“¿Qué haces si naces en una época equivocada? La cambias”. Con esas palabras Nikki Six comienza a narrar la historia de uno de los grupos de rock más transgresores de la historia. Aunque para el gran público el “sexo, drogas y rock 'n' roll” es más una frase hecha que unas palabras con dirección y referencias, en Mötley Crüe encontramos gran parte de su significado. Netflix se adhiere a la leyenda –no demasiado honorífica- de la banda que redefinió el término “gore” para explotar el género del biopic desde dentro. En un gesto de mofa hacia el grupo selecto de majors que siguen mirando la plataforma con desprecio, los californianos se bajan la bragueta presentando de "The Dirt".
Y no lo hacen con la ayuda de cualquiera. Jeff Tremaine, quien creó la inolvidable "Jackass" y dirigió sus cuatro películas, se pone al frente de esta producción entendiendo al grupo como una alegoría de sus propios descerebrados. Por suerte para Netflix, y para él mismo, tiene como supervisor a los mismísimos miembros de la leyenda. No se terminaron poniendo delante de la pantalla -más que para los créditos finales-, pero no dudaron en colocarse como productores para controlar todo el desarrollo del proyecto. Y eso es precisamente lo que convierte a la película en un relato salvaje pero realista de la historia que el batería Tommy Lee dejó plasmado en la novela autobiográfica publicada en 2001.
Con estos ases entre bastidores no es de extrañar que "The Dirt" se haya terminado convirtiendo en el jugador antagónico de "Bohemian Rhapsody", esa película que no le gustaba a nadie pero que terminó ganándolo todo. ¿Significa eso que Mötley Crüe da todo lo que en realidad quiere la audiencia en un biopic? No exactamente. El término medio no existe cuando hablas de blanco y negro, y el grupo californiano es la oscuridad más aterradora. Intentar replicar ese discurso anarquista y nihilista más de dos décadas después solo podía devenir en un pasaje al infierno no apto para aquellos con algo de dignidad.
A Tremaine no le importa la coherencia narrativa ni la claridad del mensaje. No tiene miedo en sobrepasar todas las barreras de la cordura convirtiendo a la película en un conjunto de desfachateces a cada cual más hilarante -si te va el humor negro-. No se me ocurre ningún otro ejemplo de película que en sus primeros dos minutos y medio muestre a una mujer corriéndose como si fuera la Fontana Di Trevi, y a alguien intentando suicidarse cortándose las venas con una navaja. El estreno de "The Dirt" lleva a trazar irremediablemente paralelismos mentales con la cinta de Queen, pero Tremaine se empeña en recordarte una y otra vez que estás ante un "Jackass" con heavy de por medio.
Para los más perdidos, la referencia más clara al tono soez y vulgar de la película puede encontrarse en Deadpool. La constante ruptura de la cuarta pared, y la narración en primera persona con voz en off dependiendo del miembro de la banda que esté en pantalla, recuerda en cierta manera al Mercenario Bocazas. Pero ahí se acaban los parecidos. La historia de Mötley Crüe está varios decibelios por encima del mutante, y Tremaine no deja de sacarle hasta el último jugo de maldad durante las dos horas de metraje. Ahora bien, su obsesión por llamar constantemente la atención del espectador a través del impacto deja en un estado algo precario a la propia historia.
Si hay que ser explícito y torticero, el director de "Jackass" lo es como el que más. Los primeros compases de "The Dirt" están protagonizados por breves flashbacks que nos permiten conocer el pasado de Tommy (Machine Gun Kelly), Nikki (Douglas Booth), Vince (Daniel Webber), y Mick (Iwan Rheon) poco antes de confluir en la escena clave de la película; la prueba que el rubio vocalista hace con el grupo en formación para terminar confluyendo en lo que se terminaría conociéndose años más tarde como un icono de la locura y el desenfreno musical de los años 80.
A partir de ahí la cinta se olvida por completo de seguir explicando con palabras, y sustituye la exposición clásica por algunos de los episodios reales más escabrosos de la banda. Es en este punto cuando el biopic toca techo con casi una hora de ascenso a la locura. Se suceden las borracheras, las escenas de sexo explícito -interminables-, y los cameos. ¿Cómo se iba a revivir a leyenda del grupo sin mencionar a algunas de las estrellas que se cruzaron en su camino? David Lee Roth, Slash, o incluso Ozzy Osborne tienen su propio espacio en la película. Este último, por cierto, protagonizando la escena más sórdida de todo el biopic cuando se pone a esnifar hormigas y a lamer su propio meado del suelo.
Pero incluso a alguien como Tremaine se le agotan las pilas. "The Dirt" se acaba sumiendo en un bucle sin fin en el que los momentos de gore van perdiendo más y más efecto en favor de la seriedad. Si la parte “vulgar” no termina de encajarte, esta lo hará menos; un melodrama de mercadillo con actuaciones sin ningún tipo de profundidad. ¿Qué se muere la hija pequeña de Vince? Nos da igual. ¿Qué Nikki bordea la muerte tras una sobredosis? Queremos más música. Mötley Crüe tiene un espíritu muy claro, y la cinta se desinfla por completo cuando lo abandona.
Netflix nos vuelve a engañar una vez más. No, no se está metiendo en el terreno de los biopic para aprovecharse de la tendencia -bueno, un poco sí-, en realidad lo único que está haciendo es intentar llamar la atención. Con el catálogo de contenido VOD más grande de la historia, la plataforma busca cada vez más formas de intentar atraer nuestra mirada. Si para eso hay que recurrir a la misoginia y la sangre, nos topamos con "Love, Death and Robots". Y si queremos dejarnos llevar por el sueño americano de la fama, nos subimos al barco de "The Dirt". Pero no nos engañemos, Nikki y compañía están lejos de ser un ideal a conseguir. Hablar de sexo, drogas y rock n’roll es puro schadenfreude.
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