Podría empezar diciendo que soy el mayor fan de Yu-Gi-Oh!, que tengo una camiseta de la serie que no me cambio ni aunque venga Greenpeace a tocar a mi puerta y pedirme por favor que me duche de una vez... que me sé las reglas del juego de cartas como el señor mayor del bar de tu esquina que se conoce la alineación del Atleti del 86 como si él mismo hubiera sido su entrenador. Pero todo ello sería mentira.
He visto Yu-Gi-Oh! de forma salteada gracias a los capítulos inconexos que emitía hace unos años la televisión tradicional de España; una secuencia de sucesos en los que en un episodio los personajes estaban invocando a una especie de efigie que estaba bastante chetada y, tras el cliffhanger del final, en el siguiente capítulo estaban tomando pastitas en un barco hablando de la vida. Es por eso que no siento mucho apego con la serie en general, pero no me ocurre lo mismo con los juegos de cartas.
Mi relación con estos últimos pasó del odio más profundo a amarlos como un loco cuando probé el Gwent por primera vez, el juego de cartas que nació en The Witcher. Pero lo cierto es que hasta hace algunos días, veía esto último como una excepción: seguía pensando que los juegos de cartas no eran para mi. Al menos, hasta que Konami me invitó a una presentación exclusiva de Yu-Gi-Oh! Master Duel y, mientras estaba intentando asimilar todas las reglas del videojuego, pensé: ''joder, si en verdad los juegos de cartas sí que me gustan''.
Así que, aquí estamos: con un género que acabo de descubrir escribiendo esto que disfruto como un loco y un juego basado en un anime que no he seguido. ¿Qué puede salir mal? Pues poca cosa, porque Yu-Gi-Oh! Master Duel no pinta nada mal. Dejadme que os explique por qué:
Por último, solo me queda recordaros que estaré pendiente de los pasos que dé el juego para poder contaros cuál acaba siendo su fecha de lanzamiento definitiva.
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