Análisis Starblast
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Análisis Starblast

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En ocasiones, un planteamiento simple es más que suficiente. Haciendo uso de las mecánicas adecuadas, con una deposición exacta a la que no le falte nada ni le sobre nada, un estudio puede hacer mucho con poco. Respecto a ello, decir que Starblast puede adjudicarse tal descripción no sería completamente adecuado pues, por desgracia, cuenta con deslices que lo inhiben de ser adjetivado, sin embargo, asimismo es imperativo destacar que la producción de Neuronality guarda dentro de sus confines una interesante propuesta, la cual, si se plantea ante el jugador adecuado, puede suponer una más que grata aventura.

Starblast 1

Simpleza mecánica

Lo primero que destaca de esta producción es su sencillez. Con tan sólo entrar al menú de inicio, y manejarnos en la interfaz que nos permite internarnos a las partidas, es fácilmente notorio el cómo el enfoque del estudio se extrapola a cada rincón de su estructura. Por ello, deslindándose de campañas o de tediosos procedimientos para poder disfrutar de su multijugador, la obra se vierte completamente hacia su principal faceta, la jugabilidad, para así dejar más que constatado a qué nos vamos a enfrentar: una simpleza mecánica que, aunque buena y sólida hasta cierto punto y como veremos posteriormente, peca en otros flancos por sus ideales.

Entrando en materia específica, Starblast es, en líneas básicas, un shooter arcade espacial en el que encarnamos a una nave. Con el comienzo de cada enfrentamiento, ingresamos a una vasta extensión galáctica en la que, dependiendo del modo de juego escogido, podremos desenvolvernos en soledad o en equipo. Comenzando cada vez en nivel 1, tendremos que abrirnos paso por la vía láctea para conseguir recursos -traducidos en minerales- ya sea a través de la destrucción respectiva de los múltiples asteroides que se hallan en cada metro del mapa o, más interesantemente, arrebatándolos a vehículos enemigos; en cualquier caso, la obtención de un específico número de piedras nos permitirá subir de nivel, teniendo a nuestra disposición 7 tiers distintas que, a su vez, se componen de 31 modelos.

En relación a lo mencionado en última instancia, al cumplir con lo solicitado, podremos decidir por qué rama continuaremos evolucionado nuestra embarcación. Además de lo estético, los cambios primordiales que tales decisiones producen son mecánicos pues, como se podrá comprobar al catar los ejemplares, cada uno de éstos cuenta con un estilo diferente: mayor vida pero menor cadencia de ataque, rápida generación de escudo pero escueto daño de fuego, un equilibrio de sus facetas, entre más variantes que, a medida que avanzamos en la partida, se irán presentado. No obstante, nuestro progreso podrá depreciarse fácilmente ya que, al alcanzar un nuevo nivel, contaremos con una específica cantidad de vidas hasta que seamos retrocedidos al estatus previo, y he ahí donde se sitúa, junto a otro inconveniente, una de las más arduas problemáticas de la creación.

Starblast 2

Colosales e irregulares enfrentamientos

Si bien el sistema es, cuando menos, bien pensado, su ejecución no se compagina en buena lid con el matchmaking. Es decir, al adentrarnos en una sala, ésta puede ya haber comenzado mucho antes de nuestra inclusión, cuestión que nos dejará en una tangente desventaja respecto a los navíos contrincantes, los cuales, con suma facilidad, podrán deshacerse de nuestra débil maquinaria. Son sucesos evitables pues, tomando en cuenta la ingente dimensión del mapa en el que nos sitúan, es posible alejarse lo suficiente como para farmear con calma, sin embargo, encontrarnos en tal necesidad le sustrae mucha emoción a las colosales guerras que podrían formarse si los usuarios no tuviesen que enfocarse única y exclusivamente en subir de nivel, detalle que opaca, en demasía, lo bueno de su proposición.

Pero, en aquellos momentos en donde Starblast brilla, son en los mismos que nos podemos permitir tales magnas beligerancias. En el modo en equipo, por ilustrar con un ejemplo, cada agrupación cuenta con su propia base -de donde nacen tras morir, y a la cual se le pueden ofrecer rocas para medrarla-, y el objetivo de cada uno es destruir las demás; cuando uno de los grupos se decide a asediar a otro, se forman unos voraces intercambios de disparos en los que la vistosidad gráfica y la adrenalina más inherente a los arcades surgen en cada momento, ofreciendo la grata sensación que supone ser partícipes de una guerra en la que una considerable cantidad de jugadores hacen lo posible por erradicar a sus enemigos. No son tan usuales como la inexorable obligación de recolectar minerales para elevar nuestra tier o mejorar nuestras habilidades -rapidez de recarga de escudo, daño, vida, velocidad de la nave, entre muchas otras- mas, cuando ocurren, albergan dentro de sí los segundos y minutos más memorables de toda la obra, factor que es importante reconocerle.

Agradable y, a veces, desabrido

Entonces, en Starblast recae una clara disyuntiva: mecánicamente es sólido dentro de su simpleza y, para aquéllos que gustasen de Asteroids, Space Invaders o Xenon, al igual que para quien guste de los deportes electrónicos -ya que el título deposita mucha importancia en ellos-, seguramente es una compra recomendable; aun así, el hastío que representa la constante degradación y recolección de recursos merma en gran medida lo que Neuronality ha creado, especialmente al recordar que toda sus cartas están puestas en la modalidad en línea.

Pese a las constantes dicotomías, las reminiscencias que permanecen en nuestra memoria son entrañables, y nos hacen ver con buenos ojos al juego que aquí nos reúne. ¿Mejorable? Sin lugar a dudas, y ello lo trasladará a la sección de productos que únicamente significarán un disfrute si se es fanático del género al que pertenece, no obstante, podemos afirmar que su generalidad mecánica, de la mano de una magnífica puesta en escena estética, merecen un respetuoso vistazo.

Redactado por:

Politólogo a tiempo completo, economista a tiempo parcial. Asiduo al medio interactivo por su capacidad de hacernos vivir las historias, no contarlas. Joven venezolano amante de Bad Bunny, Itachi y los RPGs que busca cooperar en la evolución de una industria huérfana de horizontes.