Cuando el profesor nipón Masahiro Mori decidió en 1970 acuñar el término "valle inquietante" a ese miedo ulterior del ser humano por la inteligencia artificial, no podía imaginar las bases que estaba sentando para describir el sentimiento estrella del siglo XXI. Las tecnologías han avanzado a tal velocidad, que la industria cinematográfica por fin ha conseguido a asomarse a ese precipicio de inquietud en el que se desdibuja la frontera entre lo natural y lo artificial. ¿Cómo cruzar de un lado a otro? Jerry Bruckheimer ya intentó a finales de los 90 jugar a ser Dios, pero ni las tecnologías del por entonces departamento de animación de Disney, ni Hollywood, estaban preparadas para ello. Casi dos décadas después la situación es muy diferente.
Hace apenas tres años Skydance decidió retomar la quimera y puso en marcha el mecanismo para dar vida a la película que ahora apunta a marcar un punto de inflexión crucial para la industria. Nacía "Géminis" ("Gemini Man"), la historia del hombre contra el hombre. Una cinta cargada de mensajes y cuestiones éticas que pronto tomaría entre las manos uno de los cineastas más transgresores de la industria: Ang Lee. El responsable de "Brokeback Mountain" o "La Vida de Pi", asumía los altos riesgos del proyecto, y comenzaba a experimentar. A andar por senderos nunca antes recorridos por ningún otro estudio, creando una metodología nueva de trabajo.
No se trataba de apelar al motion capture, tan recurrido en la actualidad, sino apostar por el músculo técnico más puro para ir más allá de la sabana de "El Rey León", y jugar con seres humanos. Sí, Will Smith no necesitó trabajar con esa tecnología para volver a tener 27 años. Lee propone en cambio una recreación completa por ordenador del opuesto veinteañero al que se tiene que enfrentar el protagonista. Pero eso no es lo único que convierte a esta cinta en una experiencia inédita. Paramount nos permitió hace unos días acceder a varias escenas nuevas así como a una entrevista con el director en las que se dibujan los pilares del proyecto.
Empezando por su formato. "Géminis" ha sido rodada a 120 fotogramas por segundo (una película normal se rueda a 24 fps), en 4K, y con un 3D virtuoso volcado siempre a la complejidad de las escenas. Esta presentación visual convierte a cada explosión, cada golpe, y cada persecución, en un verdadero espectáculo sensorial. Y sin embargo, para Lee no era suficiente. El director sabía que para marcar un antes y un después en la historia del medio, tenía que encajar las piezas de una manera muy particular. Ahí es donde entra la historia de Henry Brogen, un mercenario despiadado al que la vida le tiene una sorpresa preparada.
Smith se mete en la piel de un asesino atormentado por su pasado. Algo a lo que tendrá que enfrentarse no solo simbólicamente, sino también materialmente. Clay Varris (Clive Owen) el jefe de la antigua organización para la que trabajaba, escondió ADN suyo cuando tenía 27 años, y ahora que su unidad más valiosa pretende vivir con cientos de secretos a sus espaldas, decide recrear una réplica para atar cabos. ¿Demasiado convencional? Es posible que Lee no cuente con el guion más original, pero al confluir con el trabajo de Weta, este se convierte en un festival de sorpresas indescriptible.
El director hace magia en esa conjugación de verbos. En el encuentro del drama y la acción, del escenario de lenguajes comunes y la rima del verso. Para evitar ese valle inquietante del que tanto se habla en robótica o efectos hiperrealistas, Lee dota a la tecnología de un propósito narrativo. Ya no es un simple añadido que adorna el conjunto y corrige ciertos defectos, sino que forma parte nuclear de los cimientos de los que nacen las propósitos y mensajes de la cinta. Cuenta Smith durante una entrevista, que su doble fue recreado enteramente por ordenador tomando como patrones las actuaciones de él mismo durante sus primeros años de carrera.
Para conseguir que este personaje inventado fuera creíble, Lee le insistió en que actuara con más imprecisión, intentando recuperar las manías y los dejes propios de un actor joven. Durante el rodaje Smith se interpretó a sí mismo, mientras que un doble especializado se metía en un traje para dar movimiento al Brogen veinteañero. En pantalla sin embargo, el mamotreto queda disimulado por el propio detallismo de la tecnología -acercando hasta los poros de la piel a pantalla-, y por determinados objetos narrativos integrados en las escenas. El clave aquí es el espejo -físico en determinadas secuencias-, recurrente en la primera mitad del metraje, y metáfora de esa conexión del protagonista con su propio yo.
"Géminis" se vale de toda esta planificación para sobrevolar con facilidad por encima de incomodidades, lanzando trazas morales de difícil resolución mientras entretiene. Y es que aunque la carga filosófica de la trama es evidente, para Bruckheimer el fin último del proyecto siempre pasó por el componente lúdico. Divertir y ensanchar las posibilidades del blockbuster encontrando rutas alternativas para llegar hasta el público. Lo que no sabía el productor es que Lee quería mucho más. Que se colgaría la etiqueta de explorador. Ahora solo queda esperar hasta el próximo 11 de octubre para comprobar si las expectativas se cumplen, y si el cine cambia para siempre.
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