Análisis The Office Quest
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Análisis The Office Quest

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El género de las aventuras gráficas es uno especial. La índole que se enfoca en lo narrativo es capaz de transmitir sensaciones que, en ocasiones, ninguna otra clase de videojuego puede. Ciertamente, a ella pertenecen obras sumamente trascendentales dentro de la industria del videojuego y, en tiempos recientes, hemos gozado de magníficas producciones como The Red Strings Club y Baobabs Mausoleum, cuyos estilos fácilmente distinguibles a millas los hacen especiales.

En tal sentido, The Office Quest es un heraldo más que busca no sólo representar lo que caracteriza a su casta sino, también, ser capaz de recibir la misma descripción que los homólogos previamente mencionados. Siguiendo los postulados que dictaminan sus antecesores, el juego de 11Sheep logra ganarse nuestro cariño porque, en lo que a calidad respecta, es notorio que la posee, sin embargo, de igual manera, resulta decepcionante ver el potencial diamante en el carbón y presenciar cómo no fue explotado de la mejor forma; y es que, desafortunadamente, aunque bueno, el juego no alcanza el nivel al que puede aspirar.

The Office Quest 3

Un día distinto en la oficina

En esta travesía, encarnamos a un oficinista quien, de manera fácilmente notoria, no se encuentra a gusto con su labor. Estamos situados en un universo donde, por un extraño motivo, todos están vestidos de algún animal o vegetal, cada uno cumpliendo con su alusivo trabajo dentro de la firma. Así, pues, trascurre un día normal del calendario de nuestro gris protagonista cuando un orbe rojo levita y huye, lo que llama su atención debido a la obvia irregularidad del suceso y, por tal motivo, se levanta de su asiento para buscarlo. Bajo esta simple consigna, comienza una serie de andanzas inauditas y entretenidas que nos llevarán a los lugares y situaciones más inesperadas, introduciéndonos así a múltiples personajes que, si bien no hablan, son distinguibles entre sí gracias a sus variadas y bien logradas actitudes.

Sin embargo, y he aquí donde empieza la impresión de que el título pudo llegar a más, a The Office Quest le hubiese sentado maravillosamente bien algún mensaje de peso. Aunque hay distintos esbozos de tratar interesantes tópicos como la subordinación a la monotonía del trabajo o el dominio que ejercen los aparatos electrónicos sobre el ser humano, se quedan en ideas superficialmente tocadas en algunos capítulos que no trascienden al hilo principal. Una seguidilla que, además, no muestra sentido alguno ni al principio ni al final, por lo que se obtiene la consideración de que, aunque es una historia que se sigue de forma entretenida, culmina por carecer de verdadera sustancia.

Eso sí, insistimos, de la mano de los personajes secundarios y de un protagonista carismático a su manera, uno de los mejores aspectos del universo del juego es su humor. Es simple y sumamente eficaz, logrando materializar situaciones tan increíbles como jocosas que inspiran a continuar jugando para descubrir qué más locuras tiene el estudio para nosotros. Por ello, es una pena que no hayan sabido aprovechar de la manera más adecuada su historia esencial pues, de haber hecho algo más relevante con ella, habrían dado lugar a un disfrute aún más placentero.

Entre el tedio más molesto y el entretenimiento más puro

The Office Quest es sumamente inteligente. Más allá de lo que a contexto se refiere, las mecánicas del point-and-click se centran en rompecabezas que implican un desafío considerable, y resultan sumamente entretenidos. Existe una amplia variedad de estos y, salvo en el último capítulo, no hay estilos que se repitan ya que cada uno de los retos que se nos propone son únicos y, además, realmente entretenidos. En especial, la diversión que supone se da gracias, parcialmente, a la satisfacción obtenida tras superar cada uno de los obstáculos, y es que la dificultad de estos nos invita a concentrarnos en la mayor medida de lo posible para poder estar a la altura de su complejidad, pero presentando el equilibrio adecuado para no volverse frustrante.

Asimismo, no son sólo retos aislados los que resolveremos sino que, en realidad, cada paso que damos es un rompecabezas. A lo largo de cada escenario, nos encontraremos con barreras que, en líneas generales, se componen de dos fases: primero, encontrar los objetos necesarios para acceder a ella y, luego, resolverla. Allí se genera un desafío doble en donde ambas partes de la solución nos obligan a pensar y a recibir nuestra respectiva dosis de autorealización, aspectos que únicamente quedan manchados por, en ocasiones, falta de indicios más claros de lo que debemos hacer pero, sobre todo, pues el primer detalle es mínimo, la ruptura del ritmo de la aventura por motivo de las pantallas de carga.

Específicamente, las transiciones se producen en lateral y cada habitación representa una pantalla de carga distinta. Ciertos rompecabezas ameritan de elementos o interacciones que se encuentran en habitaciones o secciones diferentes, por lo que estaremos atravesándolas en múltiples oportunidades. Así, el tener que esperar una no tan nimia cantidad de segundos –manteniendo en cuenta la reiteración de la aparición de las pantallas- de forma tan incisiva causa una sensación de monotonía que atacará a cualquier jugador. Pero, por encima de los demás, quienes encuentren dificultades a la hora de hallar las resoluciones a los puzles son aquellos quienes sufrirán más pues tendrán que desplazarse en una inmensurable cantidad de ocasiones, lo que genera, eventualmente, una fatiga indetenible.

Especial, pero a las puertas de la grandeza

The Office Quest no es, en lo absoluto, un mal juego. Es divertido, sus rompecabezas son variados y originales, sus personajes y su humor son excéntricos y extravagantes y su estética, especialmente, está diseñada de manera magistral.

No obstante, su falta de un hilo principal de peso, aunado a ciertas sensaciones de deambulación y a la enfatizada monotonía por ruptura de ritmo, hacen que la creación de 11Sheep se aleje de un global mayor. Por tales porqués, recomendamos esta adquisición aquellos que busquen humor y entretenimiento desenfadado, mientras que exhortamos a la abstención en caso de que se espere un videojuego con un trasfondo más profundo del que aparenta.

Redactado por:

Politólogo a tiempo completo, economista a tiempo parcial. Asiduo al medio interactivo por su capacidad de hacernos vivir las historias, no contarlas. Joven venezolano amante de Bad Bunny, Itachi y los RPGs que busca cooperar en la evolución de una industria huérfana de horizontes.