Ni siquiera La Araña se ha escapado del rodillo por el que Benioff y Weiss han pasado "Juego de Tronos". La deriva de la serie durante las últimas temporadas la terminó convirtiendo en una producción con tendencia al fanservice y la teatralidad, en detrimento del desarrollo de personajes. Varys (al igual que muchos otros) abandonó los brazos de Martin y se perdió en los tejemanejes de la adaptación. Pero ¿quizás no del todo?
El cuarto episodio de la octava temporada ha puesto en pantalla muchos eventos de no retorno bastante comprometedores. Sucesos que han empujado a muchos fans a intentar predecir cuál será el final de la serie. Y es en ese batiburrillo de teorías en el que el personaje interpretado por Conleth Hill ha recuperado el brillo de antaño. Con su acercamiento a Desembarco, Varys parece haber rescatado el tono picaresco que lucía cuando ostentaba un cargo en el gobierno.
La posible relación entre Arya y Gendry está muerta, Fantasma se ha marchado junto a Tormund, Sam se ha despedido definitivamente de Jon, Rhaegal ha muerto, Missandei también, Jaime ha abandonado a Brienne por su hermana. Todo ha desembocado en una decepción tras otra. Un contexto ideal para que La Araña vuelva a tejer sus redes de cara a la posible traición que se estaría gestando en el bando de Daenerys.
Aunque en un principio accedió a unirse a la Madre de Dragones, con su llegada a Rocadragón, Varys comenzó a sospechar algo. ¿Estaba realmente preparada para el trono? Su fuerte temperamento, y -especialmente- el historial de su padre El Rey Loco, sembraban la duda. Ahora las muertes de su segundo dragón y de su consejera parecen haberle aclarado las cosas al calvo más famoso de Poniente; no es ella quien debe gobernar.
El secreto de Jon está corriendo como la pólvora, y sus seguidores cada vez se aferran más a él. No cuenta con dragones, pero sí con la legitimidad de sangre. Tiene de su lado al norte, y posee las cualidades ideales de cualquier gobernante. Virtudes todas ellas que Varys expone ante Tyrion en anticipación a lo que parece que será una traición. En el pasado La Araña ya ha servido como peón del Juego de Tronos, poniendo y derrocando a distintos reyes.
Nunca por su propio interés, siempre en favor del pueblo, este hombre ahora se dispone a recuperar el espíritu de Martin para tejer entre las sombras el final más beneficioso para la mayoría. ¿Cómo lo hará? Propagando el linaje de Jon por Desembarco conseguiría tumbar a Daenerys por partida doble; primero reforzando su imagen de usurpadora que Cersei ya se ha encargado de cultivar, y después culpabilizándola a ella de la posible quema y masacre de la ciudad.
Con solo dos episodios más por delante, Varys tendrá que actuar rápido si quiere conseguir sus objetivos. Tyrion por su parte ya se ha resignado a alcanzar un final pacífico con su hermana, y la propia Madre de Dragones está apunto de caer ella sola en la trampa. Jon sería visto como un salvador a su llegada a la capital varias semanas después (recordemos que va a caballo), terminando de encajar las piezas del puzle.
Ahora bien, Benioff y Weiss parecen más preocupados por el espectáculo que por la coherencia o la perspicacia del guion. Quizás "Juego de Tronos" ya no esté en posición para disfrazarse de Maquiavelo. O quizás solo se necesitan unos cuantos ajustes para que la Araña consiga poner un poco de cordura a tanta locura.
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