El Cordyceps es un parásito natural bastante horripilante y su habilidad para tomar el control de los cuerpos de sus víctimas da mucho mal rollo. Solo diré que, desde el estreno de la adaptación de The Last of Us de HBO Max he estado mirando con algo de recelo los champiñones antes de comérmelos. Además de alguna que otra fobia, la serie también me ha despertado una gran curiosidad por este tipo de parásitos, los cuales convierten a sus huéspedes en zombis. En realidad, hay muchos más de los que creemos y a continuación os dejo los que me han parecido más interesantes:
Todo lo que he dicho anteriormente ya debe sonar lo suficientemente mal, pero hay más. Tras perder sus pedúnculos oculares en el ataque de algún pájaro hambriento, los caracoles son capaces de hacer que vuelvan a crecer. Si tienen mala suerte podrían toparse con las heces de la misma ave y sufrir todo este horripilante proceso desde el principio. El resultado es un ciclo eterno de dolor, ya que su descendencia recorrerá el mismo camino.
Gracias a esta endiablada estrategia, los ratones y ratas quedan a merced de los gatos, que marcan su territorio con los meados. Esto los lleva a una muerte casi segura y muy inesperada. El beneficio que obtiene el Toxoplasma Gandii es que logra llegar a su zona de reproducción ideal: el estómago de un felino. A partir de este momento se dedica a reproducirse, pero también puede pasar a otros huéspedes si las heces de los gatos llegan hasta ellos.
Si se contamina el suministro de agua de un pueblo o ciudad, pueden infectar aves, vacas e incluso humanos. De hecho, los científicos estiman que entre el 30 y el 50 por ciento de la población mundial está infectada con Toxoplasma. Afortunadamente, la mayoría de las personas sanas no suelen sufrir daños graves y sus síntomas se reducen a una gripe y dolores musculares. Dicho esto, algunos investigadores han explorado el efecto del parásito sobre la mente humana. Han llegado a la escalofriante conclusión de que hay una leve correlación entre la infección y la violencia autoinfligida.
Acto seguido, la avispa arranca sus antenas y comienza a controlarla para que acuda a su nido. Una vez llegan a la madriguera, la avispa inyecta un huevo en la pata de la cucaracha. Al cabo de tiempo eclosiona y la larva que emerge se introduce en el cuerpo de la víctima, devorando poco a poco los órganos vitales del indefenso insecto. Al terminar, se convierte en capullo y sale del cadáver de la cucaracha convertida en una avispa adulta.
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