El género determina en gran parte el lenguaje del que dispone un director a la hora de contar una historia, y cuando esta historia está inmersa en un universo de largo recorrido, el espacio para la creatividad suele ser muy limitado. Ante esa situación se encontraba Cristopher McQuarrie, el experimentado director responsable de la última entrega de la saga, que llegaba a esta cita tras un tropiezo bastante serio. "Misión Imposible: Fallout" debía ser la prueba de que no solo era capaz de superar sus errores –olvidémonos de la infame Momia-, sino que además había comprendido cuál era la esencia de la franquicia. En su haber grandes obras como "The Tourist", "Valkiria", o "Al filo del mañana" probaban su dominio del cine de acción, y sin amilanarse por el complicado reto, logra recoger lo mejor de cada una de ellas para rozar la perfección con un resultado final soberbio.
No pocas han sido las franquicias que en estos últimos años se han visto muy perjudicadas por la herencia del pasado, pero McQuarrie ha sabido sortear este problema de la única manera posible. Tras el clímax del 2015, parecía complicado superar un escenario que para muchos estaba abocado a un callejón sin salida. ¿Otra película más del estudio de turno para sacar dinero? Tal podría haber sido el caso, pero sorprendentemente el director americano demuestra que todavía era posible superar la fórmula que lleva refinándose desde hace más de 15 años. Largas persecuciones, escenas de acción, música trepidante... no era necesario cambiar ninguno de esos elementos, sino solo saber encajarlos de manera precisa huyendo de la complacencia. Un término difícil de vislumbrar en este espectáculo pirotécnico.
Esta crítica está totalmente libre de spoilers. La película se estrena en España el próximo 27 de julio.
El planteamiento de "Misión Imposible: Fallout" es simple. En esta ocasión el agente del MI6 Ethan Hunt debe hacer frente a una amenaza nuclear internacional provocada por los subordinados del anarquista Solomon Lane (Sean Harris). Pese a estar encarcelado, el terrorista a través de sus hilos pondrá en peligro la estabilidad del mundo, estableciendo una dicotomía entre el sistema, y el libre albedrío. Armado con su férreo sistema moral, Hunt contará con la ayuda de Ilsa Faust (Rebecca Ferguson), y de sus clásicos compañeros Luther Stickell (Ving Rhames), y Benji Dunn (Simon Pegg) deberá derrotar al peligro, al tiempo que desbarata una red de traiciones y mentiras.
A pesar del gran elenco con el que cuenta la película, McQuarrie no se precipita. El director es consciente de que para lograr un gran impacto, antes es necesario preparación. Él mismo aseguraba a los fans haber aprendido de los errores cometidos en "Nación Secreta", dejando la acción para el final. Y eso es precisamente lo que hace durante más de una hora de película. No hablamos de una presentación clásica de los protagonistas, porque en este caso estaría de más, sino de un viaje lento pero constante hacia la cima de la montaña. Los principales jugadores se conocen, aparece en escena el agente de la CIA August Walker (Henry Cavill), y se establece el problema que habrá que enfrentar. El primer tercio de la cinta es sin duda el menos sorprendente y más pesado, pero está llevado de manera muy locuaz.
En lugar de detenerse a construir a cada personaje, McQuarrie va moviendo poco a poco las fichas sin perder el hilo y ritmo de la historia. Por el camino aprovecha para contextualizar las motivaciones de Hunt, y las de los propios villanos. Este planteamiento de tablero recuerda en parte a lo que ya se había visto en otras entregas, pero al mismo tiempo se siente más planificado. Todo lo que aparece en pantalla, los ángulos de los planos, y las acciones de los personajes responden a un bien mayor. Uno que no comienza a enseñar sus cartas hasta el ecuador de la película, momento en el que se empieza a vislumbrar la magnitud de lo que se presenta en pantalla.
No es el qué, sino el cómo. "Misión Imposible: Fallout" no pretende revolucionar el género, tan solo persigue la perfección. Cuando el nudo comienza a desenredarse, entran en juego las clásicas persecuciones en coche, en helicóptero, en lancha –sí hay de todo y para todos-, las peleas a puño limpio, los tiroteos, y en general los tropos habituales en el thriller de acción. El director recoge todos esos elementos prestados y los eleva a nuevas cotas. Aprovechándose de escenarios tan impactantes como puede ser el centro de París, o los callejones londinenses, construye y planifica escenas descomunales.
McQuarrie demuestra su experiencia con setpieces de hasta 20 y 30 minutos llenas de giros sorpresas, planos imposibles, y en general, un montaje sin fisuras. Esta cinta le debe gran parte de su resultado final a la estructura y a la narrativa que el cineasta consigue transmitir solo con las imágenes. La cantidad de diálogos es la justa y necesaria, el resto es un deleite visual a la altura de la prodigiosa "Mad Max Furia en la carretera".
Pero no todo iban a ser solo alabanzas a lo técnico. Uno de las mejores decisiones de esta entrega es la inclusión de Henry Cavill. La férrea posición de Paramount ante las peticiones capilares de Warner estaban más que justificadas. El actor es una de las piezas cruciales de todo el entramado de intereses dado entre los personajes, y sirve de pilar base para el dilema moral del protagonista. Su llegada supone un terremoto para el inconformismo ante el confort de Hunt, hasta tal punto que este se llega a cuestionar su forma de ver el mundo. De la relación entre Walker y Hunt nace la principal cuestión que plantea la cinta: ¿Merece la pena sacrificarse por el bien común? Esta problemática es recurrente a lo largo de la trama, y genera situaciones muy interesantes, pero queda algo desaprovechada por conveniencia del guion.
Entre las sobresalientes escenas de acción, y la batalla interna que lidia aquel que pretende salvar el mundo sin sacrificar nada, también hay espacio para el humor, y para algunos ligeros toques románticos. Este último componente, a diferencia de anteriores entregas, es casi presencial y está utilizado de manera práctica para cerrar determinados momentos -cosa que se agradece entre tanto sudor y sangre-. A todo ello lo envuelve la cumplidora banda sonora cumplidora del escocés Lorne Balfe, una composición que sabe alcanzar el éxtasis en los clímax, y generar sombras en el suspense.
Argumentos hay de sobra para colocar a "Misión Imposible: Fallout" entre las tres mejores entregas de la saga, y colgarle la etiqueta de blockbuster del verano. McQuarrie le ha sacado el máximo partido a todos los recursos que tenía a su alcance, optando siempre por las mejores opciones, y anteponiendo siempre la excelencia sobre los clichés del género. A esta franquicia todavía le quedan muchos años por delante, y gran parte de la culpa la tiene su director. Por muy complicada que sea la situación, Tom Cruise vuelve a demostrar que no hay misión imposible para él.
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