Elizabeth Banks apelaba a la misoginia y el machismo de la industria para justificar el fracaso comercial de la cinta, pero el problema era mucho más explícito y observable. "Los Ángeles de Charlie" primero naufragaba entre la crítica de Estados Unidos, y posteriormente se estrellaba en taquilla, convirtiéndose en uno de los mayores fracasos del año. Lo hacía evidenciando una tendencia que solo un par de semanas atrás ya había iniciado "Terminator: Destino Oscuro", y que siguió de forma predecible "Doctor Sueño"; la nostalgia no subsana la pobreza creativa. Y lo que es peor todavía: la industria es capaz de homogeneizar con su rodillo las pretensiones de dignificación autoral de una cineasta visiblemente empoderada. Partiendo de ahí, se puede hablar de este intento de Sony por revivir una saga que ni siquiera llegó a las cotas de popularidad de otras grandes momias cinematográficas actuales.
Del cliché honesto al cliché enmascarado
Tomando como medida una franquicia que nació buscando el estereotipo, la condensación de símbolos y referentes de una generación en tres maniquíes, Banks persigue un resultado completamente opuesto. Con el entendimiento de que el empoderamiento femenino vende, esta actriz convertida en productora y ahora directora, persigue deconstruir con un efecto similar que autores como Alan Moore o Martin Scorsese ya aplicaron a los superhéroes y los gángsteres. Y para ello trae al frente a tres símbolos del feminismo más refrescante; Naomi Scott, Ella Balinska y Kristen Stewart. Una, capaz de sobreponerse a lógicas meritocráticas patriarcales, la otra, afortunada representante de la cota racial de este grupo, y Stewart, icono queer independizada y liberada tras su ascenso como chica florero del vampiro. Las herramientas que escoge la cineasta tienen un propósito claro, pero poco tarda en comenzar a emplearlas para las lindes opuestas a las que se acogía como leit motiv.
Es en la escena de apertura donde se perciben con claridad las cartas que Banks lleva en mano. Desde ahí la jugada comienza a desvanecerse hasta quedarse completamente sin fuerzas. Sabina comparte cena con quien parece un atractivo empresario, juega con él, le seduce, le alaba, se deja llevar por la cosificación. De un momento a otro se convierte en una contorsionista letal respaldada por sus compañeras, que entran en tropel a esa habitación de hotel. Ellas son inteligentes, ellos (los villanos) -matizo para evitar el vicitimismo habitual- son estúpidos. El esquema es claro, y aunque posee variaciones interesantes dependientes del carisma y personalidad de una y otra, se mantiene firme a lo largo de la cinta. El problema es que el tono de denuncia sutil no acompaña al desarrollo de "Los Ángeles de Charlie", porque la trama principal acaba absorbiendo posibles mensajes ulteriores insertados en el guion. Cosa, claro, que no supondría impedimento alguno de no ser porque el libreto es torpe, poco original y condescendiente.
Ni Charlie ni ángeles
Dos espías de habilidades ilimitadas e impunidad judicial para hacer lo que deseen, se unen a una tercera recién llegada -inserte aquí la subtrama de la novata a la que mandan a por cafés y hacen bromas de mal gusto-, inician una misión para evitar la dominación mundial de un malvado empresario -no, esto no es James Bond-. ¿Cuál es la sorpresa? Que uno de los muchos Bosley -aquí hay uno destinado en cada país tras la internalización de la Agencia Townsend- resulta estar armando una traición para hacerse con el control de toda la organización. Esto último sería spoiler sino se advirtiera de forma absurda desde los primeros compases del metraje. Es justo recordar que ni el grupo Kate Jackson-Farrah Fawcett-Jaclyn Smith ni el grupo Cameron Diaz-Drew Barrymore-Lucy Liu navegaban por un thriller de intriga y golpes narrativos. Pero aquellas espías sí respondían honestamente a las intenciones de sus guiones. Las nuevas víctimas, escogidaspara esta tropelía tienen que luchar durante dos interminables horas contra el vestido manufacturado de Banks.
El humor autoconsciente que aligereza los chascarridos de otras producciones en "Los Ángeles de Charlie" no aparece por ninguna parte. Los diálogos están saturados de clichés, las situaciones son completamente surrealistas, y la imposición de un atractivo para todos los públicos enfanga cualquier posibilidad de personalidad. Si hay algo que se puede valorar positivamente de este reboot eso es su componente de acción. Sí, las secuencias están rodadas de forma muy efectiva, y el ritmo que las acompaña no llega a decaer. Es una lástima que los valores de producción -escenarios, vestuario, peluquería, iluminación- destilen una sensación artificial y plasticosa casi insoportable. Y que Stewart pretenda reciclar la extroversión de la Sabina de Cameron, en lugar de buscar una interpretación más personal y original. Allá donde uno mire se encuentra acabados chapuceros, desgana, malentendidos, que hacen imposible disfrutar de una cinta medianamente entretenida.
Conclusión
Si ser la chispa de un intento de "ave fénix" ya supone un hándicap importante, carecer de estilo es la muerte absoluta. Banks apuntaba al tono feminista de la película como motivo principal del fracaso, pero el descalabro engloba otros muchos tropiezos que derivan en un castillo de naipes imposible de salvar. "Los Ángeles de Charlie" nunca pasó de ser un placer culpable repelente de gafapastas, pero este reinicio no es capaz ni de sacar partido a ese reduccionismo. Toda una decepción para un proyecto con tanto talento y visión de futuro.
Elizabeth Banks propone una revisión feminista y moderna de la saga pero se enreda en un guion torpe y una presentación demasiado artificial. Las nuevas ángeles no consiguen destacar en ese descalabro que termina enfangando el intento de revisión de la cineasta, y que apenas llega a entretener como lo hacía la saga hace dos décadas.