Cada cierto tiempo llega a nosotros como quién no quiere la cosa una de esas tomas de decisiones que afectan a tres de los pilares psicológicos que más inherentes son a nuestra especie: las emociones, la razón y los recurdos. Quizás sea la pregunta más relevante de todas y, en definitiva, la única que importa de verdad: ¿Fuego, agua o planta? Podríamos escribir mil líneas más y aún así no haríamos justicia a la incuestionable trayectoria que ha tenido la franquicia de Pokémon a lo largo de las décadas. Principalmente porque nos encontramos ante una propiedad intelectual cuya popularidad se justifica en sus propios logros, sean estos económicos o se refieran a la capacidad de la saga para ser de las pocas que ha sobrevivido al cruel avance del reloj. Y, precisamente en un nuevo alarde de poder de este último, el presente ha vuelto a presentarse en la ventana de nuestras vidas y, junto a él, una nueva prueba para la franquicia de Game Freak: Pokémon Espada y Escudo.
Conservando el núcleo neurálgico sobre el que se cimenta todo lo demás que tanto caracteriza a los videojuegos de la saga, este nuevo capítulo podría mirarse como un punto de inflexión de la misma. Uno que, eso sí, tiene valentía suficiente como para dar un primer paso hacia el futuro pero que se acobarda al momento para quedarse inmovilizado en el lugar donde está. Pokémon Espada y Escudo no reinventa la franquicia, pero sí ofrece una serie de novedades que pueden ser consideradas como la antesala de una gran revolución. Os invitamos a acompañarnos en las siguientes líneas para conocer cómo esta nueva entrega de Pokémon es casi omnisciente, aglutinando en una sola aventura la sabiduría de la saga en cuanto a su pasado, presente y futuro.
Un pasado intacto
Con un más que esperable giro de cuello hacia atrás, Pokémon Espada y Escudo observa bien los pasos que la franquicia ha dado para llegar hasta donde está. Unas huellas que se suceden en el camino y que el videojuego tratará de improntar una vez más en el suelo al conservar todos y cada uno de los elementos clásicos que dan nombre a la franquicia. Los gimnasios, las rutas que los conectan entre sí, las claves argumentales de toda la vida... Lo que siempre ha estado en la saga vuelve a hacer acto de presencia en Pokémon Espada y Escudo para demostrar que este es un título sumamente respetuoso con la herencia que recibe de anteriores entregas y, sobre todo, con aquellos aficionados que vuelven con cada una de ellas en busca de esa experiencia que los atrapó en su día.
Porque uno de los pilares más importantes en los que se apoya es, precisamente, las sensaciones que transmite. Unas cuyo vaivén siempre vuelve al mismo punto; siempre nos abrazan para transportarnos al lugar cálido de lo conocido, de lo que Pokémon siempre ha sido. Y es que, a pesar de que Pokémon Espada y Escudo cuente con la tímida intención de ofrecer nuevas ventanas a las que asomarnos, el paisaje jugable siempre resulta familiar. Encontrar nuevas criaturas, fascinarnos con las formas a las que evolucionan, descubrir las historias de los habitantes de la región, la banda sonora... Todo ello forma un conglomerado de situaciones que sigue funcionando con la misma potencia con la que lo hacía hace veinte años.
La gran fidelidad que Pokémon Espada y Escudo mantiene de forma obsesionada por el legado que ha recibido de sus predecesores no da espacio ninguno para que surja el típico debate con respecto a la innovación de sus mecánicas, demostrando que el núcleo de Pokémon no consiste en revolucionar su estructura con cada entrega, sino en añadir pequeños cambios que se vayan solapando a lo que Game Freak ha construido a lo largo de las dos últimas décadas.
Un presente efectivo
A pesar de su conservadurismo, Pokémon Espada y Escudo también es capaz de enseñarnos conceptos aún poco explorados. Como ese amigo entusiasta que llega para proponernos una actividad por la que realmente merece la pena pasar, pero que al final del día no termina siendo tan innovadora como él se la imaginaba en su cabeza. El presente de la franquicia llega con pequeños cambios a esta nueva entrega que prometen ser más de lo que en realidad llegan a ser; que anticipan la llegada de algo revolucionario sin atreverse a apostarlo todo para que ocurra.
Dentro de aquellas novedades derivadas de las ganas de ir hacia delante nos encontramos, por ejemplo, con una intención más grande de fomentar la conexión entre los jugadores. Y, precisamente, el sistema que emplea Pokémon Espada y Escudo para lograrlo llega a ser de lo más paradójico. Primordialmente por la idea de que la implementación de un nuevo sistema que nos permite ver a tiempo real los logros que han alcanzado en sus partidas nuestros amigos a través de internet, evoca una sensación marcadamente nostálgica: aquella en la que nos reuníamos con otros en la calle o el patio del colegio para compartir hazañas.
De la sensación constante de que existen otros entrenadores a nuestro alrededor que también exploran la región de Galar surge una necesidad: la de encontrar nuestro propio sitio y diferenciarnos del resto; algo que se lleva a culmen con una serie de opciones de personalización que, aunque ya han sido incluidas en anteriores entregas, en esta se llevan un poco más lejos. Sin embargo, la posibilidad de comprar prendas de ropa trae consigo una una fricción que abre uno de los melones más comentados de las últimas entregas: el nivel de dificultad del título.
La posibilidad de comprar prendas provoca que la economía del juego tenga que manejar unos números más grandes de dinero. Sin embargo, Pokémon Espada y Escudo presenta un pequeño desequilibrio entre la cantidad de este que obtenemos y la que verdaderamente nos tenemos que gastar. Algo que genera una situación en la que podremos abastecernos de objetos útiles para los combates con bastante facilidad y, en definitiva, que en ningún momento tengamos que pensarnos demasiado qué adquirir y que no.
Llegados a este punto y tomando la situación que acabamos describir como ejemplo, el debate sobre la dificultad de Pokémon pierde el sentido cuando te das cuenta de la claridad con la que da forma a su curva: es un juego que quiera abrazar a los nuevos jugadores durante sus primeras horas y, al mismo tiempo, tenderle la mano a los hardcore con sus opciones de late game. Pokémon Espada y Escudo no se plantea como una experiencia desafiante (ojo, que aquí viene el giro) a no ser que nosotros queramos que lo sea.
La dificultad de esta nueva entrega depende en gran medida de lo que uno quiera implicarse con el juego y de las decisiones que tome acorde a ello. Porque aunque tenemos una gran cantidad de objetos que nos facilitan las cosas, un sistema de subida de niveles más amable, y nuevas mecánicas que generan un avance más fluido, también es cierto que en ningún momento se nos obliga a hacer uso de todo ello. De nosotros dependerá en qué medida queremos disfrutar del juego desde una perspectiva menos exigente o, por el contrario, desde aquel espectro en el que se sitúan los entrenadores que saben que la recompensa más dulce llega a través de los más grandes esfuerzos.
No podemos olvidarnos del presente que llega con Pokémon Espada y Escudo sin hacer referencia al verdadero protagonista de cada nueva entrega: las criaturas que pueblan su región. Y, más allá de que el juicio que podamos hacer sobre la apariencia de los mismos es totalmente subjetivo y cosa de cada uno, si podemos aventurarnos a comentar que la nueva generación de criaturas merece la pena tanto por lo estético como lo práctico. Además, a los seres recién llegados a esta entrega debemos sumar la inclusión de nuevos ataques como los movimientos Gigamax que darán un punto de sal realmente interesante a los enfrentamientos y, sobre todo, que hará que la competitiva del juego adquiera nuevas cotas de complejidad.
Un futuro prometedor
De entre todas las novedades de este nuevo Pokémon, encontramos una en particular que plantea una promesa de futuro sobre la mesa que, aunque suponga un elemento sumamente ilusionante, puede llegar a ir en detrimento de otros apartados del juego. Hablamos del Área Silvestre, una enorme zona que nos invita a sumergirnos aún más en el universo de Pokémonvaliéndose de algunos tropos del género de los mundos abiertos en pos de una mayor inmersión.
El Área Silvestre se postra ante el jugador como un suelo repleto de Pokémon que capturar, con variados climas que condicionarán la aparición de los mismos y con unas actividades cuyas recompensas influirán en el resto de apartados jugables del título. Así y siguiendo el hilo de esto último, merece la pena hacer una parada en el concepto de las raids, una de las principales novedades de esta entrega y que influye enormemente en el cambio de algunos conceptos que parecían inamovibles. Porque ya no solo es que permitan afrontar una serie de intensos combates contra gigantescos Pokémon hombro con hombro con otros entrenadores, sino que las recompensas que obtendremos al completarlas dinamizarán enormemente el ritmo del juego con respecto a algunas de sus partes más tediosas como el farmeo de niveles. En definitiva, el área salvaje se muestra ante nosotros como una implementación que es capaz tanto de mirar al futuro como de desengrasar aquellas partes más conservadoras que la franquicia ha ofrecido hasta ahora.
Sin embargo y teniendo en cuenta que toda moneda cuenta con dos caras, los avances hacia el futuro en jugabilidad que plantea esta zona va en detrimento de otros apartados que han recibido algo menos de atención: la historia como tal carece de interés al utilizarse como una justificación de las novedades jugables y no al presentarse como un elemento más que sume al conjunto; o que las rutas y los conglomerados de pasillos se sienten más simples que antes. Todo ello para plantearse la pregunta de hasta qué punto merece la pena continuar con la misma fórmula de siempre en lugar de dar varios pasos hacia delante.
Conclusión
Pokémon Espada y Escudo es uno de esos títulos que se encuentra atrapado en un constante tira y afloja: quiere contentar a los recién llegados pero también a los veteranos, mantener intacta su esencia pero proponer novedades de cara al futuro. En definitiva, lo que sí queda claro es que esta nueva entrega es un punto de inflexión porque implementa nuevos elementos que no solo apuntan hacia lo moderno, sino que hacen del juego un producto consciente de su propia herencia y que cuenta con deseos de cuestionar sus propias bases.
La conclusión final que puede sacarse tras jugar a Pokémon Espada y Escudo es que, tanto si conoces la saga como si no, es uno de esos títulos cuyas intenciones son las de recibir con los brazos abiertos a cualquiera que esté dispuesto a dejarse llevar. Sus contrastes no son más que una evolución en la inteligencia de su diseño y en las ganas de mirar hacia el futuro. Aunque estemos ante una moneda de dos caras, lo bueno es que al final podrás guardártela en el bolsillo para cambiarla por un ticket que te llevará a uno de esos lugares que recordarás durante años.
Pokémon Espada y Escudo es un videojuego que sabe mantener intacta la herencia que recibe de anteriores entregas y, al mismo tiempo, introducir una serie de nuevos elementos que encaminarán a la franquicia hacia el futuro. En un intento de ser una puerta de acceso para todo el mundo, la nueva obra de Game Freak agradará tanto a los recién llegados como a los jugadores más experimentados porque, aunque algunos apartados de esta nueva entrega hayan recibido menos atención, sigue contando con un contenido suficientemente atractivo como para que todo entrenador encuentre su lugar en la nueva región de Galar.
Estilo artístico
Jugabilidad
Duración
Banda sonora
Mantiene intacta la esencia de la saga
Añade nuevas mecánicas que podrían plantear el futuro de la franquicia
Busca abrazar tanto a nuevos jugadores como a los más veteranos
Muestra un importante salto de calidad técnica con respecto a juegos anteriores
El Área Silvestre ofrece multitud de posibilidades
La historia puede llegar a ser algo plana
La dificultad es algo baja para aquellos que busquen un reto
Existen ciertas mecánicas jugables que prometen más de lo que luego llegan a ser
Crecí rodeado de naturaleza y campos de trigo, pero con la cabeza llena de historias sobre dragones y planetas lejanos. Después me hice psicólogo para poder fascinarme con las historias de los demás.