"Carmen Sandiego" es un nombre muy familiar para varias generaciones, y es que esta conocida ladrona ha sido protagonista de diversos videojuegos, series e incluso ha tenido su propio concurso televisivo desde que naciera allá por 1983 a manos de extrabajadores de Disney. Y ahora, en pleno 2019, la ladrona carmesí busca una vuelta al panorama actual. Lo hace a través de una serie animada que se tambalea entre lo educativo y lo cómico, pero que consigue un resultado sorprendentemente bueno.
Reimaginando por completo el personaje de la villana con Gina Rodriguez como actriz, incluyendo algunos detalles educativos y haciendo gala de un estilo artístico indudablemente llamativo, llega al gran público la nueva apuesta de Netflix para los más pequeños de la casa. Pero que no engañe su aspecto inocente, porque esta ladrona de guante blanco es capaz de llevarse el corazón de grandes y pequeños por el camino.
Esta crítica NO contiene spoilers
La historia de Carmen Sandiego ya se ha contado en numerosas ocasiones y formatos. Pero para esta ocasión Netflix ha decidido reimaginar algunos aspectos que pueden no terminar de sintonizar con los fans más longevos. La nueva serie nos presenta los orígenes de su protagonista, no como agente de ACME, sino como una ladrona independiente que, lejos de aceptar las órdenes de la organización criminal VILE, huye de su amparo para declararles una guerra abierta.
Con este movimiento, Caroline Fraser y su equipo llevan un paso más allá el componente ético-moral que siempre ha acompañado a esta ladrona, conviertiéndola en una especie de Robin Hood moderno. Una anti-heroína que solo roba a los ladrones para devolver sus botines y donar a diversas ONG. "Carmen Sandiego" se ha modernizado; la red ahora es crucial para su trabajo. El uso de la tecnología e Internet, gracias a la ayuda de un nuevo personaje conocido como Jugador, que se encarga de hackear y brindarle toda la información necesaria.
Más allá del trasfondo de la protagonista, Netflix ha sabido mantener intacto el espíritu del personaje, y el afán de la serie por resultar educativa a la par que divertida. Cada una de sus aventuras la llevan a distintos lugares del mundo, y esto sirve como pretexto constante para soltar al espectador datos geográficos e históricos del mundo. Y mentiría si no admitiera que me ha sorprendido lo bien que esto es llevado a la acción. Incluso aunque la serie está enfocada claramente a los más pequeños de la casa, resulta amena y divertida sin discriminar por edad. Las aventuras son interesantes, los capítulos vuelan y, en general, esta mezcla de heroína adolescente Kim Possible y ladrona poética a lo Robin Hood, funciona sin fisuras.
El único pero quizás que se le puede atribuir es el de ser conservadora. No tanto por la duración de sus capítulos, sino por su propuesta. Carmen Sandiego ha de recorrer el mundo rescatando diversos tesoros, y es difícil recorrer toda esa distancia en 9 capítulos de menos de media hora; máxime si tenemos en cuenta que los dos primeros capítulos -los más pobres y lentos- se limitan a introducir a la protagonista. Un tropiezo que sin embargo no debería obstaculizar el potencial tan interesante de la propuesta.
Cabe destacar que uno de los puntos más llamativos de la nueva "Carmen Sandiego" es sin duda alguna el apartado técnico. Si con "Castlevania" la animación de Netflix dejaba bastantes dudas, la ladrona carmesí llega para despejarlas todas, haciendo más uso de cabeza que de músculo. Carmen no hace gala de una animación excelsa -el sakuga se le queda grande-, sino que lo rocía todo con un toque bauhaussiano que, apoyado en el increíble apartado artístico, consigue hacer de cada capítulo una delicia visual.
La paleta de colores utilizada en cada momento, la representación y caracterización de los diferentes lugares del mundo y el diseño de los diferentes personajes que participan en las aventuras; todo ello consigue ir más allá de lo práctico y resultar tremendamente bello por sí mismo.
En general, "Carmen Sandiego" es una serie de espíritu pedagógico con una historia de aventuras convencional pero efectiva, protagonizada por una espía de moral de hierro. La simplicidad suele ser vista como un problema en la gran mayoría de series, pero aquí sirve de aceite para su propósito educativo, y soporta ese universo de estética futurista-déco.
Sí, tiene un comienzo demasiado lento, y sí, sus episodios se quedan cortos; pero después de ver la primera temporada entera nos quedamos con un gran sabor de boca. El viaje neo-noir de Rodríguez atrapa en lo visual y no suelta en lo narrativo. La ladrona ha vuelto para robarnos el corazón.
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