Riders Republic se ha convertido en uno de mis juegos más esperados de 2021

No me gusta montar en bici. Las caídas innecesarias, los raspones que pican más de lo que parece con el tiempo, los dolores de espalda por no haber cogido bien la postura al pedalear son factores que sabotean mi relación con estos vehículos, qué queréis que os diga. Y mira que mi padre, que en paz descanse allá donde quiera que esté ahora, se dejó el alma en procurar que me gustara. Pero, en un ejercicio de sabiduría, pensó que era mejor dejar de perder el tiempo con un chaval que prefería montar en bici en un videojuego y no en la realidad.

Mi padre llegó a entender mi postura perfectamente: ¿Quién querría dejarse el trasero en un carril bici del pueblo pudiendo surcar las enormes montañas escarpadas de los Alpes desde la comodidad del sofá? Es por ello que quizás disfruto tanto de los videojuegos donde las bicis están involucradas en algún tipo de deporte de riesgo. Quizás porque, inconscientemente, me hacen conectar con mi padre en una especie de trato donde los dos estábamos conformes: él conseguía que las bicis me gustaran de alguna manera y yo no tenía que pasar por el insufrible proceso de hacer como que me divertía con ellas en la vida real.

Quizás sea por eso que me he sentido tan sumamente cómodo jugando a la beta cerrada de Riders Republic. Aunque, os seré sincero: entré a ella con unas expectativas no muy altas, pero tampoco bajas, las justas y necesarias para estar dispuesto a que el juego me gustara. El (bendito) problema ha llegado cuando Riders Republic las ha reventado por completo; cuando estaba bajando por una de sus colinas mientras la cara de mi personaje se deformaba por la velocidad a la que iba y he pensado: yo venía aquí a pasármelo bien, pero no esperaba llegar a estos niveles de adrenalina.

Pongo la mano en el fuego y no me quemo si digo que Riders Republic es un juego intenso; no es casualidad que me haya levantado con mucha más energía de la que tenía cuando me he sentado delante del PC. Y, la verdad, menos mal que nadie se ha cruzado conmigo justo después de probarlo durante un rato, porque menuda turra intensita le habría pegado con el juego. Lo bueno es que ahora me he calmado y puedo contároslo de forma más relajada... lo malo es que lo único en lo que pienso ahora es en volver a subirme a una bicicleta en el juego, pero ya veré como voy lidiando con ello.

No se trata de controlar a un ciclista o un esquiador demente, sino serlo

Durante toda la demo no he podido evitar pensar constantemente en Steep, el anterior juego de simulación de deportes de alto riesgo de Ubisoft. Principalmente, porque Riders Republic me parece la evolución más lógica y a la vez más loca de este último. Si el mensaje implícito que Steep me transmitía al jugarlo era un ''quiero hacerte sentir ciertas cosas, pero no tengo del todo claro cómo lograrlo'', Riders Republic se decanta por un ''ven aquí, campeón, que lo vas a flipar en colores''.

Me he sorprendido a mi mismo oscilando entre estados de ánimo muy contrarios entre sí al jugar a él. Cuando no estaba con los ojos abiertos como platos contemplando la belleza del paisaje que había ante mí y casi sintiendo el aire en la cara al jugar con la cámara en primera persona, me descubría esprintando cuesta abajo con la tensión que puede verse en la mirada de un demente sediento de competición.

Un detalle importante que os quiero contar es que al principio de la demo de Riders Republic hemos tenido que desactivar la música para evitar problemas con temas de copyright. Y, madre mía, menudo acierto involuntario ha sido hacerlo: bajar una pendiente escuchando solo la respiración de tu avatar, los ruidos de la montaña y los derrapes de las ruedas al tomar curvas complicadas ha transformado el hecho de jugar a ser un ciclista o un esquiador a, simplemente, serlo.

Era yo el que estaba vislumbrando un abismo insondable bajo mis pies con cada salto. Era yo quien sentía la adrenalina del que se juega la vida al tomar una rampa a toda velocidad. O, al menos, la manera en la que el corazón me latía después de cada carrera apuntaba hacia eso, porque casi se me sale por la boca más de una vez. La beta cerrada de Riders Republic ha sido un puñado de horas de pura inmersión. Y eso para mí, a estas alturas de la película, es algo que me cuesta horrores encontrar.

El mundo entero a tus pies

Ya sabemos el apego que Ubisoft siente por crear mundos abiertos cuyos horizontes se alejan tanto de nosotros que tenemos que guiñar los ojos para verlos, pero es que estamos ante un juego que lo pide prácticamente a gritos. Cada prueba o evento (con sus objetivos secundarios como completar ciertas acrobacias o acabar en un tiempo concreto) supone entre 2 y 3 minutos de tensión, pero de tensión de la buena. Y, sabiendo que nuestro cerebro es bastante adicto a segregar dopamina, cuántas más veces pueda hacerlo, mejor. Ahí es donde entra el enorme escenario de Riders Republic, en ofrecer tanto para hacer que puede llegar a agobiar:

• Cada prueba que completas te otorgará una estrella. Deberemos ir acumulando varias de estas para ir desbloqueando nuevos eventos en el juego ✅
• Podemos conseguir estrellas adicionales en cada prueba al completar objetivos secundarios durante esta ✅
• Cada misión puede completarse en solitario o en compañía de más jugadores: Riders Republic está pensado con un fuerte componente multijugador en mente ✅
• Hay varias disciplinas entre las que elegir y completar eventos; desde los típicos esquís hasta un jetpack propulsado por cohetes ✅
• El sistema de progresión de Riders Republic se basa en ir desbloqueando nuevas bicicletas, tablas y demás con los que completar pruebas aún más duras ✅
• El mapa está plagado de coleccionables que podremos recoger para obtener diferentes recompensas ✅

Por otro lado, os mentiría si dijera que no siento cierta preocupación en torno a esto último. Me explico: soy de esos pesados que defienden que ''más no siempre es mejor'' y es cierto que en este tipo de juegos mi atención puede dispersarse bastante ante tanta cosa por hacer. No quiero que la experiencia inmersiva de bajar por una ladera a toda velocidad se vea contaminada por ver un coleccionable y que mi lado obsesivo tome el volante para cogerlo porque no soportaría la angustia de dejarlo pasar.

Pero es curioso como con Riders Republic no le he dado tantas vueltas a esto último. Es como si una parte de mí hubiera querido dejar pasar ciertas cosas con tal de seguir disfrutando de lo que más me ha gustado del juego. Da igual que este me eche a la cara la posibilidad de desbloquear absurdos trajes de jirafa o que me distraiga con un total de 500 globos a encontrar por el mapa. Mientras me dé la oportunidad de romperme el cuello hacia arriba al mirar una montaña y fantasear con lo rápido que voy a descender por ella, me será más que suficiente.

Apúntame a la carrera, Ubisoft

Lo primero de todo: estaba dispuesto a hacerme muchas preguntas al entrar a jugar a Riders Republic porque lo veía como un sucesor de Steep. Y, sinceramente, este último no me convenció del todo. Pero qué desconcertante ha sido ver como el propio juego ha cogido todas esas cuestiones una por una y las ha lanzado colina abajo mientras le decía a mi mente: ''hazme el favor de callarte un momento y de tirarte tu también... ya verás''.

Ahora estoy escribiendo esto con el cerebro sediento de más adrenalina. Como si estuviera ya en la parte baja de la montaña contemplando lo mucho que me queda por volver a subir hasta que llegue el próximo 28 de octubre. Pero no me importa lo más mínimo. ¿Era esto lo que querías conseguir con Steep, Ubisoft? Porque, si es así, apúntame a la carrera de Riders Republic, que me falta monte por delante para ponerme a pedalear como un loco.