Cuanto más alto se vuela, más dura puede ser la caída. James Shepard era consciente de que estaba jugando con fuego, pero no dudó ni un segundo en utilizar la carta de la irreverencia para captar la mirada de la crítica en el Fantastic Fest de Austin. Y funcionó. "La perfección" dejaba a algunos aturdidos, y a otros maravillados por el cóctel de atrevimiento que el director de Matador desplegaba en ese lisérgico viaje de terror a ráfagas. Lo que sin embargo sorprendió más fue que Netflix, obsesionada siempre con sus recetas y sus cálculos, apostara por algo casi imposible de definir.
Esta película no busca infundir miedo, a pesar de que la promoción insistiera en ello -cosas del algoritmo-. Ni siquiera hablamos de terror psicológico, esa fórmula tan popular en los últimos años para esquivar los tropos del género. Shepard juega con las expectativas y las apariencias, las subvierte y las estruja hasta convertir las imágenes en un paseo increíblemente incómodo por la mente trastornada de sus protagonistas. Y engaña para conseguirlo. Introduce guiños, detalles casi imperceptibles en cada plano, mientras va tejiendo una narrativa confusa a la que le da igual toda estructura argumental.
Nota: En esta ocasión evitamos hacer mención alguna de la trama para no estropear el visionado.
La apuesta es interesante, pero también arriesgada. "La perfección" divide su historia en cuatro capítulos sobre los que dispone distintos temas; abre con una exposición tímida e intencionadamente naíf, para ir evolucionando hacia uno de los thrillers más inquietantes de los últimos años. Con todo lo que ello implica. Shepard es consciente de que debe intentar mantener atrapado al espectador en sus redes para que no desconecte ante tal bizarrada, y se dedica a lanzar estímulos más o menos explícitos a lo largo de los 90 minutos de metraje. El problema es que no siempre funcionan.
El montaje, casi tan confuso como el propio guion, deja momentos cinematográficos realmente interesantes, pero en conjunto la cinta se siente deslavazada; saltos temporales, reiteración desquiciada de determinadas escenas, movimientos de cámara abruptos. Todo con la intención de aumentar la sensación de incomodidad. Pero a cambio el director sacrifica cierta coherencia estilística y narrativa, como si fuera improvisando a medida que pasan los minutos siempre en busca de la sorpresa.

Durante las primeras impresiones se le comparó con Brian De Palma y otros grandes cineastas. Y no es para menos. Aunque este tipo de paralelismos siempre son odiosos, es imposible negar que "La perfección" es casi tan personal como "Scarface". Al director se le siente algo inexperto en determinados momentos, y va dejando tras de sí tropezones de torpeza que resultan hasta adorables. Pero en último término consigue precisamente lo que se propone. Cosa que por otra parte no era nada sencillo teniendo al frente del reparto a la hipnótica Allison Williams.
La estrella se trae consigo su perturbador papel de "Déjame salir" y lo traduce en un personaje tan ambiguo como extraño. Sus miradas y su capacidad para mantener la serenidad incluso en las situaciones más bizarras, hacen de la protagonista una figura increíblemente sombría. Eso deja al espectador sin nadie al que agarrarse, sufriendo los vaivenes de una historia que cambia caprichosamente de punto de mira a cada minuto.
Pero la saturación exacerbada de estímulos no es caprichosa. Poco a poco la cinta va perfilando el tema principal que lo articula todo; la propia perfección. ¿Esperable no? No exactamente. Hay una disonancia planificada entre las formas y el contenido que hace complicado diseccionar con claridad lo que nos intenta contar Shepard.

La cinta baila entre la gloria y el reconocimiento derivado de la perfección -en este caso musical-, y la presión social y mental de estar en una posición destacada dentro de un grupo. "Ser el mejor no es fácil" es un motto más que reciclado en la gran pantalla, pero en este caso se estira y contrae hasta límites insospechados. Shepard parte de un concepto muy sencillo que es capaz de tergiversar para convertirlo en una idea ambigua en la que no solo caben una gran variedad de recursos estilísticos -mención de honor a la secuencia final-, no. Sino de la que además se derivan sensaciones muy condicionadas por las interpretaciones de cada espectador.
¿Merece o no merece entonces la pena? "La perfección" es tan sorprendente como frustrante. Sus movimientos imprevisibles hacen de ella un objeto de estudio cinematográfico increíblemente particular, pero para el espectador se puede terminar transformando en un producto pretencioso con contados momentos de brillantez visual. Una cinta que rezuma sensualidad, gore y misticismo, pero que no se detiene a entregar nada de eso, obsesionada con acampar en el valle inquietante.
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