Está claro que el coronavirus nos ha cambiado la vida para siempre, pero no solo nos afecta a título personal la pandemia, ya sea por pérdidas sentimentales o por secuelas de la enfermedad. A nivel económico, hay industrias muy tocadas, ya sea la hostelera, la comercial o la audiovisual, y hacen falta muchos incentivos económicos para poder salir de esta crisis sin precedentes con todas las garantías. Pero en el ámbito del cine, hubo un director, Adam Mason, que aprovechó la cuarentena para grabar una pequeña superproducción (aunque no al nivel de las más importantes) que llegará pronto a las salas bajo el nombre de Songbird.
¿Cómo se siente el cineasta siendo uno de los pocos que encendieron las cámaras en un tiempo tan convulso? ¿Cómo fue rodar sin personas en la calle y con medidas restrictivas? "Pudimos probar con regularidad, y con los protocolos Covid-19 implementados, pudimos tener actores en la misma escena (...). Así que reescribimos el guion a última hora". Parece ser que el libreto no contemplaba a dos intérpretes juntos en la misma secuencia, pero comprobaron que esto sí se podía llevar a cabo.
"Originalmente iba a ser una película de monstruos tipo King Kong de 200 pies deambulando por Los Angeles; luego cambiamos eso para hacer algo un poco más fiel a la vida, a lo que estaba pasando", revela también Adam Mason, quien trabajó con un guion que escribieron sobre la marcha, y que fue llevado a la gran pantalla con pocos trabajadores. Además, cuando veamos Songbird, que llega próximamente a España, nos daremos cuenta que muchas escenas solo cuentan con un actor para evitar que se dieran contagios masivos incontrolables que pusieran en peligro a la producción.
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