Las piezas del puzle van encajando de cara a completar uno de los crucigramas más complejos que se han visto en televisión en los últimos años. Nic Pizzolato volvía a "True Detective" no solo para recuperar la grandeza de la primera temporada, sino también para elevar su apuesta; volvía el tono noir, los misterios, y un mapa cronológico incomprensible. A lo largo de la temporada las tres líneas temporales se han ido entrelazando con la ayuda de una mente descompuesta por los errores del pasado. El cóctel salido de ahí ha permitido al showrunner jugar con las pistas y llevarnos a callejones sin salida. Pero todo el viaje, por obtuso que fuera, ahora tiene su recompensa.
Dejamos de lado los fantasmas de Hays, y los miedos profesionales de Amelia. El penúltimo episodio aparta de la mesa todo lo que no es necesario para resolver el caso, y se centra en seguir las pistas subiendo el listón con un gran giro del que los protagonistas no se recuperarán. El aparente suicidio de Tom es solo una gota más en un vaso a casi rebosar. Las sospechas en torno a una corrupción sistémica se acumulan, pero las pistas desaparecen delante de sus ojos convenientemente. Es obvio que los detectives han perdido siguiendo las normas del juego, y que para tener alguna oportunidad de alcanzar la verdad, deben abandonar la legalidad.
El manto de confusión que el personaje de Mahershala Ali tiende desde el presente se va despejando con la ayuda de la periodista Elisa. Desde el primer minuto del episodio Pizzolato le imprime a la serie una tensión que no había tenido hasta el momento. Lo que parece ser la verdad está al alcance de los dedos, pero para completar el viaje debemos hacer un sacrificio; entender el porqué de todo lo visto hasta ahora –aunque no esté finalmente relacionado con la resolución- y pasar por el trago de ver a dos hombres desesperados sufriendo.
Los cabos sueltos dividen con claridad las posibilidades del caso; por un lado los callejones sin salida formados por el suicidio de Tom, la sobredosis de Lucy, la desaparición de Dan, y las huellas de Woodard en la escena del crimen. Estas soportan la sospecha de la corrupción, y aportan la credibilidad necesaria para defender y perseguir al verdadero sospechoso; el hombre negro tuerto. Y es que invirtiendo la moraleja del lobo y caperucita, Pizzolato vuelve a engañarnos apuntando esta vez a quien sí parecía el culpable desde el principio. Las apariencias no siempre engañan.
Amelia deja de ser un simple florero emocional para Hays, y se convierte en una pieza clave para desentrañar el misterio en torno a este hombre. Sin embargo, su matrimonio está a esas alturas tan perjudicado por los ecos del propio caso, que no comparte información con su marido. Mientras ella persigue a este Watts, él y Roland van tras los verdaderos responsables de la desaparición de Julie. La serie ha construido lo suficiente a estas alturas para abrir las puertas a que los espectadores sean por sí solos capaces de llevar una deducción propia, que puedan empatizar con los protagonistas. Y es que la respuesta ha estado ahí desde el principio de la temporada.
¿Esos muñecos de trapo? No eran una simple referencia a la primera temporada. En una escena clave con Elisa, se confirma lo que ya venía sospechándose; el caso de Chole y Hart sucedió en el mismo universo que el de Hays y Roland. El hilo conductor son unos muñecos de trapo que en el pasado ya sirvieron para destapar una turbia red de pederastia, y que aquí vendrían a seguir el mismo patrón para otro sistema corrupto de perversión humana. En unos pocos minutos Pizzolato encamina la tercera temporada hacia su conclusión, y conecta los dos anteriores casos –tanto el de Lousiana como el de Nebraska- creando un pequeño universo televisivo entrelazado por un mismo tema común; la pederastia.
El showrunner es consciente del impacto que esto provocaría, y opta por ser comprensible con el espectador. “Para un policía no hay certezas”, le confiesa Hays a Elisa. “Haces lo que puedes para vivir en ambigüedad”. Una incertidumbre que sin embargo ha ido mellando la integridad de los detectives, y que ha destruido tanto su amistad, como el matrimonio de Wayne y Amelia. "True Detective" se va aproximando a la gran resolución, pero los fuerzas cada vez escasean más. La tensión entre los detectives termina por explotar; Hays sigue chocado una y otra vez contra un compañero que prefiere conservar su estatus antes que descubrir a verdad. ¿Por miedo? No, por compasión.
Roland manifiesta con palabras lo que ya se sospechaba, que solo le llamó para que volviera al caso como un favor. Era imposible resolver algo así una década después de lo sucedido, y solo pretendía ayudar a un amigo haciendo valer su posición como teniente. Esto, más que un acto de bondad, es visto por Hays como un gesto de condescendencia racial. Los dos se encaminan hacia el momento de la verdad, pero con una relación resquebrajada casi por completo. Y es entonces cuando Pizzolato pone sobre la mesa la pista que conduce ahora sí a el desenlace final de la serie; la familia Hoyt.
Un registro de llamadas sospechoso coloca en la diana a James Harrison, quien misteriosamente desapareció unos días cuando Julie se esfumó tras el asesinato de su hermano. Con una dirección de fotografía soberbia, y un rimo pegajoso el showrunner recrea el momento más importante de la temporada, y una de las escenas más crudas de todo "True Detective" . La música reverbera con especial intensidad en un interrogatorio en un granero abandonado. Hays y Roland firman su sentencia al matarlo y ocultar su cuerpo, pero el sacrificio confirma sus sospechas; él había estado detrás de toda la manipulación de las pruebas del caso.
Su asesinato echó a perder toda la investigación, ocultando durante varias décadas la verdad. Es de ahí de donde Pizzolato estaba extrayendo todo el drama que aplastaba a los detectives. Elisa no entendía por qué Hays no quería resolver el caso si todas las pistas estaban tan claras, pero es que en su pasado escondía un gran pecado. Ahora bien, ni Watts, ni el propio Harrison eran los verdaderos responsables de la desaparición y muerte de los niños. Una entrevista en el presente perfila el verdadero final. La familia Hoyt, con Edward al frente, se erigen como administradores de todo el entramado de ¿pederastia?
La tercera temporada llegará a su fin la próxima semana, y lo hará con todavía algún que otro misterio bajo el brazo. ¿Quién es Isabella? ¿Qué es lo que hicieron realmente? "True Detective" se ha cocinado a fuego lento durante varios meses para ahora revelarse como la serie que siempre fue; una experiencia intensa, casi onírica, que gracias a sus protagonistas es capaz de elevarse por encima del género policíaco medio, encontrando maneras de deformar la realidad hasta hacerla incomprensible.
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