El primer proyecto de Álex Pina para Netflix tras firmar su contrato de exclusividad con la plataforma de streaming es White Lines, y pese a que se ha estrenado casi sin hacer ruido (solo se ha intensificado su promoción durante la última semana en el canal de YouTube del servicio), hemos decidido darle una oportunidad para comprobar cómo se mueve el creador de La Casa de Papel en una serie que nos recuerda un poco a la reciente Outer Banks, aunque menos juvenil y con un tono más adulto.
Comparte con Outer Banks la búsqueda de la verdad sobre un supuesto asesinato, el reflejo de la división de clases en una zona costera y la relación con el mundo de los crímenes y el narcotráfico, pero se diferencia en algo que le permite a White Lines tener personalidad propia: Ibiza es el paraíso perfecto que dota de un universo a una ficción que se balancea entre el thriller, la acción y el drama erótico.
Ibiza, donde todo puede pasar
En esta crítica de White Lines no podemos empezar a desgranar la serie sin decir que, junto a Álex Pina, se encuentran también en el puesto de producción los creadores de The Crown, siendo este un cocktail inesperado, pero que sorprendentemente funciona. Una serie hispano-inglesa que no tiene miedo en mezclar diálogos en la lengua aglosajona y en español, y que tiene un reparto a la altura de las expectativas, tanto en el bando británico como en el castellano.
Ibiza es el principal elemento que vertebra todas las tramas: la isla de los excesos, la tierra de la fiesta y la droga, pero también la región en la que la luz, el sol y el buen tiempo cubre cada rincón. Muchos estarán en contra de que White Lines exponga a nivel mundial (va a ser un éxito en casi todos los países en que se estrene, con total seguridad) una imagen de la isla tan negativa, pero lo cierto es que salvo algunas licencias creativas (dudo que las orgías en casas con diferentes personalidades políticas de Ibiza sean reales), estamos ante un reflejo exagerado, pero bastante real de lo que ocurre en esta zona de Islas Baleares.
Otro punto a favor de la serie es que casi todos sus personajes funcionan, sobre todo, los protagonistas: Zoe, la joven que regresa a España para descubrir qué le ocurrió a su hermano 20 años más tarde, nos presenta una chica con miedo a introducirse en el mundo de lujuria y excesos que hay en Ibiza, pero debe descubrir qué ocurrió hace dos décadas con Axel Collins. Por ello, y como bien se representa al final del episodio 1, Zoe comienza poco a poco en bucear en grandes redes de corrupción y narcotráfico para descubrir qué papel jugaba su hermano en esta isla.
En relación con los protagonistas, destacamos a Marcus: este DJ cuarentón que sigue pinchando en algunas de las salas más importantes de la isla, pertenece a uno de los roles mejor dibujados de la serie, con mucha personalidad y con capacidad de ser cómplice con el espectador pese a que muchas de sus acciones sean totalmente ilegales. En cuanto al resto de personajes, se nota que Álex Pina está detrás del guion, ya que como ocurriera con Vis a Vis, El Embarcadero o La Casa de Papel, son personas con un trasfondo muy interesante y lleno de matices que, eso sí, a veces no funciona como la maquinaria perfecta que intenta ser.
A veces se pierde en un mar de tramas
En relación a lo que acabamos de comentar en esta crítica de White Lines, es cierto que a veces la serie hace aguas al intentar mezclar tantos elementos diferentes en un espacio tan pequeño como es Ibiza: la corrupción inmobiliaria (ese casino que desea construir el personaje de Juan Diego Botto), el narcotráfico, las fiestas sexuales, los dramas familiares de los diferentes personajes, la relación de Zoe con su psicóloga... Esto provoca que pese a que nos encontremos ante 10 capítulos de 50-60 minutos cada uno, a veces el ritmo tan perfecto que tiene se vea reducido en parte.
¿A qué nos referimos? Nos sorprende que en Ibiza, en un mismo intervalo de tiempo, y en torno a unos pocos personajes, ocurra de todo, sin profundizar algunas veces en temas tan atractivos como difusos. Seguimos sin creernos que existan esas orgías multitudinarias en las que la clase alta acude como 'perro por su casa' a practicar sexo indiscriminado: si bien este espacio parece hecho para hacer coincidir a personajes esenciales para el avance de la trama, parece todo una excusa para introducir el erotismo en White Lines.
Un entretenimiento de nivel, que demuestra el gran creativo que es Álex Pina
Álex Pina está a la altura de las expectativas: si bien La Casa de Papel es un producto mucho más redondo, en White Lines el creativo se aleja de los dramas cerrados en espacios (Vis a Vis o la serie antes mencionada) para crear un proyecto casi coral, con numerosas tramas que terminan colisionando y que saben crear adicción. Si bien algunas de estas historias no encajan con el espíritu de Ibiza, y pueden sacarnos de contexto rápidamente, es una de las series más interesantes de los últimos meses, y un nuevo ejemplo de que en España, la ficción es cada vez más internacional.
Álex Pina está a la altura de las expectativas: si bien La Casa de Papel es un producto mucho más redondo, en White Lines el creativo se aleja de los dramas cerrados en espacios (Vis a Vis o la serie antes mencionada) para crear un proyecto casi coral, con numerosas tramas que terminan colisionando y que saben crear adicción
La luz que desprende cada imagen: Ibiza, mejor ambientada que nunca
El ritmo de la serie, en el que se aprecia la buena mano de Álex Pina
El reparto está a la altura
El montaje a dos (o más) tiempos
Algunas tramas secundarias pierden fuelle
La historia de Axel Collins es mucho menos interesante que la investigación en el presente
Netflix, HBO Max, Prime Video, Disney Plus y Filmin, mis plataformas de streaming favoritas. Harry Potter, Marvel, DC, James Bond y Fast & Furious, mis películas comerciales preferidas. La vida es bella, mi película favorita. Así soy yo, y así seguiré.