Con el lanzamiento de Overwatch un par de años atrás, el mercado de los shooters por equipo recibió una entrega que, a día de hoy, sigue comandando el género. La creación de Blizzard se alzó entre alabanzas y elogios como uno de los mejores juegos del año y, ahora, es uno de los multijugadores más concurridos de la actualidad. Haciendo uso de la fórmula de Team Fortress 2, la magna e icónica producción de Valve, se asentó una filosofía de juego que también adoptaría Paladins: Champions of the Realm, la obra de Hi-Rez Studios que dejó el acceso anticipado semanas atrás y que, asimismo, se erige como un heraldo de gran calibre del género.
Y es que, como si de la relación entre Hearthstone y The Elder Scrolls: Legends se tratase, en donde el segundo de los mencionados ha quedado eclipsado por la popularidad del primero incluso a pesar de su innegable calidad, Paladins ha sido objetivo de críticas que, entre otras cuestiones, lo sitúan sólo como la alternativa gratuita de Overwatch. Nada más lejos de la realidad, sin embargo, pues el título que aquí nos reúne, con mucha personalidad propia y diversos añadidos que los deslindan de su también excelente homólogo de Battle.net, surge como una entrega realmente recomendable, al que únicamente su existencia como producto lo inhibe de la grandeza más pura.
Como es usual dentro de su estirpe, los enfrentamientos presentan encuentros entre dos bandos de cinco jugadores en los que, dependiendo del modo del juego, cambia el objetivo. En este sentido, se presentan las regulares variaciones de su índole, es decir, Team Deathmatch y Asedio, el primero contando con la posibilidad aleatoria –no escoges ni modo ni mapa al buscar partida- de pautar su condición de victoria entre lograr 40 muertes enemigas o 400 puntos al capturar una específica localización, y el segundo tratándose de la ya popular variante donde los grupos tendrán que movilizar una carga hasta el lado opuesto del mapa. O sea, pretextos que, de manera eficaz y sin necesidad de más, fungen como la excusa perfecta para desenvolver los combates, los cuales son tan vertiginosos como adictivos.
De tal forma, Paladins presenta el contexto que da lugar al quehacer de los, hasta ahora, 36 personajes involucrados, cada uno contando con sus habilidades, roles y estéticas completamente únicas y fácilmente diferenciables entre sí. A través del generoso repertorio de campeones, seremos capaces de llevar a cabo escaramuzas en donde no sólo la compenetración en equipo y la propia habilidad individual serán indispensables características para lograr ganar la partida sino, además, el cumplimiento adecuado de los papeles por parte de cada usuario. En estos términos, tomando a los MOBA como inspiración, Hi-Rez postula héroes con cuatro enfoques distintos: sanación, mitigación, provocación de daño y flanqueo, los cuales cumplen una posición fundamental dentro del campo de batalla aunque, y he aquí donde recae una de las claves en la excepcionalidad de la obra, no ineludible.
Siendo más precisos, una de las mecánicas clave en las que se apoya la iteración es en las Barajas. Estas son composiciones de cinco cartas que otorgan mejoras pasivas a los héroes, y todos albergan más de una docena de estas referentes a las características de sí mismos. A través de ellas, podemos personalizar con amplio margen nuestro estilo de juego con cada uno de los combatientes, permitiéndonos así, por ejemplo, invertir el rol de un sanador a uno de asesino sin problema alguno. En este sentido, el resultado es más que sobresaliente y cimienta una base que, exponencialmente, da lugar a un sinfín de posibilidades en las que la monotonía, durante una cantidad equivalente e indeterminable de tiempo, no tiene cabida alguna, y nos ofrece la libertad de experimentar como consideremos. Asimismo, a esto se añade la elección de un talento–de entre cuatro posibles- que otorgaremos a nuestro campeón en cada partida, la cual también añade una características pasiva al campeón y que refleja uno de los conceptos primordiales: la adaptación.
Dentro de Champions of the Realm, junto a lo comentado, existen créditos que se consiguen al cumplir con diferentes acciones como asesinatos y asistencias, los cuales única y exclusivamente tienen validez dentro de la partida en la que se han conseguido y que se utilizan para conseguir ‘objetos’, los cuales se traducen en más mejoras pasivas. En tal sentido, se establece la palabra ‘adaptación’ como primordial debido a que, según el curso de la batalla, será pertinente escoger una u otra sumatoria, pues esta puede ser determinante para salir avante. Aunque puede colocarse la opción de autocompra, no caben dudas en que es más recomendable hacerlo manualmente pues, aunque en un principio parezca complejo, el juego es sumamente accesible y fácil de comprender a corto plazo, por lo que no tomará demasiado tiempo hasta que se logre dar los primeros pasos de cara al dominio del mismo.
Por otra parte, retomando su concepción como relativa variación del género MOBA, los protagonistas de Paladins cuentan a su disposición no sólo con habilidades pasivas sino, simultáneamente, activas. Estas simbolizan los principales diferenciadores entre los diversos miembros del repertorio –al igual que las armas principales de cada uno-, y nos conceden una variedad ingente que aumenta aún más la vida del juego, en especial porque las posibles combinaciones entre aliados y adversarios son simplemente inmensurables. Rifles de francotirador, escopetas, láseres, magias, orbes, arcos, transformaciones, ataques aéreos, levitaciones, desapariciones, agarres, espadas, dagas, vuelos… la gama de opciones a la que nos invita Hi-Rez es, además de magnífica, lo suficientemente extensa y singular como para mantenernos centrados en descubrir a fondo a todos los personajes y, por ende, seleccionar a nuestros favoritos, de modo que empleemos la práctica ‘fácil de jugar, difícil de dominar’ al pie de la letra y expendamos horas y horas gozando de toda la diversión que yace en los confines de la creación.
Continuando con lo últimamente expuesto, una de las piedras del título es el entretenimiento por autosuperación. El probar las distintas variantes de un mismo héroe, creadas por nosotros mismos, nos lleva a desarrollar un afán por mejorar cada vez más, haciendo que la progresión, obviando la existente de por sí en el juego, se vuelva personal. En este menester también inciden los juegos competitivos, los cuales tienen cabida durante cada temporada y nos llevan a obtener recompensas según qué tan lejos lleguemos en la clasificación del mes. Una función similar cumplen los puntos de experiencia que nos adjudicamos con cada partida y cada misión y recompensa diaria cumplida; todos los personajes poseen su propio nivel y, si bien este no tiene incidencias jugables, el ir subiendo progresivamente nos garantizará diversos obsequios como los mencionados talentos –pues hay que desbloquearlos en cada héroe-, gestos y, entre otros, skins, las cuales, igualmente, son una de las aristas principales de la obra.
Respecto a lo previo, Hi-Rez mantiene la filosofía de sólo conceder añadidos meramente visuales, sin que estos tengan repercusión en el apartado lúdico del juego. Y, como sucede en Dota 2, League of Legends, Fortnite o el propio Overwatch, pueden ser conseguidos de forma in-game, pero la manera más sencilla de adjudicarse cualquiera de los destacables trajes es mediante el expendio de cristales, una de las dos monedas que posee Paladins. Claro está, se trata de un tópico completamente opcional y quien no desee gastar dinero real no debe hacerlo; en esencia, no es necesario hacerlo, aunque sí es imperativo destacar que, caso contrario, el subir de nivel y obtener cosméticos será tan placentero como arduo.
Los mayores inconvenientes que el trabajo de la compañía presenta son concernientes no a su realidad como experiencia jugable, pues en ese ámbito se desenvuelve de manera excelsa, sino al hecho de que forma parte de una industria donde los beneficios económicos son un inexorable objetivo y, debido al talante free-to-play de la creación, es necesario hallarle una salida lucrativa. Esto, evidentemente, es una práctica completamente comprensible y, al ser los pases de batalla y objetos cosméticos cuestiones meramente adicionales, se elogia y reconoce a la compañía el hecho de no hacer de las microtransacciones una adquisición indispensable para disfrutar del juego, sin embargo, que sólo comencemos con una tercera parte de los héroes resulta molesto de cara a desbloquear los demás pues, pese a que permite perfeccionar las habilidades en los inicialmente disponibles y exhorta a los usuarios a jugar para continuar conociendo al grupo de personajes, la difícil obtención del oro para lograrlo hace que pueda tornarse tedioso, más allá de que existen herramientas de sobra para combatir esa monotonía.
En lo referente a lo artístico, el proyecto consolidado de Hi-Rez emerge como una obra recalcable, en especial por el diseño de personajes cuyo porte visual resulta encantador y, de manera importante para la jugabilidad, completamente distinguible. Existe una amplia variedad de inspiraciones para la conformación de la estética de cada uno de los protagonistas, los cuales, más allá de las simetrías que puedan establecerse respecto al ya reiterado Overwatch, gozan de una pulcritud impecable en lo óptico. Del mismo modo, es relevante hacer especial mención a los efectos especiales que emanan de cada uno de estos luchadores, quienes son capaces de liberar habilidades tan devastadoras como espectaculares, haciendo de las escaramuzas verdaderas exhibiciones de destrucción y poderío.
Trascendiendo de comparaciones, Paladins: Champions of the Realm merece ser situado como un honorífico baluarte de la variante a la que pertenece. Se trata de una adquisición realmente excelente cuya adictiva y divertidísima jugabilidad, aunada a su interminable confección y proyección, hacen de él uno de los free-to-play más recomendables de la actualidad, en especial por su viva comunidad, su constante actualización y, en global, su cohesionada apuesta al entretenimiento de la personalización y la superación.