Lo que en un principio parecía una simple prueba de resistencia moral, se ha terminado convirtiendo en toda una subtrama cargada de lore y respuestas intrigantes respecto al pasado de Britannia. La tercera temporada de "Nanatsu no Taizai" se ha alejado progresivamente de los acontecimientos sucedidos en pasados episodios, para abrazar un contexto desconocido que sirve en bandeja de plata todo tipo de sorpresas; desde las propias de los acontecimientos históricos, como desde unos personajes cercanos pero ajenos a los eventos del anime.
De la anécdota a la ambición
Si el primer episodio sirvió para recapitular y redirigir la trama, y el segundo ya comenzó a instalar los puntos de anclaje narrativos de las próximas semanas, el tercer capítulo viene a iniciar la cocción del pastel de Nakaba Suzuki para este marco de eventos. King y Diane, ahora en los cuerpos de Gloxinia y Drole, se ven inmersos en una aparente reyerta sin más consecuencias, pero pronto terminan enredados en un conflicto a gran escala entre los principales Clanes que dominaban la esfera bélica y política del pasado. Lo previsible y monótono se ha convertido en una montaña rusa de rápido ascenso, en la que no faltan acercamientos al espectador -caras familiares por doquier-, pero tampoco giros de guion inesperados.
Calmadios de la Piedad, el demonio de los Diez Mandamientos que había servido como cliffhanger del último episodio, resulta ser nada más que un macguffing para lo que realmente tiene entre manos ahora Studio DEEN. Con la acción trasladándose al Bosque del Rey Hada, el anime se quita de encima el envoltorio engañoso de la prueba, y abraza sin reparos una arriesgada tesis para desmontar una de las principales señas de identidad de "Nanatsu no Taizai": su maniqueísmo. Lo hace sin renunciar al juego de encuentros y reencuentros que tan bien había funcionado la semana pasada; King se topa con Gerheade y con Rou, dando pie a escenas con gran química de cara al fandom.
Asesinar el maniqueísmo
Ahora bien, la diana sobre la que posa sus ojos Susumu Nishizawa es ese binomio moral al que tan fácil resultaba apegarse en un shonen de corte clásico como este. La introducción a la denominada Stigma -alianza entre clanes- y la aparición de Nerobasta y Ludociel, rompe por completo ese molde ideal y simplista en el que los "buenos" (Diosas), se enfrentaban a los malos (Demonios). En lugar de potenciar esa dualidad luz-oscuridad, la salida narrativa es bien distinta; la máxima autoridad de un bando rompe con su propio arquetipo, mientras que el supuesto reconvertido de esta Guerra Santa, se erige como figura relativista. Un intercambio de roles que funciona excepcionalmente bien, y que devuelve la chispa a una deriva cíclica y previsible.
¿Meliodas el salvador del día? ¿Ludociel el referente de toda esperanza? Ni una cosa ni otra. El protagonista pronto se sumerge en ese gris resultante de la perversión con la que se emborracha el Arcángel. El mangaka se acoge a la máxima "en la guerra no hay vencedores ni vencidos", y plantea un escenario de complicada resolución. Si el Clan de las Diosas no actúa de acorde a sus principios éticos, y la empatía solo ofrece un camino de acercamiento hacia el sentimiento de venganza -justificado- de los Diez Mandamientos, ¿qué sentido ha tenido hasta ahora la premisa inicial de todo el anime? Abriendo poco a poco el caramelo se empieza a ver el verdadero pastel de increíble ambición.
Los Diez mandamientos, el grupo de villanos confeccionado con clichés y tropos, no han dejado de alejarse de su posición antagónica desde el inicio de "Nanatsu no Taizai". No desde los hechos que les han llevado a asesinar a cientos y destruir gran parte de Britannia, sino desde el juicio moral que se puede hacer de ellos. Mientras Zeldis se mantiene ajeno a todo este subterfugio simbólico -de hecho, ni si quiera está presente en la ofensa que viven sus iguales en el episodio-, el resto de caudillos van obteniendo un respaldo que abre las puertas a la justificación. La fuerza que transmite una escena como la que protagoniza Derieri ante el asesinato de su hermana, va dirigida, para más inri, hacia ese consecuencialismo que invita a pensar en un fin justificado por los medios.
Conclusión
Puede que durante el transcurso de los 3.000 años que separan a los hechos del tercer episodio, con el tiempo actual de la trama principal, los Demonios hayan terminado desdibujando esta ventaja ofrecida por Suzuki, pero el regalo está ahí, y es sin duda una de las sorpresas más interesantes de "Nanatsu no Taizai" desde que inició su andadura por la televisión. El cómo va a desatar el nudo todavía es un misterio, pero el quid de la prueba a la que se están enfrentando King y Diane podría estar cruzado directamente con esta sabrosa y densa sopa filosófica.
La discreta animación de Studio DEEN consigue supeditarse a una trama que gana en interés según se despega de los tropos del shonen. La misteriosa prueba sobre King y Diane abre las puertas a una guerra entre clanes que promete poner palos a esa rueda cíclica y previsible que movía la trama principal del anime.
La entrada de Ludociel y su perverso plan
Un Meliodas mucho más interesante que antaño
Ritmo agradable y trama que no deja de enredarse
La animación sigue estando por debajo de las pasadas temporadas