Hace ya unos cuantos veranos estaba con unos amigos de madrugada en un callejón semioscuro de mi pueblo donde pueden pasar dos cosas en caso de que deambules solo por allí: que te atraquen o que te atraquen a punta de navaja. Para nosotros no era una cuestión de tentar al destino poniéndonos a tiro de cualquiera que pasara por allí a pedirnos dinero con la excusa de: ''tengo que ir a este otro pueblo y no tengo suelto para coger el autobús''. No; estábamos allí porque esa era la zona donde cada sábado por la noche se organizaba un macrobotellón porque, por algún motivo, en mi pueblo aquella práctica entraba dentro de una extraña alegalidad confusa por aquel entonces.
Recuerdo aquella ocasión como una noche de agosto especial: hacía calor, pero corría el airecito lo suficiente como para que no se te inundara la nariz con los matices que deja en el ambiente veraniego la sobresaturación de hormonas de cientos de posadolescentes bebiendo cantidades ingentes de alcohol y refrescos a los que se les ha ido el gas. Pero me acuerdo de ella en particular por un motivo muy concreto: delante de mis ojos tuvo lugar una concatenación de sucesos realmente surrealista que no me dejaron dar crédito a lo que veía.
Los acontecimientos se desencadenaron de forma hilarante, como varias casualidades inconexas que se reúnen en un mismo punto espaciotemporal con el tino suficiente como para dejarte delante de una de las anécdotas más surrealistas de tu vida: dos pavos salieron de la muchedumbre para protagonizar un duelo a puñetazos delante de todo el mundo.
Los hechos no ocurrieron como son de esperar en una situación así: uno de ellos empezó a provocar al segundo y este último sacó su teléfono para, momentos después, estamparlo contra el suelo sin razón aparente y comenzar a hacer todo tipo de aspavientos en el aire creando in situ un arte marcial improvisado que solo practicaba él. Al tipo se lo llevaron en coche (supongo que para continuar con la pelea en otro sitio) y tuvieron la amabilidad de traerlo de vuelta, eso sí, con un moratón en el ojo. Y, mientras estaba viendo todo aquello, un random de otro grupo alzó la voz para lanzar al aire las siguientes palabras: ''Se cree el tío que está en Street Fighter''.
Llevo unos cuantos días pensando en esta misma anécdota y no puedo evitar reflexionar sobre la importancia de ese nombre y de cómo se ha conseguido colar en el ideario colectivo. Tanto como para que se asociase aquella increíble narrativa momento a momento al nombre de una de las sagas más importantes de la historia de los videojuegos; tanto como para que aquella marabunta que casi podía jugar al waterpolo en una piscina de ron con redbull y sudor pensase en Street Fighter y fuera, quizás, la idea más sensata que se tuvo allí en toda la noche.
Ahora bien, el hecho de que se me haya venido todo esto a la cabeza unos años más tarde no es fruto de la casualidad, porque he estado jugando a Street Fighter 6 estos días y he sentido con más fuerza que nunca la importancia que se desprende de ese mismo nombre. Tras pasar un buen puñado de horas con el juego, ahora lo veo claro: Street Fighter 6 es el intento (con éxito) definitivo de Capcom de reinsertar la saga en lo más profundo del inconsciente colectivo y afianzarla de una vez por todas en la cultura popular para que su legado siga siendo eterno.
¿Eres nuevo en la saga? Street Fighter 6 es para ti
Aprender a jugar de forma decente a un título de lucha es como intentar ponerte en forma en el gimnasio: ve un día tú solo al gym sin tener una rutina de ejercicios concreta y saldrás de allí poniéndote todo tipo de excusas para no volver a pisar uno hasta dentro de muchísimo tiempo. Ahora bien; si vas con un amigo que tiene más experiencia, el proceso de adaptarte aquello bajo la influencia de los gritos que pegan allí quienes quieren suplir carencias emocionales levantando pesos evidentemente muy superiores a sus capacidades se vuelve mucho más llevadero.
Es inevitable: todo proceso aprendizaje depende de un factor asociado a la fuerza de voluntad que uno tenga a la hora de soportar la demora del refuerzo positivo que espera obtener. El cerebro no segrega las hormonas del placer así como así, haciendo que la frase de ''sin esfuerzo no hay recompensa'' cobre especial sentido en relación a cómo funcionan los conglomerados de neuronas.
Y, precisamente, es ahí donde Street Fighter 6 aparece para poner todos esos circuitos patas arriba, porque supone un proceso de aprendizaje y adaptación al género de lucha del que obtienes placer de forma inmediata, justo en ese brevísimo lapso de tiempo entre el que la pantalla de inicio desaparece cuando pulsas el botón start y aparece la siguiente presentándote un selector de modos repleto de posibilidades infinitas. En este sentido, no es que la barrera que hay que saltar para empezar a disfrutar del juego sea menos alta, sino que con Street Fighter 6 no hay ninguna barrera que saltar.
Street Fighter 6 es un ejercicio por parte de Capcom de mantener todas las complejidades y matices del género, pero quitándose ese elitismo arcaico abanderado por gilipolleces tales como el ''git good casual''. La obra de Capcom es, en ese sentido, la persona que está invitada a la fiesta a la que quieres entrar y te cuela en el reservado VIP desde el que todo el mundo mira por encima del hombro al resto. Y lo hace a través de dos movimientos extremadamente inteligentes.
Paso 1: el sistema de control moderno como tutorial a nivel inconsciente
Todos lo hemos hecho: aporrear los botones del mando como si te hubiera poseído las manos el demonio de una tribu africana con tal de sentir que los erráticos movimientos de tus dedos se traduzcan, como por arte de magia, en un increíble festival de combos que pondría en duda el significado mismo de la palabra ''coherencia''. Todo lo que ocurre en pantalla acaba siendo fruto de la casualidad: por estadística pura tus manos acabarán acertando en los botones que toca en el orden correcto como para que, entre los saltos con patada que surgen de la nada por no tener ni idea de lo que estás haciendo, el personaje acabe haciendo algún movimiento especial.
Todo esto suena realmente engorroso... ¿Verdad? Pues Street Fighter 6 se lo quita de encima introduciendo en la saga una algo que marcará un antes y un después en la misma: el sistema de control moderno; un mapeado de botones que sustituye las series de 5 o 6 teclas que tenemos que pulsar en un complejo ejercicio de contorsionismo táctil por la posibilidad hacer una taque especial con apenas un par de comandos.
Los ataques especiales se llevan a cabo pulsando un botón y una dirección concreta 1️⃣
Hay un sistema de combos automático con el que podemos llevarlos a cabo manteniendo pulsado un gatillo y apretando el mismo botón varias veces 2️⃣
Podría parecer una tontería, pero este sistema de control es el primer paso de un tutorial sumamente bien pensado que se irá desplegando poco a poco en tu cabeza de forma casi inconsciente: permite que te acostumbres al ritmo del juego, aprendas cómo funcionan las distancias entre los personajes y empieces a intuir cómo se hacen los combos. Pero lo más inteligente de todo es que existe claramente una barrera que se engendra de manera orgánica y natural sobre ti si abusas de este sistema de control: llega un punto en el que empiezas a sentirte limitado y es ahí donde conviene iniciar la transición hacia el sistema clásico, el cual es más complicado de dominar pero ofrece muchas más posibilidades a medio plazo.
Paso 2: el modo World Tour como tutorial que se despliega de forma consciente
Street Fighter V fue uno de los juegos más criticados de la década pasada por salir al mercado falto de contenidos como si se tratase de un esqueleto titubeante al que le han roído la carne para dejar solo a la vista las fibras amarillas de sus huesos. Pero Capcom ha escuchado las quejas. Street Fighter 6 llega con un modo historia (además del típico arcade en el que se nos contará una breve historia de cada personaje) que se aleja de aquello que ofrecen otros juegos de lucha y que tanto odio: una narrativa en la que juegas un combate de 50 segundos para comerte después 30 minutos de cinemáticas facilonas.
El género ha adoptado la mala costumbre de acudir siempre al mismo recurso: segmentos jugables y no jugables que se intercalan entre sí con la inexplicable pretensión de cohesionar múltiples relatos aparentemente serios para acabar convirtiéndose en un argumento que ni siquiera se esfuerza en que te importe lo que te está contando. En este caso, Street Fighter 6 opta por algo mucho más arriesgado; un modo aventura de corte JRPG clásico con toques surrealistas que proclama a los cuatro vientos algo que debería ser un dogma indiscutible en los juegos de lucha: ''no estamos aquí para darte la turra, sino para pasarlo bien''.
El modo World Tour de Street Fighter 6 es una genialidad porque Capcom ha matado con él dos pájaros de un tiro: se ha sacado de la manga un tutorial gigantesco sobre cómo se juega a Street Fighter que, al mismo tiempo, le sirve como redención para expiar los pecados del pasado. En este sentido, el modo World Tour se yergue como un apartado del juego con el que podemos ir acostumbrándonos a diferentes estilos de lucha y, como recompensa final, extraer de allí al amorfo personaje que hemos diseñado (el editor es la leche) para llevarlo a los combates online. Pero, más allá de esto, ¿Qué se hace exactamente en esta aventura JRPG para un jugador?
En el modo World Tour puedes retar a un combate a casi cualquier persona que te encuentres por la calle ❗
Esto da lugar a situaciones hilarantes en las que te verás dándote de puñetazos contra el chef de un food-truck antes de comprarle un par de perritos calientes que restauran tu salud 🤣
El modo tiene un sistema económico en el que podremos conseguir dinero a través de completar minijuegos de todo tipo, combates contra otros personajes y superando misiones 🤑
Este dinero nos servirá para comprar objetos que mejoren nuestras estadísticas de forma puntual en los combates o equipamiento de todo tipo 💖
En el modo World Tour nuestro personaje puede subir de nivel; algo ideal si queremos ir enfrentándonos a enemigos cada vez más fuertes y progresar en las misiones de la historia ✅
Lo más destacable de esta vertiente es que podremos interactuar en ella con los personajes míticos de la franquicia, aceptarlos como maestros y confeccionar nuestro propio estilo de lucha híbrido a partir de los movimientos que estos nos enseñen 😳
¿Eres un experto en la saga? Street Fighter 6 es para ti
A pesar de que Street Fighter 6 está diseñado con una evidente intención en mente de atraer a nuevos jugadores, Capcom no es nada tonta: sabe que, tras esa apariencia de juego amigable, ha de esconder un núcleo jugable lo bastante sólido como para sostener sin problemas la herencia de una saga con decenas de años de legado. En este sentido, Street Fighter 6 es un juego digno de todo lo se ha escrito en las páginas de la historia de la franquicia y, por tanto, aquellos que tengáis experiencia con la saga podréis reencontraros aquí con aquella experiencia de la que os enamorasteis hace tanto tiempo.
Capcom es maestra artesana en el género de los videojuegos de lucha: los ritmos de los combates están medidos de manera milimétrica en Street Fighter 6 1️⃣
Las interacciones entre los personajes van más allá de sus propios movimientos: ahí es donde entran los parries y los ataques especiales 2️⃣
Hay combatientes que ofrecen estilos de lucha muy diferentes entre sí, lo que hace que Street fighter 6 se desglose en muchos juegos diferentes a nivel de experiencia 3️⃣
Fácil de aprender y difícil de dominar: cada personaje tiene sus matices y complejidades, lo cual implica tiempos de aprendizaje diferentes 4️⃣
El modo online te va a comer la vida, te lo aseguro 👈
¿Te gustan los videojuegos? Street Fighter 6 es para ti
No soy nuevo en el género de los videojuegos de lucha, pero sí lo soy en la saga Street Fighter. Siempre me ha costado acostumbrarme a ese baile terrible de dedos que se enredan entre sí, los parones en mitad de un combate para echarle un vistazo a la lista de combos y a la sensación de que hay una barrera de dificultad que no estoy dispuesto a traspasar; siempre me ha costado entrar a una saga con la que he mantenido un amor platónico desde hace años, de esos que pensabas que nunca iba a llegar a algo real.
Capcom ha dado en la tecla, ha creado un juego realmente accesible para la gente nueva y una experiencia reconocible para los expertos en la saga. Pero lo bonito aquí es que ambas intenciones acaban reencontrándose en un punto en común: sea ha creado aquí con Street Fighter 6 un juego increíble que quedará para la posteridad como uno de los estandartes de un género al que aún le queda mucho terreno por explorar en esto de abrirse al resto del mundo.
Sigo escribiendo este análisis y no he dejado en ningún momento de pensar en ello: gracias, amigo semiborracho de ese botellón que tuvo la puntería suficiente como para decir aquellas palabras cuando más las necesitaría oír mi yo del futuro. Me has acompañado durante estos días en el que ha sido un proceso por el que no suelo pasar a menudo: es el primer juego de lucha al que me acerco en muchos años. Y aún así, no me caben dudas: si el género tuviera un idioma propio, el nombre de Street Fighter 6 se podría traducir como ''que vivan los videojuegos''.
Street Fighter 6 es la prueba de que estamos ante la mejor Capcom de la década. Conformándose como un antes y un después de la franquicia, se trata de un juego diseñado con evidentes intenciones de atraer gente nueva y, al mismo tiempo, conservar el increíble legado del que se enamoraron en su día los veteranos de la saga. Es la expiación de los antiguos pecados de una compañía que ha sabido escuchar a sus fans; es un pequeño paso para Capcom, pero un gran paso para el género de los videojuegos de lucha.
Estilo artístico
Jugabilidad
Cantidad de contenidos
Diseño de personajes
El modo World Tour es un añadido excelente
El juego ha salido repleto de contenidos
La posibilidad de elegir entre diferentes sistemas de control
La capacidad de conservar intacta la esencia de la saga
El estilo artístico es todo un acierto
Algunos problemas de rendimiento muy puntuales (se solucionarán con parche día 1 de lanzamiento)
Crecí rodeado de naturaleza y campos de trigo, pero con la cabeza llena de historias sobre dragones y planetas lejanos. Después me hice psicólogo para poder fascinarme con las historias de los demás.
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