Llega a la recta final con todo; con la experiencia de una carrera nutrida y con el mayor presupuesto que jamás ha caído en sus manos (y en la de ningún otro director). Si Martin Scorsese tuviera los 34 años que portaba cuando firmó con pulso "Taxi Driver", no estaríamos hablando de "El Irlandés" como una pieza de artesanía cocinada elegantemente a fuego lento. Una década, ese es el tiempo que el cineasta llevaba intentando consagrar su proyecto más ambicioso, hasta que Netflix se cruzó en su camino para regalarle el oro y el moro. Se dice que es más importante el 'cómo' que el 'cuánto', y en este caso el maestro tenía ambas cosas. De esa pasión contenida por las limitaciones técnicas y la falta de vivencias, llegamos a un 2019 en el que los astros confluyen para dar vida a un metraje tan majestuoso como memorable.
Intereses comunes
Si Marvel necesitó una década para llegar al clímax de su último crossover, Scorsese ha tenido que recoger aprendizajes acumulados durante más de cinco décadas para parir su amalgama propia de tonos, talentos y estilos personales. La intención no pasaba por demostrar qué se puede hacer con 140 millones de dólares, sino dejarle las manos libres a un creador para que se bañara en homenajes más que merecidos. Joe Pesci, Robert De Niro y Al Pacino aterrizan en este mejunje de mafiosos y sindicalistas, advertidos de la borrachera de lugares comunes y situaciones conocidas a la que serán sometidos. Lo hacen, claro, conscientes al mismo tiempo de que todo en esta producción nace y encaja de forma natural dentro de un solo sentido común. Para Netflix, la oportunidad si es más artificial y contextual a su momento en la industria.
En su carrera por escapar de la indiferencia a la que le está avocando Disney+, el ejecutivo de Reed Hastings busca cada vez con más ahínco abrir las puertas de Hollywood. Sus cintas pasan sin pena ni gloria por el catálogo, fundamentando esa imagen de basurero que ha provocado el 'cuanto más mejor'. Algunas obras, sin embargo, escapan de ese viciado circuito para convertirse en adalides de la vanguardia cinematográfica de la plataforma. El año pasado "Roma" demostró a las grandes majors y a la Academia, que los que un día fueron un simple juguete televisivo con ideas extravagantes, ahora son capaces de hacer vibrar en la gran pantalla. "El Irlandés" es el culmen de esa estrategia; un producto más arriesgado que ambicioso, que jamás hubiera sido posible de urdir sin las necesidades de una compañía encerrada entre la espada y la pared. Tantas coincidencias podían haber derivado en un boleto de lotería, sí, de no ser porque eran plantadas en un terreno probadamente fértil.
Una vida con Scorsese
Es "Uno de los nuestros" y "Casino"; ambas referencias son obvias en las formas y los temas que abarca Scorsese, pero sobre el celuloide también se perciben trazas de otras cintas de su filmografía. Resulta complicado discernir qué personaje responde a qué patrones, o que trama recuerda a qué momento de su juventud, pero el efecto conjunto consigue lo que se propone. Ahora bien, para alcanzarlo recorre el sendero más largo posible. Un camino de más de 3 horas y media solo apto para los mejor equipados. La vida de Frank Sheeran no es nada sencilla, y la óptica que escoge el cineasta se desmarca de la sinopsis 'best of', para acompañar al protagonista en más momentos de los que uno está acostumbrado a ver en el género. ¿Quién es este personaje y qué lo hace tan especial para soportar el derroche de estilo del cineasta? La respuesta es tan complicada que incluso alguien como Scorsese necesita decenas de bobinas para desarrollarla.
"El Irlandés" se puede seccionar bien en tres partes diferenciadas por ritmo, temas y sensaciones. La primera; la que ocupa la presentación y la entrada de Frank a la mafia, posee un vibrato emocionante que recuerda a la mencionada "Goodfellas". Las conversaciones son rápidas, las escenas cortas, y el movimiento de la cámara vigoroso. A Steve Zaillian le cuesta en esta primera hora confeccionar un guion adaptado capaz de disfrazar el mayor coco de toda la producción: el rejuvenecimiento por CGI. Gran parte del abultado presupuesto se fue al maquillaje facial que necesitaba Robert De Niro durante toda las escenas en las que su personaje no tenía dos hernias discales y quince arrugas. Y el resultado lo cierto es que es irregular; los planos cortos funcionan, pero en movimiento ese perfil robusto del actor genera una cierta disonancia bastante intensa. Por suerte, tanto las actuaciones como los escenarios consiguen acostumbrar la vista a tanto artificio.
Scorsese, curtido por decenas de películas, errores y aciertos, retrata el mundo de la mafia con una elegancia nunca antes vista. No sorprende que reniegue de la violencia más masticada y efectiva, para buscar la coherencia y el realismo desde encuentros calmados en pubs nocturnos. Esta posición que sorprende durante los primeros compases de la cinta, se mantiene a lo largo de toda ella. Ni siquiera en los momentos más abiertos a la sangre y los disparos cae en la violencia fácil. Algo todavía más increíble si tenemos en cuenta que la vida de Frank es una montaña rusa de palizas, amenazas de muerte y agresiones tanto físicas como verbales. Toda esa fuerza visceral propia de la juventud se va disolviendo con el transcurso de los años, rimando con el propio proceso de maduración por el que ha pasado el autor. Las palabras van ganando espacio a los puños, y del gángster más puro la película salta a un registro mucho más tibio y espeso.
De Niro poco a poco se va apagando, mientras Al Pacino cada vez gana más terreno. La transición de protagonismo es lenta y prácticamente imperceptible; ambos comparten casi todas las escenas clave de la segunda mitad del metraje, y sus monólogos son siempre igual de pomposos y vanidosos. Pesci, quien parece haberse caído ahí por casualidad, termina maniobrando con más habilidad que ninguno de sus compañeros; logra mantenerse firme desde el inicio hasta el mismo final de la cinta. La parsimonia del ritmo y el bufet libre con el que cuenta la emblemática Thelma Schoonmaker, provocan que las escenas se alarguen de forma plomiza, permitiendo a su vez que el reparto se luzca con tranquilidad y reposo. De no ser así, el resto de estrellas reunidas no habrían podido tener ni un ápice de oportunidad para contribuir al relato. Pero sí, Anna Paquin, JessePlemons y StephenGraham (por nombrar a unos pocos), también ejecutan sus cometidos con un talento encomiable.
Conclusión
Uno llega exhausto a la hora final, y ese esa es justo la sensación que persigue el director. La empatía con Sheeran se engrandece gracias a este tedio que para el espectador proviene de una experiencia de más de 3 horas, y para el protagonista de los propios vaivenes que da la vida. "El Irlandés" puede despedirse 60 minutos antes del final montado, pero decide apostar por un epílogo infinito que ayuda a digerir tanta información, tantos símbolos, y tantas emociones dispuestas a placer por Scorsese. Puede que no sea su película más intensa o conmovedora, pero sí representa la culminación de toda una carrera. La autorrealización solo la percibe él, pero la perfección del trabajo la reciben todos los valientes que se sumergen en esta epopeya con sabor a obra maestra.
Tras más de cinco décadas de carrera, Martin Scorsese llega a la recta final del camino con las mejores botas del mercado. El músculo financiero de Netflix y la veteranía del director confluyen en una epopeya vital que navega por el mundo de la mafia con una elegancia abrumadora. La colección de momentos, estrellas y mensajes cocinan una obra tan inabarcable como persistente.
Robert De Niro, Joe Pesci y Al Pacino (especialmente él)
Planos elegantes y diálogos profundos
Scorsese imprime su experiencia en todo lo que aparece en pantalla