Mientras estaba viendo en directo la retransmisión con la que Nintendo arrojó toneladas de luz sobre lo que podríamos encontrarnos dentro del cartucho de Animal Crossing: New Horizons, sentí una sensación sumamente contradictoria que nacía, al mismo tiempo, en el corazón y en el cerebro.
Por una parte, las escenas de aquel vídeo sirvieron para que mis ojos enviaran cantidades ingentes de impulsos aléctricos a mi mente con el objetivo de comunicarle un mensaje claro: las posibilidades que pueden alcanzarse con los nuevos sistemas que ofrece el juego apuntan al infinito. Suele ocurrirme a menudo en este tipo de propuestas: esas ocasiones en las que mi cabeza piensa en las siguientes diez tareas sin prestar atención a la que está llevando a cabo en ese mismo instante, trazando una línea de cosas que hacer que se remifican en más cosas que hacer.
Por otro lado, el metraje del Animal Crossing: New Horizons Direct también logró inflarme el pecho con nostaliga; con una ambientación que contrasta a la perfección con las aceleraciones cerebrales que proponen sus mecánicas y con la transmisión de la sensación de que tienes todo el tiempo del mundo para hacer lo que quieras.
Es ahí, justo en ese equilibrio, donde Animal Crossing: New Horizons me atrapó en un fenómeno que, a partir de ahora y por decisión propia, comenzaré a llamar ''Epilepsia Lo-Fi''. Porque, al haber tenido la oportunidad de probarlo ya, os puedo asegurar que, mientras mi cerebro corría a la velocidad de un hámster en una rueda, el resto de mis sentidos levitaban dentro de una experiencia relajante.
La demo que pudimos probar se dividió en tres secciones bien diferenciadas que se correspondían con tres puntos de progreso distintos dentro de una misma partida. Una estructura que fue, en definitiva, la más útil a la hora de poder echar varios vistazos a tres estados diferentes del juego. Por ello y con la única intención de que nos acompañéis a descubrir los nuevos horizontes de la franquicia, os invitamos a acompañaros en las siguientes líneas para ver qué es lo que sentimos al mirar al abismo capitalista que brilla dentro de los ojos de Tom Nook.
Haciendo uso de esas sabias palabras que alguien dijo una vez: "Es el vecino el que elige el alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde", pero dándole una vuelta mucho menos liosa y más práctica, Animal Crossing: New Horizons quiere poner al jugador en el epicentro de la experiencia al convertirlo en el alcalde responsable de la mayor parte de cosas que ocurrirán en la isla. Este rango de posibilidades traza una línea que va desde seleccionar el lugar en el que se construirán las casas de nuestros vecinos hasta cambiar las notas del himno del asentamiento, pasando por la ya conocida recogida de recursos que nos ofrecerá la isla para ir apañándola a nuestro gusto.
Lo más destacable a lo que podemos prestar atención de entre todas las mecánicas clásicas que hacen acto de presencia en esta nueva entrega tiene que ver con su sistema de crafteo. Ya no tanto por la idea de que presente algo que se aleje de lo que podemos ver en otro tipo de propuestas que hacen uso de él (se centrará en la típica fórmula de crear un objeto en una mesa de trabajo a partir de los recursos que consigamos por el escenario), sino por la idea de que logra hacer que el jugador se sienta más integrado aún dentro del entorno que ofrece la isla y, lo que es más importante, que sienta que sus acciones repercuten en mayor medida en cómo esta se verá con el paso del tiempo.
Uno de los aspectos claves que suman su granito de arena a la hora de empoderar al jugador como motor de todo lo que ocurre en la isla tiene que ver con el amplio rango de opciones de personalización que presenta. Casi todo lo que veamos en ella será personalizable, desde los interiores de las cabañas que construyamos hasta el propio suelo que pisaremos con nuestros pies. ¿Quieres convertir la isla en un conglomerado irregular y sin sentido de lagos y cataratas que dificulten de forma obvia la transición de sus aldeanos? Dalo por hecho. ¿Quieres deleitarte con tu propia persona en un acto de grimoso egocentrismo al dormir bajo un edredón que lleva impreso un diseño de tu cara? Cuenta con ello.
Estos ejemplos son solo algunas de las funcionalidades que estarán a nuestra disposición a la hora de dotar a nuestro imperio de un estilo absolutamente propio, aunque también pasan por otras ya conocidas: la colocación de muebles a nuestro gusto dentro de su hogar y la posbilidad de visitar el de nuestros vecinos; algo que, sumado a lo anterior no hace otra cosa más que ir a favor de conseguir que la isla sea un lugar que pueda acoger a todo el mundo pero, seobre todo, que logre atraparte a tí.
La conclusión final a la que podemos llegar en estas impresiones puede extraerse de la maestría con la que Animal Crossing: New Horizons muestra el potencial que posee a largo plazo. La obra de Nintendo ha trazado un camino que el jugador deberá recorrer a través de sus propias decisiones pero siempre de lo pequeño a lo grande: de los pasos que se dan desde craftearte una mesita del té hasta enseñarle a un amigo el pueblo en el que hemos invertido cientos de horas.
En definitiva y según lo que hemos probado del juego, podráimos decir que el sobrenombre de ''New Horizons'' que lleva la nueva entrega de Animal Crossing se encuentra más que justificado. Ya no tanto en que Nintendo nos translade a un territorio distinto al que hemos visto en capítulos anteriores de la franquicia, sino porque las mecánicas que se asientan sobre sus suelos se han expandido hacia nuevas costas. Aunque, por otro lado, sin llegar a perder la familiaridad que transmite su núcleo jugable, sus vecinos y un sistema de mercado que, en lugar de encontrarse regido por la mano invisible de la economía, está dominado por las avariciosas manitas de mapache de Tom Nook.
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