Aunque el catálogo de Nintendo 3DS parece ligeramente estancado en occidente, algunos trabajos orientales empiezan a rebasar las fronteras y a propagarse fuera de su enclave inicial. En el caso de Ishi Sengoku-den Sadame hemos tenido que esperar poco menos de dos años para que nuestras portátiles puedan acoger este simplista título desarrollado por Mebius, compañía que se ha coronado con juego como el remake de Steel Empire o la secuela de Excave. Los títulos elaborados por esta empresa están firmemente vinculados con la estética clasicista, es decir, con el encanto retro. A través de unos 16 bytes bien definidos, Mebius intenta converger todas las facetas representativas -y añoradas- de los juegos que antaño proliferaban en nuestras consolas, ¿el resultado? Podría ser mejor.
Sadame sigue bebiendo de este pasado. El juego nos remonta a una Japón feudal donde, inicialmente, debemos escoger entre cuatro personajes, con sus propias variaciones narrativas, que condicionarán el sistema de juego. Las clases están adaptadas al contexto histórico que proyecta el juego, por lo que podemos escoger entre Samurai, blindado y resistente; Ninja, veloz y prudente; Monje, centrado en la hechicería; y Guerrero, fuerte y letal. La elección de nuestro protagonista orientará, como he dicho, el sistema de combate, ya que cada personaje tiene sus habilidades específicas y sus mecánicas preestablecidas.
Los controles son básicos y sencillos -los botones de la consola-, sin mayor alarde que la posibilidad de establecer hechizos en función de los gatillos -L- y -R- para dotar de variedad a la parquedad jugable. El título discurre por diferentes niveles cuyo incentivo es el jefe final que espera impaciente el filo de nuestras armas. El diseño de los enemigos está poco elaborado, suelen ser repetitivos y la abundancia de ellos en las diferentes hordas necesarias para cambiar de pantalla termina abrumando. No obstante, la apariencia de los jefes finales resulta más elaborada, con algunos detalles resaltantes y una porte intimidante que delata la evidente magnitud de su fuerza respecto los enemigos convencionales.
Como he comentado, el trascurso de los niveles se sustenta sobre la formación de olas de enemigos, bastante fáciles de sortear, cuya eliminación lleva a otro nivel donde encontramos más hordas de enemigos. Una vez completado el repetitivo proceso llega la hora de enfrentarse a los jefes los cuales poseen un patrón intuitivo, aunque algunos liberen secuaces y tornen más complicado el enfrentamiento. El movimiento de los personajes está muy robotizado, y puede irritar la imprecisión direccional que desobedece en algunos momentos, más si queremos enfocar algún ataque contra los enemigos.
Por otro lado, la ambientación escénica es fiel a la época representada en la historia. Los elementos feudales, aunque escuetos y poco profundos, edulcoran el vacío general de los mapas. Además de algunos personajes que otorgan información sobre la historia y otros datos irrelevantes, los niveles están provistos de algunas estructuras destruibles que distribuyen diferentes objetos y habilidades para perfeccionar a los personajes y optimizar las habilidades combativas. Estos elementos coleccionables también salen de algunos enemigos derrotados, aunque con menor abundancia.
Huelga decir que, aunque el título se pretenda vender con propiedad rolera, esta característica es un ápice que existe gracias a la somera modificación de los personajes. La verdadera naturaleza del título es la acción, mal planteada pero la acción. No pretendo desacreditar el concepto de RPG, pero el simple hecho de subir de nivel y dirigir parte de la exuberante maraña de habilidades que ostentan los personajes no justifica una categorización tan mal definida.
Concluyo el análisis aplaudiendo el apartado sonoro. Melodías que transportan al pasado fieles a la ambientación japonesa. Gráficamente, vuelvo a insistir, no es un juego que intente despuntar dentro del catálogo de Nintendo 3DS, más bien su labor consiste en evocar la reminiscencia adaptada a la actualidad, y lo cumple. Por último, un aspecto favorable del juego es la exportación de héroes gracias al StreetPass para tener apoyos bélicos en las situaciones más enrevesadas.
Por lo general, se trata de un juego bastante simplista que puede convencer a los más nostálicos sin llegar a entusiasmar a ningún público en concreto. Con cuatro personajes y una buena ramificación en el sistema de habilidades, la enjundia del juego reside en la perfección de los protagonistas y en el enfrentamiento contra los jefes, los cuales representan la gran virtud del juego. Con buenas pretensiones pero mal estructuradas, Sadame aterriza en occidente aportando unas mecánicas desfasadas y un modelo estético convincente.