Acercarse al amor desde una perspectiva adolescente siempre es complicado. Se suele tender al reduccionismo recurriendo a los clichés para rellenar el espacio que existe entre el autor/a –se entiende que adulto-, y los personajes a los que intenta dar vida. Pero "Quiero comerme tu páncreas" no cae en ese error porque no está configurada como una historia teen. Yoru Sumino trazaba en el manga un relato de tono melodramático que se apoyaba tanto en la cosmovisión naíf propia de dos jóvenes, como en el terror que suscita la muerte a cualquier edad. Era un compendio de elegancia construido por capas que se entrelazaban dando forma a una historia única.
Partiendo de una base así, solo cabía esperar refuerzo emocional desde la animación. Y Studio VOLN no decepciona. Si bien es cierto que existía cierto escepticismo en cuanto al resultado de su trabajo, la poca experiencia que arrastraban en televisión con animes como "Kakaruki Circus" o "Ushio to Tora" no lastra su debut en solitario al frente de una producción cinematográfica. Mientras el arte de Idumi Kirihara evoluciona de lo aséptico a lo elegante, la historia salta al celuloide sin perder la magia que presentaba en las viñetas. Shinchirou Ushijima cambia por completo de registro abandonando la crudeza cómica de "One Punch Man" para abrazar el drama en una de las óperas primas más sólidas de los últimos años.
Y es que siguiendo la mayor de “lo que funciona no lo cambies”, el director recurre a la literalidad para traducir el relato original a arte en movimiento casi sin modificaciones. Algo que sin duda podría haber llevado a la intrascendencia -habitual en enfoques así-, pero no. Casi de forma milagrosa el cineasta consigue empacarlo todo aportándole al conjunto una magia sustentada en el color, la banda sonora, y la expresividad de unos personajes cargados de sentimientos. Ahora bien, la adaptación no comienza a desplegar sus verdaderas armas hasta que no comienza a cocinarse.
Siguiendo los pasos del manga, "Quiero comerme tu páncreas" adopta el racconto como principal herramienta narrativa. Y lo hace de la forma más peligrosa posible; Mostrando el final de la historia al comienzo, y confiando en que el desarrollo del relato vaya encajando con las pretensiones que del espectador. Es un evidente salto de fe que en el caso de los lectores de la obra original se convierte en casi un milagro. Y es que al igual que le sucede a otras obras, esta va perdiendo impacto con cada una de sus visualizaciones.
Ushijima parece consciente del reto que tiene por delante, y lo apuesta todo a los personajes. El director consigue maquillar los posibles problemas de inmersión aludiendo a la credibilidad a veces ajena al mundo de la animación. Virtud no obstante heredada directamente de una historia que se presenta de forma arrolladora apoyándose en la fascinación de Japón por la simbología de los sakuras y la primavera. Conocemos a ese chico taciturno y apático que vive por y para sí mismo, y a esa joven dicharachera que sonríe para esconder su doloroso destino. El entusiasmo podría haber empujado al director a romper ciertos ritmos propios del relato original, pero logra mantenerse estoico.
Sí, se mantiene el juego de los nombres y todo el significado derivado de ello. Sakura se muestra volcada en abrirse todo lo posible, mientras que él se distancia para proteger el mundo que ha construido en su interior. Esa dicotomía entre la alegría como vacuna de la depresión, y depresión como vacuna de la alegría se convierte en el motor de un rimo siempre constante. "Quiero comerme tu páncreas" cuenta con la particularidad de moverse más rápido que otras historias del género gracias a la sugestión existente entre sus protagonistas, y eso ayuda a aligerar la carga de la propia película. Hasta que llegan las lágrimas.
La comida en el restaurante, las miradas en clase, el viaje a Fukuoka, el encontronazo en la habitación de ella, todo se va sucediendo de acuerdo al orden presentado en el manga, y claro, el resultado termina siendo parecido. La apuesta de Sumino por la tragicomedia deviene en una película que para los recién llegados puede resultar algo engañosa. Pero eso es precisamente lo que consigue que el clímax tenga tanto poder emocional. Cuando todo se derrumba, y tanto Sakura como Haruki se ven obligados a afrontar la realidad, la historia completa el círculo dando sentido al viaje por encima del desenlace.
Las notas de tensión y dramatismo que alcanza Ushijima son de mención, aunque eso no consigue hacer que pasen por alto ciertas diferencias sutiles con respecto al material original. No en cuanto a la historia, sino a ellos, a los protagonistas. La bipolaridad de la pareja está suavizada, se entiende, que en pos de ganar credibilidad. Y los lectores lo notarán con facilidad. Sakura ha dejado de ser esa joven loca y espontánea, para ser simplemente una chica extrovertida y alegre. De ahí que no encontremos por ninguna parte el “chico sobrio” con el que hace mención tan a menudo a Haruki en las viñetas.
En el caso de él se repite el esquema. Mientras que en el manga aparecía retratado como un joven insociable y arisco, en la adaptación aparece representado como alguien introvertido pero tierno. No resulta extraño que la apertura que ella logra sobre él con el paso de los minutos no resulte tan emocionante y sorprendente como en el relato original. La cinta, de hecho, peca en ser demasiado previsible, confiando en que su desarrollo conquiste al espectador. Por suerte la apuesta sale bien.
"Quiero comerme tu páncreas" es además sencilla, algo torpe en determinados momentos, y definitivamente poco original. Aspectos, que sin embargo, utiliza a su favor para crear una experiencia enternecedora capaz de conquistar hasta los corazones más fríos. No es una película para todo el mundo, igual que no lo era "Shigatsu wa Kimi no Uso", anime con el que comparte ciertos paralelismos argumentales. Pero no siempre es necesario ser honesto ni escapar del cliché para afinar los sentimientos. Y menos cuanto te falta un páncreas pero te sobran ganas de vivir.
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