¿Realmente hay sexo en televisión y cine? ¿O solo vemos una versión codificada culturalmente que representa lo que queremos ver? Aunque el debate moral sobre lo que debe y no debe mostrarse en pantalla ha evolucionado mucho en las últimas décadas, el lío de sábanas sigue dejando -casi siempre- las partes íntima fuera de plano. Y cuando hablamos de productos dirigidos al público adolescente, la situación empeora. Pero claro, estamos en 2019, y nos topamos con la industria del streaming. Netflix, sin presiones comerciales de por medio, puede hacer y deshacer a placer. Ya lo hacía en la excelente "Big Mouth", y ahora lo repite con "Sex Education", una comedia consciente de sí misma que trata el sexo entre efebos desde un punto de vista didáctico.
La serie británica de Laura Nunn es un soplo de aire fresco en un género que a pesar de llevar la palabra juvenil tatuada en la frente, se había convertido en un museo de antigüedades. Nunn se vale del sexo no para transgredir ni polemizar desde lo explícito, sino para normalizarlo. La escritora intenta alejarse todo lo posible de los tropos más anticuados, abriendo el foco hacia la realidad. Se habla de sexo, y se hace abiertamente, pero no solo siguiendo el esquema heterosexual. Si "Sex Education" encuentra su valor en lo amplio de su foco; la homosexualidad, transexualidad, el acoso, o la presión social, son tratados de forma completamente natural. En la honestidad y transparencia encuentra su principal virtud.
Otis Milburn (Asa Butterfield) se ha pasado toda su corta vida empapándose de la visión del mundo y las enseñanzas de su madre, la sexóloga Jean Milburn (Gillian Anderson). Su mentalidad no encaja con la de un adolescente, y eso pronto le convierte en un gurú dentro de su propio instituto. Torpe en sus relaciones interpersonales, y virgen, Otis no puede seguir ni las recomendaciones que recibe de su madre, ni las que pronto comenzará a impartir a sus colegas de clase, cuando Maeve Wiley (Emma Mackey) le incite a montar un consultorio clandestino en horario escolar.
Y así, desde un baño sacado de las películas de SAW, Otis comienza a ganar dinero hablando de lo que para él es normal, pero para el resto de estudiantes es un cóctel de tabúes imposibles. Junto a él la propia Maeve, y su amigo Eric Effiong (Ncuti Gatwa) –un chico de color y homosexual- se dedican a combatir los prejuicios desde el sentido común. Sin embargo, poco a poco Otis entenderá que el negocio solo es una excusa para exponer sus propios problemas sexuales. Y es que aunque su madre le ha proporcionado el don de la palabra, también ha depositado demasiado peso en él.
"Sex Education" propone una premisa no demasiado original, y presenta a unos personajes enclavados en clichés de sobra conocidos, pero a lo largo de sus 8 episodios va derivando hacia un retrato honesto e inteligente del complicado proceso de la adolescencia. El sexo es recurrente, sí, y Nunn no esquiva ninguna bala valiéndose de términos coloquiales en los diálogos, pero lo hace siempre sin perder de vista el verdadero objetivo; sus personajes. Y es que los "penes", "clítoris", y demás, sirven en realidad solo como macguffing para poner en perspectiva el papel que tiene la sexualidad en ese festival hormonal.
La serie abandona la perspectiva social que dicta qué hacer y cómo hacerlo, para intentar encontrar una respuesta más coherente con la realidad de esos chicos y chicas. ¿Qué papel juega el sexo? Nunn intenta dar respuesta a esa pregunta siguiendo un formato episódico mediante el que se van presentando distintos casos; todos con sus particularidades, y su propio giro cómico. Pero Otis, al igual que su madre, no buscan una respuesta complaciente o complicada. La lógica es imperante, desde el comportamiento de los personajes, hasta los diálogos; una retahíla de naturalidad pocas veces vista en televisión.
Claro que para lograr ignorar todo el ruido, "Sex Education" necesita valerse de códigos ya conocidos. Los tropos están por todas partes, y no faltan las bromas recurrentes a la pluma del chico gay, o el pudor del chico freak. No es tanto lo que pone sobre la mesa, sino cómo lo maneja. La serie sabe evitar la burla fácil para abordar la sexualidad en su conjunto de forma pragmática. Lo que uno espera que sea una deconstrucción más de ese lenguaje partiendo desde la crítica, es en realidad un retrato inocente que busca ganar el discurso desde lo racional. En su personaje, Butterfield recoge todo ese sentir dando vida a uno de los personajes más cercanos y reales del género teen en los últimos años.
"Sex Education" es elocuente, fresca, y muy divertida. Netflix consigue alejarse de propuestas más anlcadas en el drama juvenil como "Por trece razones" o "The End of the Fucking World", y toma un punto de partida opuesto a su antecesora, la también británica "Skins", para revolucionar desde la sencillez lo que durante años se había intentado complicar innecesariamente. El sexo es vida, y eso es algo que hay que contar.
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