La vida da un millón de vueltas y la franquicia de Dragon Quest es efectivamente la que más prueba esto dentro de mis hábitos jugabilísticos. Sobre todo, porque es una saga que siempre ha estado ahí, solo que sin establecer un contacto directo conmigo: la veía en las revistas de videojuegos que mi madre me compraba cuando era pequeño, en las estanterías del videoclub con la etiqueta de ''alquilado'' pegada de forma permanente sobre la carátula de Dragon Quest VIII y en la mesa del salón de un amigo que ama los JRPGs por encima de todo lo demás.
Sin embargo no fue hasta que probé Dragon Quest: Builders que acabé enamorándome de esa presencia tácita que había estado flotando siempre a mi alrededor; cosa que se remató en cuanto me pasé Dragon Quest XI unos años más tarde. Así que aquí estamos en el momento presente; hablando de cómo el spin-off de una saga ha hecho que el remake de su tercera entrega principal sea uno de los juegos que más espero de este 2024. Efectivamente, ya he probado Dragon Quest IIIHD -2D Remake y solo tengo buenas palabras hacia él. Y, si no me creéis, os animo a seguir leyendo.
El principal punto fuerte de este remake pasa por haber cogido ese puñado indistinguible de pixeles apegotonados que ahora es el juego original de SNES de 1988 y rehacerlos desde la base para ofrecer una experiencia totalmente diferente. De hecho, no solo hará que de los ojos te borboteen chiribitas en lugar de sangre al mirarlo, sino que se adhiere a una nueva corriente artística que Square Enix se ha sacado de la manga: aquello que se conoce como HD-2D.
Octopath Traveler I y II, Triangle Strategy, Live A Live... Todos ellos tienen un estilo artístico en común que retrotrae la esencia de los JRPGs que salieron en los años 80 y 90 hacia el momento presente. Una combinación artística que nace del fruto de mantener los spraits pixelizados de los personajes y los menús e introducirlos en entornos tridimensionales modernos junto a efectos de partículas y sistemas de iluminación contemporáneos.
¿Qué quiero decir con todo esto? Pues que Dragon Quest III HD-2D Remake es un juego muy bonito, pero no es histérico. La reimaginación visual del juego llega hasta donde tiene que llegar, sin que las imágenes que se ven en pantalla queden demasiado recargadas, manteniendo un estilo visual simplificado que no desentona en ningún momento con lo que representa el juego en sí: una obra maestra rescatada del olvido temporal.
Esta estética, la cual ha sido bautizada por Square Enix como HD-2D nos permite (re)conocer personajes, lugares e interacciones de una manera que se mantiene completamente fiel a lo que representaban los juegos de aquella época. Algo que ha sido todo un acierto: haber hecho un remake en 3D de Dragon Quest III, además de innecesario, habría quedado horrendo... Y, con solo verlo en acción durante unos segundos, es evidente que este remake es una declaración de intenciones opuestas al mismo significado de la palabra fealdad.
Os voy a ser completamente sincero: en la demo se nos dijo que intentásemos seguir la misión principal de la preview sin desviarnos mucho del camino, cosa que intenté seguir a rajatabla. Pero en cuanto accedí a la primera mazmorra y una banda criminal de sapos verdes me puso la cara como un filete, decidí que era momento de no hacer caso a las indicaciones que nos dieron si quería avanzar durante la prueba.
Fue entonces cuando un pensamiento intrusivo me cruzó la mente para provocar que me empezasen a entrar sudores fríos y predisponerme a dejar de disfrutar de la prueba en aquel mismo instante: ¿voy a tener que grindear? ¿voy a tener que salir al campo a pelear contra 250 ratones con un palo de madera para poder subir de nivel, conseguir dinero y comprar armas para el equipo?
Ante tal perspectiva opté por una tercera opción: explorar los puntos destacados del mapa de carácter secundario sin centrarme demasiado en combatir más allá de aquellas peleas que surgieran de forma natural. Y, para mi sorpresa, Dragon Quest III se adelantó a mis movimientos: en cuanto me quise dar cuenta, tenía nivel, compañeros y equipamiento suficiente como para afrontar la misión principal y pasar por allí como una apisonadora.
Y, si recalco esta experiencia, es porque creo que es importante entender que Dragon Quest III Remake está diseñado como para encauzarte en ese camino orgánico del progresión sin que lo sientas como grindeo... porque no lo es. De hecho, este remake tiene algunos aspectos clave que fomentan esta sensación de gameplay ágil que va tan en contra de los prejuicios que se puedan tener contra el género de los JRPGs:
La fórmula matemática que ha tenido que seguir Square Enix con este remake es bastante simple, pero no por ello es menos efectiva: si mantenemos el factor de exploración, impulsamos el componente de descubrimiento, le subimos 10 revoluciones al apartado visual y sonoro y simplificamos el único elemento que puede echar hacia atrás a la gente no familiarizada con el género como son sus combates, ¿Qué nos queda? Pues, de momento, que espero que sea el primero de una larga serie de remakes.
Lo poco que pude probar del juego dejó en mi cabeza un pensamiento que he ido madurando en mi interior desde que terminé aquella demo y que se asienta cada vez con más fuerzas dentro de mi ser: Dragon Quest III Remake es un juego al que no hay que darle muchas vueltas. De ahí viene el adjetivo de ''atemporal'' que a menudo se asume de forma implícita de una obra de culto: si funcionó hace 36 años, ¿por qué no iba a hacerlo ahora?
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