El videojuego es un medio muy joven, pero que en su cortísimo periodo de vida ha tenido una evolución brutal. Hablamos de un arte que está estrechamente ligado al hardware en el que es reproducido, por lo que un avance tecnológico siempre ha ido de la mano de un avance en otros muchísimos apartados. Música, mecánicas, géneros... y, por supuesto, los gráficos.
A nadie le pillará por sorpresa si le digo que el cambio gráfico del videojuego ha sido brutal. Desde aquel Pong que era capaz de renderizar apenas unos píxeles blancos hasta los 8 bits, de ahí a los 16 bits de la generación de la Super Nintendo y, sobre todo, el salto a los polígonos tridimensionales a mediados de los años 90. Ha llovido mucho desde entonces, y es cierto que hemos visto un cambio abismal, pero ninguno que se compare con pasar de entender el videojuego como algo plano (con poquísimas excepciones a esta regla) a todo lo que los 3 ejes pueden ofrecer.
El tema es que muchas franquicias que nacieron en 2D tuvieron que vérselas para llevar su experiencia a un entorno tridimensional. Mario y Zelda hicieron su transición al 3D de forma magistral y nos regalaron algunos de los mejores juegos de la historia cuando las tres dimensiones estaban todavía muy lejos de ser la norma. Ejemplos del espectro contrario los encontramos en sagas como Sonic, que todavía a día de hoy no sabe muy bien cómo trasladar esa sensación de velocidad en un mundo con una dimensión adicional.
Otra saga que a la que le costó mucho dar el salto al 3D fue Pokémon. Sí, es cierto que en Nintendo 64 vimos el lanzamiento de Pokémon Stadium 1 y 2, pero no fue hasta Pokémon Colosseum en la Game Cube que tuvimos por primera vez una experiencia de juego completa en consola de sobremesa. En realidad veo lógico que le costara tanto, pues Pokémon siempre ha sido una saga que ha estado ligada a las consolas portátiles de Nintendo y no fue hasta Nintendo 3DS que el hardware tuvo la potencia suficiente como para renderizar modelos tridimensionales.
Pero el tema del que quiero hablar no está necesariamente relacionado con nada de esto. Lo que yo quería traer a colación con este artículo es que dar el salto al 3D no es solo cuestión de modelar todos los assets con polígonos en lugar de sprites y ya, sino que debe haber una serie de decisiones de diseño artístico que se deben tomar. En el caso de Pokémon, por algún motivo, se decidió reducirle muchísimo la saturación del color de prácticamente todas las criaturas de bolsillo. Llamadme loco, pero a mí me parece que con el color en muchas ocasiones se llevaron también parte de su alma.
Para mí (valga la redundancia) no hay color. Y lo peor de todo es que no encuentro ninguna explicación razonable. La reducción de la saturación no hace que los Pokémon se vean más claramente sobre el escenario ni tampoco creo que haya un motivo de cohesión artística detrás. Si os interesa el tema aquí podréis ver algunos Pokémon más en movimiento para que veáis que en algunos casos el cambio es exagerado.
Si alguien que pueda tener alguna idea de por qué ocurrió esto lee este artículo me encantaría conocer tu opinión, déjala en comentarios y la leeré encantado. Veremos si en el futuro Pokémon vuelve a recuperar su color o esta tendencia continúa hasta volver al blanco y negro de la Game Boy.
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