Outer Wilds
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"La experiencia más hermosa que podemos tener es el misterio. Es la emoción fundamental que se posa en la cuna de la verdad y de la ciencia verdadera. Quien no la conoce y no se puede maravillar vale tanto como un muerto, y tiene los ojos ensombrecidos", rezaba Einstein en uno de sus ensayos. ¿Y hay algo que despierte más misterio que el espacio exterior, que levantar la vista hacia un cielo estrellado y soñar con los horrores y maravillas que allí arriba habitan? Si tuviera que aventurarme, diría que la respuesta para las mentes tras Outer Wilds es una clara negativa.
Outer Wilds es el nuevo videojuego de Mobius Digital que, tras años de idas y venidas, ha encontrado en Annapura Interactive el socio ideal para llegar finalmente al mercado. Y lo hace abrazando el misterio del que hablaba Einstein desde el primer minuto. Sin peros, sin restricciones, sin excusas. Un videojuego en el que el espíritu aventurero es el motor de toda la travesía y que, sin hacer ruido, ha llegado para convertirse en una de las mejores sorpresas de los últimos años. Pero vayamos poco a poco para descubrir qué hace de Outer Wilds una obra tan especial.
Como bien decía, Outer Wilds no se sirve de excusas narrativas para ponernos a surcar los cielos de un sistema solar imaginario. Para ello, solo hace uso de nuestro innato deseo de descubrir qué se oculta más allá del horizonte. Outer Wilds nos pone en la piel de un pequeño animal inteligente que habita en un planeta similar a la Tierra, en donde la vida ha prosperado y hay lagos, ríos, plantas y una civilización. ¿Nuestra misión? Salir en una cochambrosa nave espacial a explorar el resto de planetas, satélites y astros que conforman el sistema solar en el que nos encontramos.
Sin embargo, algo no va del todo bien y, en el momento en que nuestra misión fracasa y sucumbimos ante uno de los innumerables peligros del espacio exterior o los planetas (ya sea falta de oxígeno, un golpe con la nave, una caída explorando o que simplemente somos idiotas y nos hemos tirado de cabeza contra el Sol), no morimos, sino que reaparecemos momentos antes de comenzar nuestra odisea espacial. Nosotros no lo entendemos bien. El resto de personajes tampoco. Pero lo que está claro es que estamos atrapados en una especie de bucle temporal y la única escapatoria es explorar el sistema solar.
Así, con estas premisas, Outer Wilds pone sobre la mesa una propuesta que mezcla a la perfección elementos clásicos y modernos del videojuego. Mobius Digital ofrece un título de aventuras basado en la exploración y la resolución de puzles de forma muy clásica, utilizando mecánicas muy simples y haciendo uso del sistema de físicas para desplazarnos y encontrar ciertos elementos. Pero esta propuesta clásica se combina con elementos del roguelike y mundo abierto más presentes en los productos modernos.
El bucle temporal actúa como un elemento sacado del roguelike y hace que cada muerte sea simplemente el comienzo de otra aventura. Cada vuelta a la vida es una nueva ocasión para ir a un lugar al que no hayamos ido y explorar a fondo para desentrañar nuevos secretos. Después, solo queda ir uniendo los puntos para dar, poco a poco, con la explicación pertinente a todo este entramado.
Algo que Outer Wilds borda es el hacernos a nosotros, los jugadores, los auténticos protagonistas de la aventura. El videojuego nunca nos obliga a hacer absolutamente nada. No hay éxito ni hay fracaso. Solo hay un objetivo y es nuestra decisión cómo y a qué ritmo deseamos desvelarlo. Podemos actuar como kamikazes y lanzar nuestra nave al Sol; podemos ir explorando el sistema solar poco a poco, empezando por el satélite del planeta inicial y viajando cada vez a lugares más lejanos; o podemos arrojarnos directamente a aterrizar en un cometa. Somos absolutamente libres.
Y, en este punto, se encierra lo mejor de la propuesta de Mobius Digital: Outer Wilds es capaz de resultar ser un auténtico juego de misterio en el que nuestro espíritu aventurero coge el timón porque la obra no te da la mano en ningún momento. No hay objetivos preestablecidos, no hay puntos de control, no hay sistema de progreso más allá del conocimiento que adquirimos. Todo lo que hay es nuestro protagonista y nuestro afán por desvelar los misterios.
La sensación de ir explorando paulatinamente, de encontrar unas ruinas antiguas sumergidas en las arenas de un ardiente planeta, de recuperar partes perdidas de una nave estrellada en un cometa; todo ello nos hace sentir como auténticos exploradores, como los barcos de Colón avistando tierra americana por primera vez, como la humanidad viendo la foto de la cara de Marte a finales de los años 70 y soñando con una antigua civilización que habitaba el planeta rojo millones de años atrás.
Si hay un pero que se le pueda poner a Outer Wilds es, tal vez, el de resultar demasiado poco amable a veces. Como bien comentaba, Mobius Digital no quiere darnos la mano en esta aventura, pero hay veces que el camino a seguir resulta demasiado oscuro. Algunos puzles tienen su solución tan escondida que resulta muy difícil dar con ella y puede llegar a resultar frustrante. Si bien hay un pequeño mapa en nuestra nave que va recogiendo nuestros progresos y nos indica más o menos qué debemos explorar, el trabajo en el terreno no siempre es sencillo y se habría agradecido algo más de transparencia en este sentido.
Outer Wilds es, como videojuego, un producto notable; sin embargo, tiene ese algo más, ese "je ne sais quoi" que hace que la experiencia sea, simplemente, sublime. Tal vez sea por lo humano de sus personajes, tal vez sea por ese espíritu innato de explorar lo desconocido que hay dentro de nosotros, tal vez sea por esos parajes alienígenas en donde sentarnos a escuchar música y comer nubes junto a una hoguera; o tal vez, simplemente, sea porque me ha tocado la fibra sensible, pero Outer Wilds como experiencia resulta mucho más que la suma de sus partes.
Es difícil describir algo que no es tangible, algo que va más allá de la jugabilidad, de la historia o del apartado artístico. Pero Outer Wilds es capaz de evocar ese sentimiento de aventura, esa emoción de cuando éramos pequeños y nos adentrábamos en un bosque desconocido para explorarlo. No tengo claro si lo hace de forma intencionada o accidental, pero de lo que estoy seguro es de que ha conseguido despertar una pequeña llama dentro de mí, una ilusión por descubrir qué hay más allá.
Outer Wilds, como videojuego, no es perfecto. Los controles, en ciertos momentos, pueden ser poco precisos y la oscuridad con la que oculta las soluciones a algunos puzles hace que, a ratos, la obra pueda llegar a frustrar. No obstante, la experiencia explorando este sistema solar y desentrañando los secretos que ocultan los astros celestes es, simple y llanamente, sublime.
Un título original, fresco, con muchísima alma y rebosante de carisma que me ha conquistado desde el primer minuto. Tal vez sea por cumplir el sueño de explorar libremente el espacio, tal vez sea por descubrir los secretos de una civilización extraterrestre, tal vez sea por encontrarme con compañeros astronautas tumbados en una hamaca tocando música en medio de un planeta gobernado por tifones; o, tal vez, sea porque Outer Wilds ha sido un amor a primera vista. Aun así, lo que está claro es que, por activa o por pasiva, la obra de Mobius Digital se ha colado en mi corazón y en la lista de mis juegos favoritos.