Análisis Massira: Un viaje hacia lo humano
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Análisis Massira: Un viaje hacia lo humano

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Mientras leía sobre el desarrollo de Massira para entender de dónde viene su propuesta, no pude evitar pensar en algo que he estado sintiendo durante los últimos años. Una sensación consistente en que, a pesar del descomunal crecimiento que ha experimentado el mundo del videojuego de un tiempo a esta parte, sigue tratándose de un medio que no ha conseguido desprenderse de un prejuicio que sobrevuela tácitamente las mentes de aquellos que son ajenos a él: los videojuegos son para niños. Un pensamiento cuya culpa podría recaer en ambos lados del tablero: sobre nuestro mundillo porque aún seguimos siendo algo herméticos en algunos aspectos y, al mismo tiempo, en el resto de público por esa misma percepción superficial.

Algo que resulta triste dada la ingente cantidad de personas que juegan a Candy Crush en sus tablets sin ser conscientes siquiera de que, por mucho que les pese, están jugando a un videojuego. Por ello, si queremos que a nuestro medio se le dé la misma credibilidad que a otras artes, necesitamos que la conversación que genere adquiera nuevos matices que se adapten a los tiempos que corren y a los temas que surjan de la conversación social actual. Necesitamos historias más humanas; necesitamos más juegos como Massira.

Un ejercicio documental

Cuando tuvimos la ocasión de hablar con Frost Monkey, los creadores del juego, comentaban que su idea inicial era basarlo en el desarrollo de la relación entre una niña y su abuela. Sin embargo, decidieron reemplazar esta propuesta por una en la que se tratase un tema que tuviese verdadera relevancia en el panorama social internacional: el conflicto de Siria. Una idea inteligente dado que existen grandes exponentes recientes cuyo eje central es la evolución de un vínculo interpersonal. Y, aunque es un tema del que pueden sacarse más giros y matices, en Frost Monkey han sido astutos a la hora de tratar a su obra desde una perspectiva más original y menos explotada en el medio.

El conflicto de Siria lleva siendo un quebradero de cabeza para el orden internacional desde 2011. Desde este año, comenzaron a involucrarse una gran variedad de naciones para salvaguardar sus intereses en una guerra civil cuyas víctimas ascienden a cotas estratosféricas. Una maraña política que, en el fondo, se olvida completamente de lo verdaderamente importante: las personas.

Massira busca, precisamente, contar una historia en la que se deja de lado toda connotación política para centrarse en narrar las experiencias que atraviesan una niña (Numi) y su abuela (Yara) que intentan huir a Europa. Para lograrlo, han desarrollado una experiencia con intenciones claramente narrativas en la que hacen uso de elementos reales para que las vivencias de nuestras dos protagonistas sean lo más creíbles posible. Hasta llegar al punto de que, durante la presentación del juego, sus autores comentaron que, para tratar un asunto tan escabroso desde una postura respetuosa, se pusieron en contacto con una asociación de refugiados, la cual supuso una buena guía a la hora de hacer que las vivencias de Numi y Yara se acoplasen lo máximo posible a las experiencias vividas por estas personas.

Massira Coleccionables
Encontraremos coleccionables en el juego que reflejarán información real

Y es que Frost Monkey ha conseguido crear una experiencia que fuerza al jugador a empatizar con lo que el juego narra. Un efecto que han logrado valiéndose de pequeños trucos como la colocación de ciertos elementos coleccionables que reflejan información completamente real: las cartas del juego contienen el contenido de cartas reales que las víctimas del conflicto sirio enviaban a sus familiares, por ejemplo. Todo ello con el objetivo de que el jugador se familiarice con estas experiencias, convirtiendo a Massira en un escaparate de las vivencias de los refugiados.

Esto sería una pequeña parte de la estrategia del juego encaminada a ayudar a que nos sumerjamos en la historia. Una intención que se culmina con una verdad: Massira no se anda con tonterías y no tendrá ninguna duda a la hora de dar forma a aquellas situaciones tan complejas y escabrosas que desde aquí escuchamos en las noticias como un rumor lejano. Unas situaciones que harán que el corazón se encoja mientras lo jugamos y se nos propinen varias bofetadas de realidad, lo que hace que Massira sea un videojuego que posee pinceladas de documental.

Massira Documental
Los mejores momentos de Massira son los más emocionalmente duros

El mundo visto a través de los ojos de una niña

Aunque parezca que el complicado asunto que Massira quiere reflejar mediante lo que cuenta se quedase algo grande para los márgenes puramente mecánicos que ofrece un videojuego, Frost Monkey ha sabido encontrar la solución perfecta a esta brecha que existe entre el tema narrado y los sistemas jugables: experimentar el mundo a través de los ojos de una niña. Y, aunque utilizar un personaje infantil como protagonista ha ido convirtiéndose en algo cada vez más frecuente en la industria digital interactiva, esta maniobra viene como anillo al dedo para una experiencia que no se olvida de lo que es: un videojuego.

Así, al manejar principalmente a Numi, cada acción cotidiana se convierte en una gran odisea: ir a hablar con el jefe del campamento se torna en un viaje heroico a la cima de una montaña, una simple puerta puede llegar a transformarse en un mural con extrañas inscripciones mitológicas o un mercado convertirse en un bazar digno de cuentos como ''Las mil y una noches''. Algo llevado a cabo para generar un toque fantasioso que mantenga nuestra atención y, sobre todo, allane el terreno para después propiciarnos esos duros golpes morales de los que hablábamos antes. Todo ello en pos de llegar al punto en el que que una historia tan real se complemente de forma muy orgánica con unas mecánicas de juego más bien clásicas.

Massira Odisea
Massira ofrece una odisea realista con toques fantásticos

Mecánicas jugables de toda la vida

Las bases jugables de Massira, las puramente mecánicas, podrían dividirse en dos partes bien diferenciadas: los puzles y la exploración. De esta manera, comenzaremos a hablar por la primera dado que es la que más brilla de las dos. Así, nos encontramos ante un juego que ofrece una serie de acertijos que se complementan de forma orgánica con el conjunto del título y nunca interrumpen la fluidez con la que transmite su mensaje, algo que logra haciendo que cada puzle sea completamente nuevo y posea una naturaleza distinta al anterior, aunque obviamente algunos compartan elementos clásicos como palancas o bloques móviles.

Sin embargo, es en aquellos cuyas bases son completamente originales donde mejor se siente la experiencia de juego. Unos puzles cuya entrada es algo complicada no por su dificultad, sino porque ofrecen retos algo más alternativos al diseño típico. Y, lejos de ser un defecto, este tipo de desafíos proponen situaciones en las que el jugador se sentirá inteligente y recompensado al resolverlos ya que Frost Monkey ha encontrado el punto exacto en el que, una vez que le has cogido el truquillo a los primeros, los siguientes serán desafiantes pero nunca obtusos.

La segunda parte de las mecánicas tendría que ver con la exploración de los escenarios. En Massira, se intercalarán niveles dirigidos con otros más amplios que podremos recorrer a nuestro antojo ayudando a diferentes personajes. De tal forma, los primeros son los que se aprovechan para introducir los momentos de mayor acción del juego, mientras que los segundos nos otorgarán momentos relajados en los que disfrutar de la belleza que desprende la obra de Frost Monkey.

Massira Exploración
En Massira se alternan momentos más dirigidos con otros orientados a la exploración

Y es que el título está bañado en un sublime estilo artístico que utiliza trucos tan agradecidos como el hecho de que no haya interfaz. En su lugar, Massira opta por utilizar ayudas visuales que se combinan con lo que existe en el mundo del juego para guiarnos por él (por ejemplo destacar al personaje con el que debemos hablar cubriéndolo de un color distinto al resto), lo que fomentaría la inmersión. Una sensación que se ve potenciada por el hecho de que habrá alguna que otra toma de decisión puntual en el juego cuyo resultado cambiará el desarrollo a corto plazo del mismo, haciendo que las siguientes misiones ofrezcan puzles y escenarios completamente distintos a los que habría si hubiéramos tomado una decisión diferente.

No obstante, a pesar de todas sus bondades, existe un elemento en Massira que, en algún que otro momento, termina lastrando la experiencia global que intenta construir: el sistema de control. Y es que el juego demandará ser preciso en algunas de sus secciones (entre ellas varias de plataformeo) en el que la responsividad de los comandos y el movimiento de la cara será crucial para poder afrontarlos con la mayor soltura posible. De esta manera, nos encontramos ante un sistema de control poco refinado y que en más de una ocasión se postula en contra del propio jugador. Y, aunque no es algo que anule todo lo que hemos resaltado anteriormente del juego, sí es cierto que no termina de acompañar todo lo bien que podría al conjunto global.

Massira Estilo Artístico
Massira posee un magnífico estilo artístico

Conclusión

Soy de aquellos que tienen la opinión de que hay que valorar un videojuego por lo que es. Es decir, creo que, a la hora de juzgarlos, es necesario tener en cuenta el presupuesto con el que se ha contado para el proyecto y las personas que se encuentran detrás. Y, aunque el título haya sido apoyado por Sony al resultar como ganador al mejor diseño artístico en la cuarta edición de los PlayStation Talents, no podemos olvidarnos de que Massira es la obra debut de un estudio muy reducido que acaba de estrenarse en el mundillo. Por ello, creo que es más conveniente resaltar aquello en lo que destaca antes que prestar mucha más atención a aquellos errores que seguramente se eviten en el futuro, cuando Frost Monkey posea más experiencia sobre el terreno.

Es muy elogiable que Massira intente resaltar temas tan humanos y relevantes, algo que llega a lograr de manera muy convincente en muchos de sus momentos. El mejorable sistema de control no impide que su mensaje se despliegue con fuerza gracias a unas mecánicas bien escogidas. Massira es un título que muestra no solo el potencial de Frost Monkey para los años venideros, sino su interés por hacer que los videojuegos crezcan a nivel humano. Algo que reasegura una certeza que tenía en la cabeza desde hace algún tiempo: al desarrollo de videojuegos español le aguarda un gran futuro. No me cabe duda alguna.

Redactado por:

Crecí rodeado de naturaleza y campos de trigo, pero con la cabeza llena de historias sobre dragones y planetas lejanos. Después me hice psicólogo para poder fascinarme con las historias de los demás.