en sí mismo factores nunca vistos en anteriores entregas. De esta manera, además de añadir las naves, a Luke, a Han Solo y a Chewie, se nos añadirán dos personajes más: Leia y Wicket, el ewok. En el caso de Wicket será similar a lo que nos ofrece el personaje de Han Solo, dado que cargado con un arco enfrentará a las tropas enemigas como buenamente pueda dentro del bosque de Endor. Con Leia, el estilo de juego va variando según progresamos: como en la película, el personaje de Carrie Fisher irá cambiando de atuendo y esto le hará luchar de tres maneras distintas ―con una pistola, una lanza o una cadena extremadamente larga― en el trayecto correspondido por veinte niveles.
Cómo habéis comprobado a lo largo de este texto, una de las cosas más castigadas de la saga siempre fue la dificultad. En el primero no había ningún método para continuar la partida si necesitabas apagar la consola, cosa que en el segundo cambió con un sistema de password que ayuda a que la situación se tornase un poco más accesible a pesar de seguir siendo complicado. En esta tercera entrega la dificultad resulta mal medida, dado que tan pronto se torna fácil como una locura donde la vida baja a un ritmo trepidante. Aún con todo esto, este tercer juego es sin duda el que menos dificultades presta a la hora de terminarlo: tal vez tenga que ver nuestra habilidad tras haber superado los dos anteriores títulos, pero viendo sus niveles uno se da cuenta de que no es así ni por asomo.
En su originalidad fracasaba con los bosses inventados, siendo demasiado simples y con un diseño, que aunque más impresionante en tamaño, no resultaban ser dignos de universo Star Wars. Dicha originalidad también hacía aguas cuando el cartucho nos lleva a manejar una nave, donde vuelve a fallar el control y donde todo su diseño recuerda mucho a los anteriores videojuegos.
Aún con todos es un título que resume correctamente lo visto en los anteriores juegos. Resulta decepcionante no ver en él la frescura y los errores subsanados de anteriores entregas, pero siempre sigue guiñando un ojo en más de una ocasión a ese universo que nos otorgó George Lucas. Visitar el Palacio de Jabba, manejar una Speeder en los bosques de Endor, o el enfrentamiento final contra Palpatine es un colofón bueno, algo descafeinado en contenido, pero que hace el apaño para cerrar una saga digna de ser jugada.
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