Los cuatro primeros episodios de El Gabinete de Curiosidades de Guillermo del Toro dejan claro que es un proyecto muy ambicioso. Si bien las temáticas de los dos primeros capítulos eran bastante parecidas, las nuevas entregas son totalmente distintas. Una vez más, la libertad creativa de los directores que encabezan cada uno ha dado sus frutos, produciendo experiencias únicas.
Lo que sí que tienen en común el tercero y cuarto episodio es el gore. Si no tenéis tolerancia para la sangre y las vísceras, os recomiendo que evitéis comer mientras los veis. Ambos capítulos juegan con las falsas apariencias y cuentan tramas bastante lentas, las cuales culminan en un final escalofriante.
Lo primero que debéis saber sobre este capítulo es que es lento. Cuenta su trama de una forma muy pausada, algo que es completamente intencional. Después de plantear un misterio que parece muy sencillo, iremos descubriendo un par de detalles que no acaban de cuadrar del todo. El último giro es genial y hace que la espera merezca la pena. Hasta ahora es el episodio que más me ha gustado.
Tras abrir los cadáveres, Carl se enfrenta a un ser alienígena, una criatura que se infiltra en los cuerpos de las personas para alimentarse a través de ellas. La secuencia que vemos a continuación está entre las cosas más horripilantes que he visto, tanto a nivel físico como psicológico. Perder el control de tu cuerpo mientras aún eres consciente de todo es uno de los peores destinos que puedo imaginar.
Este capítulo dirigido por la talentosa Ana Lily Amirpour me ha dejado bastante confundido. La trama parece girar en torno a la presión social que sienten las mujeres de ser perfectas y satisfacer unos estándares de belleza imposibles. Esto es algo que podemos observar a diario en nuestro entorno, con adolescentes que celebran su mayoría de edad con cirugías estéticas o jóvenes que se inyectan esteroides a diario. A pesar de este planteamiento, la conclusión es algo ambigua y su mensaje no acaba de quedar claro.
En general, el episodio parece una crítica a estos productos de belleza y a los estándares a los que se somete a las mujeres. Esto es respaldado por la locura de la joven, quien acaba anteponiendo ese cambio a todo lo demás. Es por eso por lo que el final resulta algo chocante, ya que Stacey logra su cometido. La crema la “transforma” y acaba convertida en aquello que siempre ha querido.
Esta conclusión es bastante conflictiva. Por un lado, podemos pensar que este final feliz está solo en su cabeza y que la verdadera Stacey sigue en su casa, bañada en crema. Por otra parte, también es posible que esta nueva forma ya no sea la persona que conocimos al principio del capítulo y que la original esté atrapada en el interior. Aun así, todo esto son especulaciones y opino que debería haber quedado más claro que el potingue no ha hecho que cumpla sus sueños.
Aparte de todo lo que he mencionado sobre la trama y los temas que trata cada capítulo, me gustaría hablar también de su puesta en escena y efectos. Estos elementos son cruciales a la hora de hacer una buena película o serie de terror. Los monstruos deben ser creíbles, las vísceras realistas y la atmósfera terrorífica. El Gabinete de Curiosidades cumple con toda la lista a la perfección.
En el primer capítulo he de destacar el diseño de la criatura, así como el trabajo de maquillaje de los cadáveres. El segundo tiene una genial puesta en escena, con planos que emplean una especie de ojo de pez muy sutil que distorsiona y exagera las facciones de sus personajes. Además, los efectos de sonido usados para la carne y las cremas son muy convincentes.
En conclusión, estos dos capítulos mantienen la calidad de los primeros e incluso mejoran algunos de los aspectos más flojos. Espero que El Gabinete de Curiosidades siga siendo consistente en el resto de sus estrenos. Las próximas entregas son las que más ganas tengo de ver, debido a que dos de ellas adaptan relatos de H. P. Lovecraft, cuyas obras me encantan.
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