Si hubiera jugado a Diablo II sin haber jugado a Diablo III, seguramente no querría jugar a Diablo IV

Diablo III fue una de mis experiencias más felices en los videojuegos, sobre todo por el hecho de que lo disfruté junto a mi actual pareja, con quien me encanta pasar un rato en la consola, viendo Dragones y Mazmorras o anime o cualquier frikada que a uno pueda venirle a la cabeza. Es por eso que con el anuncio de Diablo II Resurrected me alegré enormemente de poder repetir una experiencia similar... solo que no ha acabado siéndolo tanto como imaginaba.

Diablo II Resurrected, una experiencia más tediosa por momentos que divertida

Entiendo perfectamente que el hecho de ser un remaster visual implica pocos cambios al resto de elementos del juego original, por lo que mis quejas van más dirigidas al producto de antaño que a lo lanzado recientemente, pero de verdad que me he sentido frustrado por muchas cosas diferentes. Tantas, que quiero sacar una lista de la compra con lo que me ha partido el corazón en Diablo II Resurrected:

• Cuando ya empecé con mal pie con Diablo II Resurrected fue al ver que no iba a tener multijugador local, algo de lo que sí pude valerme en Diablo III. Pero bueno, se pasó por alto porque la experiencia permitía diversión genuina.
• Adoro en todos los videojuegos tener 'minions' a mi disposición. Me encanta tener ejércitos de monstruos, soldados o lo que sea que ayude en mi labor. Diablo II Resurrected tiene al Nigromante, así que hasta ahí todo perfecto.
• La progresión con el personaje pues bien, en ese sentido divertida. Esqueletos normales que van mejorando sus armas y armaduras en base a la rama de habilidades, esqueletos con magia, gólems, monstruos (esto bastante más tarde) y así...
• El problema es que sobre todo al llegar a la batalla final contra Diablo, prácticamente se te escupe en la cara si has decidido escoger esta clase. El 'Jefe Final' tiene un ataque en área que esencialmente volatiliza a todas las invocaciones, y al necesitar cadáveres para traer a aliados, básicamente te quedas sin poder hacer nada desde el primer instante.
• Llegar a este punto final del juego (completado entre penurias), además, ha supuesto eliminar a miles de enemigos para recibir un botín pésimo. Ni siquiera los monstruos de color amarillo dejan recompensas la mayoría de veces que valgan la pena, porque en particular para el Nigromante los drops son casi inexistentes. Por no decir, además, que en las tiendas es imposible encontrar casi nada decente (de nuevo, haciendo énfasis en el Nigromante). Literalmente completé la batalla contra Diablo con dos objetos que llevaba desde que era nivel 2-3.
• El juego premia, en exceso, jugar cualquier clase que gire en torno a la fuerza.
• Estoy a punto de completar el Acto V, el final añadido de hecho por la expansión incluida, y aun así no he visto un solo objeto de rareza única. De hecho, sé que existen porque lo he buscado a través de Internet, si no me habría quedado simplemente con que hay objetos para formar sets.

Creo que, en esencia, el principal problema que me he encontrado con Diablo II Resurrected es que la naturaleza del gameplay de Diablo III es mucho más arcade y dinámica que esta. Las recompensas para el jugador son constantes y realmente te invitan a eliminar enemigos para encontrar así mejor equipo y dar con toda clase de builds. Por contrario, en Diablo II Resurrected he acabado por omitir prácticamente todos los objetos que caen y llenarme el inventario de 'charms', que por lo menos alguna cosa hacen.

Espero que cuando Diablo IV vea la luz, allá por el año que sea, este tenga mucha más esencia de Diablo III que no de Diablo II Resurrected. Desde luego este último no es un mal juego, pero no me ha proporcionado ni una fracción de la diversión que me dejó la tercera entrega en su momento.