Análisis Donut County
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ANÁLISIS

Análisis Donut County

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Hace ya un buen puñado de años que daba comienzo el desarrollo de Donut County, un videojuego gestado en el seno del panorama independiente de la industria, contando con Ben Esposito como principal responsable y la ayuda de Annapurna Interactive como editora. Haciendo honor al sector de los videojuegos en el que se enmarca, Donut County llega con una propuesta radicalmente diferente a casi cualquier cosa que hayamos visto anteriormente, tanto a nivel jugable como narrativo, poniendo sobre la mesa una apuesta tremendamente original.

Una jugabilidad innovadora, una narrativa peculiar y un aspecto artístico desenfadado y colorido son los principales pilares que nos han hecho fijarnos en Donut County a lo largo de estos años que la obra ha ido recorriendo diversas ferias y dejándose ver. Ahora el peculiar título por fin llega al mercado y nosotros hemos podido disfrutar de lo que ofrece. ¿Hay diversión y un videojuego realmente bueno detrás de todo este entramado indie de innovación y desenfado? Os invitamos a que nos acompañéis en nuestro análisis de Donut County para descubrir la respuesta.

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Menos es más

Si hay algo que defina la jugabilidad de Donut County es precisamente esta frase. Ben Esposito ha hecho gala de un inteligente diseño y ha creado una obra que se juega, en su totalidad, con nada más que un joystick y uno de los botones del mando que utilicemos; así de sencillo.

A lo largo de Donut County nuestra labor será la de manejar un simple agujero que, con cada objeto que engulle, crece. Básicamente todo el videojuego se basa en tragarse cualquier cosa que esté a nuestro alcance, comenzando por los elementos de menor tamaño para ir creciendo y acabar por succionar edificios al completo.  Sin embargo, algo que sorprende y que resulta una grata sorpresa es que el camino para tragarnos diferentes objetos, sobre todo a medida que avanza la obra, no es tan directo como poner el agujero debajo del ítem en cuestión y dejar que la gravedad haga lo suyo, sino que implica la resolución de pequeños puzles.

Tendremos que utilizar una catapulta para impulsar objetos que derriben otros, lanzar fuegos artificiales para romper determinadas zonas e incluso tragarnos una linterna y pilas con las que poder iluminar las zonas más oscuras del escenario. Todo ello le da una variedad y una capa de profundidad a una apuesta jugable que, aunque se caracteriza por ser extremadamente simple, es capaz de resultar fresca y muy divertida de principio a fin.  El trabajo a nivel de diseño es impecable y pocas obras puedo recordar que consigan tanto con tan poco.

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Sin embargo, no todo son luces, y tras disfrutar de principio a fin de Donut County, lo cierto es que la simplicidad puede haber sido excesiva. Es verdad que existen estos pequeños puzles que le añaden esa capa y consiguen explotar las mecánicas, pero lo cierto es que después de jugar la obra se antojan escasos. Donut County se desarrolla de forma muy lenta durante su comienzo y no es hasta la recta final en donde el videojuego realmente demuestra todo su potencial, dejándonos con la miel en los labios y haciendo que queramos más. Soy de los que opinan que vale más cortar antes que alargar un juego de forma innecesaria, pero en el caso de Donut County el grifo se cierra mucho antes de lo que deseamos, dejándonos apenas con una muestra de lo que las mecánicas del videojuego son capaces de lograr.

Una Tierra plana y hueca. A la vez

El apartado narrativo de Donut County es un despropósito tan grande, un sinsentido de tamaño tal que es capaz de resultar atractivo e incluso, a ratos, interesante. La obra no se toma en serio a sí misma en ningún momento y es capaz de incluir como parte de su ser una trama absurda, que se desarrolla sin ritmo alguno y que, en la mayor parte del tiempo, cae en lo cómico gracias a lo absurdo de la misma.

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El punto de partida de la historia es una ciudad habitada por animales que, sin comerlo ni beberlo, se ve sumida en el caos cuando diversos agujeros parecen aparecer de la nada siempre que alguien encarga un donut a cierto mapache travieso. Así, los diferentes habitantes de la ciudad, ahora bajo tierra, van contando al jugador las historias de cómo han acabado ahí abajo. Pero lejos de alguna seriedad, cada historia resulta más rocambolesca que la anterior, incluyendo fuegos artificiales ilegales, cocineros con problemas de plagas y hasta un conspiranoico que afirma sin pudor que la Tierra es plana y hueca a la vez.

En este sentido la obra es capaz de no tomarse en serio a sí misma pero incluir un cierto componente de crítica sociocultural, arremetiendo de vez en cuando contra el capitalismo y otras lacras actuales. Desde luego, Donut County no es Revolución en la Granja hecho videojuego, eso está claro; pero entre un chiste malo y el siguiente, es capaz de meter esos pequeños toques de madurez que demuestran que, por muy descerebrado que parezca, Donut County está, en realidad, muy bien medido.

Pero, de nuevo, no todo es positivo. El mayor pero que podemos encontrar en la narrativa de Donut County se encuentra en cómo marca los tiempos. Las escenas en las que los personajes hablan se intercalan entre los diferentes niveles en los que manejamos al dichoso agujero. Y aunque lo lógico sería sumir que jugar ocupa un porcentaje muy elevado del tiempo, lo cierto es que no es así, sobre todo a cuando la obra roza su ecuador. En este punto especialmente algunos niveles cortos tienen entre medias largos diálogos que rompen el ritmo del juego y crean una sensación de pesadez que nos insta a aporrear el botón para saltar cada línea de texto.

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Delicioso como un donut

Uno de los aspectos que llaman la atención desde el momento en el que abrimos el videojuego es, sin duda alguna, su apartado visual. La obra, con un modelado con pocos polígonos y una paleta de colores vivos, es capaz de entrar fácilmente por los ojos. Pero, sobre todo, es capaz de transmitir ese tono desenfadado y alegre que caracteriza a Donut County. La obra de Ben Esposito no solo es divertida, sino que logra también parecerlo a simple vista. A esto aporta su granito de arena la banda sonora, con temas bastante ligeros y que acompañan de forma relativamente sutil a lo largo de toda nuestra aventura, utilizando bien el silencio cuando toca y aprovechándose de efectos sonoros que parecen sacados de una serie de dibujos animados.

A nivel técnico, la obra resulta estupenda, al menos en la versión de PC, que es a la que hemos tenido acceso. En ningún momento se ha notado una caída de frames, las físicas responden bien y no nos hemos topado con ningún bug, por lo que en este punto, Donut County cumple sobradamente. Es importante remarcar también que, aunque se trata de una obra independiente, está completa y perfectamente traducida al castellano, cosa que se agradece bastante en sus largos diálogos.

Conclusiones

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Donut County no es perfecto, y tampoco trata de ocultarlo. Pero desde luego sí que es divertido, fresco, original y todo un ejemplo de buen diseño. Lo que más sorprende de la obra, más allá de sus fallos y aciertos, es la profundidad que es capaz de alcanzar en sus últimos compases, en donde hay incluso algún jefe final, con la única mecánica de un agujero que puede tragar, crecer y escupir determinados objetos que se ha tragado.

Es cierto que, visto lo que Ben Esposito logra en la recta final del videojuego, parece que la gran mayoría del mismo queda algo desaprovechada. También puede que los diálogos se alarguen en exceso para no contar nada y acaben por romper el ritmo del videojuego. Pero hay algo que debemos reconocer y es que, si echamos la vista atrás y valoramos las 4 horas que nos ha durado Donut County, la primera palabra que viene a la mente es “diversión”. ¡Y eso es todo un logro!

Redactado por:

Videojuerguista, lector y cinéfilo desde que tengo uso de razón. Hablo de videojuegos, cine, series o lo que me dejen. Incondicional del RPG clásico, lo indie y el wéstern. Me gustan los números y puedes encontrarme con una raqueta en la mano.