Avatar: La leyenda de Aang marcó un antes y un después en la industria de las series de animación: confirmó que es posible hacer un proyecto para todos los públicos, enfocándose al mismo tiempo a los espectadores más adultos. Para ello, sus creadores apostaron por personajes apasionantes, un guión magistralmente escrito y una técnica de animación maravillosa. ¿Y si te digo que en Netflix tienes disponible una serie aún mejor, El príncipe dragón, en la que ha participado uno de los creadores de Avatar: La leyenda de Aang? ¿No te dan ganas de darle una oportunidad?
En cuanto a la historia, sin profundizar mucho en ella para no caer en spoilers, gira en torno a un descubrimiento que provoca que dos príncipes humanos forjen una peculiar alianza con una asesina y emprendan una épica aventura para detener la guerra entre sus reinos. Muchos elementos que encuentras en otros proyectos como The Witcher, La rueda del tiempo, Juego de tronos o El Señor de los Anillos, se encuentran aquí. Eso sí, El príncipe dragón logra dar forma a un guion de la nada que engancha. ¿Por qué no inspirarte en marcas ya establecidas para hacerlo lo mejor posible?
Considerando que Arcane: League of Legends es una de las mejores series de animación de Netflix, y esto no admite discusión, la adaptación del videojuego creado por Riot Games sufre de un mal conocido como duración excesiva. Todo lo contrario a lo que ocurre con El príncipe dragón: esta serie adopta el formato de la animación tradicional y sus episodios no duran nunca más de 30 minutos, y sus cuatro temporadas están compuestas siempre por 9 capítulos.
Otro de los puntos positivos de El príncipe dragón es que posee un lore inmenso, más propio de sagas literarias como El Señor de los Anillos o Juego de Tronos que de una serie de animación como esta. En algunos apartados, puede que no se profundice demasiado en el trasfondo, pero considerando que es un producto para jóvenes, cumple lo que se espera de ella: conflictos, traiciones y escenarios para dar y tomar, además de una historia que no deja de crecer episodio tras episodio.
Cuando ves el primer capítulo de El príncipe dragón, puedes pensar que la serie es demasiado infantil (es cierto que a veces se abusa de un humor simplón) o que su animación no es todo lo potente que cabría esperar, pero tienes la sensación de haber disfrutado de un homenaje a las producciones de animación de los años 90, como si la industria hubiera recuperado el espíritu de Dragones y Mazmorras. Eso sí, elevando todo hasta el infinito, y con una mayor calidad.
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