Muchos se preguntan por qué Netflix está viviendo una especie de sangría de suscriptores desde comienzos de año, y la respuesta la encontramos en proyectos como la docuserie a Tamara Falcó, y esta trilogía de películas de la que hoy quiero hablarte. No es que la primera entrega, 365 días, fuese una obra maestra, pero es que a cada secuela, aún más toxicidad, y con 365 días más, queda claro que el cine erótico aún tiene mucho pendiente por hacer para no caer en las redes del patriarcado.
Cuando vi por primera vez 365 días, la sensación que tuve es la de estar sufriendo como su protagonista. Porque en realidad, es una especie de romantización del abuso sexual, que asusta que existan personas que escriban novelas como estas en las que se basa la trilogía de Netflix. Solo con leer un poco la sinopsis te das cuenta de que algo no marcha bien:
"Massimo, un jefe de la mafia siciliana, se 'enamora a primera vista' de una mujer que ha visto en el aeropuerto, Laura, y decide secuestrarla porque él cree que su novio no la merece. Ella, al principio, intenta luchar por todos sus medios, pero el trato del criminal es simple: le da 365 días bajo llave para que se enamore de él".
¿Es necesario representar la historia 'de amor' de una secuestrada con su secuestrador? ¿Romantizar lo que termina siendo una simulación del síndrome de Estocolmo, y seguir explotándolo durante dos películas más? Y claro, llega 365 días más, el cierre de la trilogía, y te preguntas cómo el punto de partida es una crisis de confianza entre Laura y Massimo. ¡Hija mía! ¡Qué te secuestró para que te enamorases de él! ¿Cómo no vas a sufrir una crisis de confianza?
Más allá de este conflicto argumental, 365 días es un fracaso a nivel técnico y narrativo. Lo eran sus dos anteriores entregas, pero esta tercera y última parte es peor aún que aquellas. No hay nada interesante, absolutamente nada. Ni siquiera el beso entre dos chicos que tanto ha dado de qué hablar en redes sociales, y que no es más que el ejemplo de que el público que consume este tipo de cine, está subyugado al patriarcado.
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