Los deportes sobre patines siempre han sido algo con lo que he mantenido una relación sumamente ambivalente. Porque, si bien es cierto que hace unos años era de aquellos que se resistía a subirse a una tabla o unos patines porque no le compensaba lo suficiente como para afrontar las lesiones que conlleva el riesgo de grindar una barandilla oxidada, todos los atardeceres de verano que pasé en mi adolescencia sentado en el skatepark de mi pueblo han hecho que estas disciplinas de la cultura urbana permeasen hasta lo más profundo de mi inconsciente.
Quizás sea por ello que este tipo de deportes me saturen al instante de buenas vibraciones cuando pienso en ellos; quizás sea por ello que disfrute tanto con cualquier videojuego que intente representar en sus líneas de código las directrices de lo que para mí es un arte kinestésico; quizás sea por ello que encontré en el primer tráiler de Roller Champions un clavo ardiendo al que agarrarme cuando la propia cultura urbana comenzaba a ser representada de forma mucho más frecuente en otros lugares antes que en el medio digital.
Ahora sí y habiendo hecho ya el ejercicio de limpiarme la cara con las agridulces aguas de la nostalgia, me siento afortunado de que el destino me haga volver a este tipo de videojuegos cuando menos me lo espero. Esta vez, concretamente, gracias a la beta cerrada de Roller Champions (a la que podéis apuntaros desde este enlace) a la que Ubisoft nos invitaba para poder contaros cómo avanza el desarrollo de su nuevo videojuego sobre patines de corte arcade que encuentra su principal virtud en una expresión que, en muchas ocasiones y por paradójico que parezca, pasa a ser irrelevante en según qué propuestas: ''pasarlo bien''.
Antes de lanzarnos de cabeza a la maraña de dinámicas, situaciones y estrategias que surgen dentro de un partido de Roller Champions gracias a su sistema de control, es importante que sentemos aquellas bases que pondrán unos márgenes concretos a todo aquello que hacemos dentro de un partido: las reglas del deporte.
Esto último es especialmente importante porque Roller Champions ofrece una disciplina que ha sido creada a través de la ficción; concretamente, de aquella que nace al pensar cómo sería un deporte sobre patines que tuviera lugar en una pista de carreras circular, lo cual nos deja ya con el primer dogma implícito del nuevo deporte de Ubisoft: el escenario es tan o más relevante como la pelota.
La cosa es que para poder lanzar el balón hacia un aro en el que tendremos que encestar, necesitaremos dar una vuelta completa al estadio, lo cual nos deja con una dinámica que permite que la habilidad de cada equipo quede por encima de la suerte, dado que el alocado ajetreo que tendría lugar al ver a seis energúmenos intentando encestar a toda cosa lanzando el balón cada pocos segundos, es sustituido por una experiencia de partido donde lo que predominan son los tramos de posesión del balón.
Es justo antes de intentar anotar un punto donde tiene lugar la magia de Roller Champions, dado que la posesión seguirá siendo nuestra aunque perdamos el balón hasta que un jugador del otro equipo se haga con él; momento en el que los rivales adoptarán la misión de dar una vuelta completa al círculo y nosotros la de hundirle el codo en el ojo a cualquiera con tal de impedirlo.
Pero, ¿qué ocurre si en lugar de intentar encestar en cuanto demos una vuelta queremos restregar por la cara a los rivales nuestra superioridad con el manejo de los patines y seguir circulando por la pista? Aquí es donde entra en juego una dinámica de riesgo y recompensa que da lugar a una relación matemática rotunda: a más vueltas seguidas demos, más puntos haremos:
El sistema de control de Roller Champions puede asemejarse a aquello que suele verse en otros títulos deportivos de competición: un mapeado de comandos que parte de los botones para el movimiento básico y llega hasta un sistema contextual donde una tecla del mando hará algo diferente en función de si tenemos el balón en posesión o no.
Comenzando por el primer apartado, las sensaciones que transmite Roller Champions en cuanto al movimiento de nuestro personaje no podían ser más satisfactorias, dado que circular por el escenario no será solo cuestión de girar o saltar cuando toque, sino del puro timing al contar con un comando que nos permite ganar velocidad conforme estamos bajando desde una las paredes, lo cual nos permitirá salir disparados por la pista si hemos ido zigzagueando por ella de forma correcta.
Más allá de esto, el resto de botones se asemejan a los sistemas de control más típicos: un botón para pasar el balón y para pedirlo cuando no lo tenemos, otro para esquivar a un rival cuando tenemos la posesión y para propinar un golpe cuando no, y el gatillo izquierdo del mando para apuntar la dirección en la que queremos lanzar la pelota bien para intentar anotar un punto o para intentar hacer un pase imposible a aquel compañero que se ha colocado en el otro extremo del circuito.
Sin embargo, el toque arcade de Roller Champions pedía a gritos que los jugadores pudieran llevar a cabo movimientos que solo fueran posibles dentro de un videojuego. Es justo aquí donde entran los saltos de gran altura que podemos utilizar para taponar un disparo enemigo o las patadas voladoras para interceptar al listillo que ha intentado pasarnos por encima.
Estos son solo algunos ejemplos de aquello que podemos hacer en Roller Champions a nivel individual pero, tal y como ocurre en todo juego de equipo, no se alcanzan las dinámicas más profundas de su propuesta jugable hasta que no empiezas a pensar con los compañeros en mente. Principalmente, porque de nuestra colocación con respecto a ellos dependen las estrategias que se pueden llevar a cabo en el circuito: desde que sea solo un jugador quien lleve la pelota a toda velocidad mientras los otros dos molestan a los rivales hasta encadenar una serie de pases largos con gran precisión hasta que la pelota acabe al otro lado del aro.
Ahora que hemos podido comprobar cómo Roller Champions poseen una serie de cualidades que lo hacen único en relación a su propuesta, es hora de hablar de cómo Ubisoft intentará que esta se amolde a los dogmas generales del modelo de juegos como servicio que, esencialmente, serán determinantes para que el juego sobreviva al paso de los meses.
Hablamos de todos aquellos sistemas que van más allá de los propios partidos y que se traducen en fenómenos de progresión que han de incitar al jugador a querer conectar con la experiencia que ofrece Roller Champions con frecuencia. Lo que ya hay en el juego es parte de lo básico: un pase de batalla que, según imaginamos, irá variando con la llegada de nuevas etapas de contenidos y una tienda repleta de objetos cosméticos que podremos comprar con los puntos que obtengamos al jugar al título.
Por otro lado, lo que puede que haya en el futuro es quizás lo más ilusionante, dado que las mecánicas de Roller Champions cuentan con la capacidad de estirarse lo suficiente como para ofrecer dinámicas muy distintas de juego a las que ya estamos acostumbrados. Es aquí por donde pasan todos aquellos contenidos con los que Ubisoft podría expandir su propuesta en el futuro como, por ejemplo, nuevos modos de juego o eventos temáticos como los que hay en otras propuestas de carácter persistente.
Sea como sea, lo que sí puedo asegurar es que mi impaciencia es cada vez mayor con cada segundo que mi mente no virtualiza mis pies dentro de unos patines de Roller Champions para recorrer en zigzag sus circuitos en busca de alcanzar esa sensación tan simple y, al mismo tiempo tan compleja, hacia la que ya apuntaba con el índice al principio de estas impresiones: pasarlo bien.
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